
Thiago extendió una de las botellas hacia él mientras se percataba de la luz titilante en el celular indicando que tenía un mensaje. Franco empinó la botella de agua, bajando casi la mitad de su contenido de un golpe, interrumpido por la carcajada de Thiago sentado a su lado, con la frente pegada al celular profiriendo un insulto hacia la madre de alguien. “¿Qué pasó?”, curioseó intentando ver la pantalla del celular.
“Le... mandé un mensaje a Pepe hace un rato... Para ver si había salido todo bien con Willy... Y mirá lo que me contesta el guacho”, dijo extendiendo su celular.
Hoy, 17:05hs
¿Todo bien?
Pepe, Hoy, 21:17hs
==========|) 20 x 5
Franco leyó el mensaje y volvió a releerlo, hasta entender a que hacía alusión el gráfico y la aparente cuenta matemática a su lado, largando una carcajada que Thiago acompañó. “La mierda... va cargado Willy... no quería saber tanto detalle...”, exclamó bebiendo otro sorbo de agua, bajó la botella quedando pensativo un momento para voltear a mirar a Thiago respondiendo el mensaje. “Es como muy mucho, me da un poquito de impresión”
“A mi me da impresión pensar como carajo hizo Pepe con ese cuerpito chiquitito para bancarse semejante caño”, exclamó divertido, contestando el mensaje para volver a dejar el celular sobre la mesa de luz a su lado.
“Bue... convengamos que vos no andás tan lejos”, comentó observando evidentemente su miembro fláccido luego del sexo.
Thiago miró hacia su miembro y apoyó la cabeza contra el respaldo para mirarlo, “Ni ahí llega a veinte por cinco”, afirmó sonriente. Le parecía sumamente gracioso tener ese tipo de conversaciones con Franco, siendo que originalmente era heterosexual, sus comentarios tomaban cierto dejo homosexual en ocasiones.
“Menos mal...”, el pensamiento le hizo arquear las cejas.
“No te hagá' el distraído que vo' está' má' cargado que yo”, bromeó soltando su tonada rosarina, viendo como Franco lo miraba con una aparente inocencia. “¿Cuánto? ¿Dieciocho por cuatro?”, obtuvo como respuesta una mirada perpleja dándole a entender que había acertado, “¿En serio? ¡Wow! Tengo un centímetro en la mano...”, dijo mirándose la palma derecha con la que anteriormente había tocado su miembro. “O en otro lado...”, continuó la broma con una sonrisa pícara.
Franco largó la carcajada, sacudiendo la cabeza ante los comentarios subidos de tono del moreno. Recostó la cabeza contra su hombro, “No me quiero ir a Pinamar... Te voy a extrañar...”, susurró subiendo su mirada hacia él.
Besó su frente, pasando su brazo por detrás de sus hombros para que quedara recostado contra su pecho, acariciando sus cabellos despeinados. “Yo también te voy a extrañar... Pero es lindo, vas a pasar las fiestas con tu familia”, murmuró suavemente.
“Ufff, sí... Por la atención que me presta mi vieja cuando voy... Ni siquiera duermo adentro de la casa, duermo en el quincho, porque mi habitación la convirtió en gimnasio cuando me fui...”, comentó frustrado, “Y... vos te quedás acá solito...”
“El 24 trabajo hasta tarde, para dejar los platos listos para el almuerzo de Navidad. Y todos vuelven para pasar Año Nuevo acá, no estoy solo”, explicó refiriéndose a sus amigos que viajaban a pasar las Navidades con sus respectivas familias, pero siempre festejaban el fin de año juntos.
“Igual...”, reprochó asomando el labio inferior en forma de puchero.
“Además te vas a encontrar con tus amigos, ¿no? Hace mucho que no los ves, te deben estar esperando”, dijo sonriendo mientras pasaba su dedo índice por el labio sobresaliente.
“Sí... Bueno, la mitad también estudia afuera, el resto se quedó laburando en Pinamar”, contó de manera casual, “Y tengo ganas de verlo a Tincho, que es mi mejor amigo, hace... como un año que no lo veo”
“¿Y está bueno Tincho?”, preguntó irónicamente.
Clavó su dedo índice entre sus músculos intercostales, provocando que se doblara del dolor, “Es mi amigo, tarado... Además ya sabés que nunca me atrajeron los hombres hasta que te conocí a vos, así que todo esto de ser gay es nuevo para mi”.
“Vos no sos gay...”, afirmó sobándose las costillas luego del ataque recibido. Recibió la mirada inquisitiva de Franco, “No sos gay... A lo sumo bisexual, saliste con mujeres y si te pongo acá delante una mina en bolas me juego a que te calentás. Si fueras gay te gustarían otros hombres, y como dijiste... Yo soy el único hombre que te gusta”
Franco volvió a asomar el labio inferior en gesto de reproche, subiendo a horcajadas de sus piernas para mirarlo de frente. “Sos el único ser viviente que amo con toda mi alma, ¿conforme?... Si fueras verde y tuvieras antenas, me gustarías igual”, dijo lamiendo su pecho para subir por su cuello hasta su boca, paseando la lengua por sus labios.
“Mierda, te amo tanto”, susurró enlazando sus dedos entre sus cabellos, devorándole la boca de un beso. Pudo sentir la mano de Franco subiendo y bajando por su miembro semierecto, tiró la cabeza hacia atrás con un gemido de placer, “Pará, maquinita, creo que me secaste hoy”
“Decís eso, pero no parece”, dijo observando el miembro endurecido entre sus dedos. Besó su pecho, lamiendo sus tetillas, besando su abdomen plano hasta colocar el miembro en su boca, recorriéndolo con su lengua hasta sus testículos, escuchando los quejidos seductores del moreno. Embadurnó los dedos de su otra mano con lubricante y los introdujo lentamente para frotar su próstata, recorriendo con la lengua el tronco hasta el perineo.
Arqueó la espalda, sacudido por el placer, alcanzando a farfullar entre jadeos, “Te volviste muy bueno haciendo eso”.
“Mucha práctica y un buen maestro”, dijo lamiendo alrededor del glande. Continuó su recorrido, metiendo el miembro en su boca para succionar, sin detener el masaje en la próstata. Sus manos le sujetaban la cabeza, acompañando sus movimientos, pronunciando la penetración. Aceleró el ritmo al advertir que los gemidos del moreno se incrementaban, generando reacciones que le resultaban deliciosas.
“Fran... Salí...”, murmuró jalando sutilmente de sus cabellos.
Sacudió la cabeza, sin intención de detenerse, sino más bien de apresurar el movimiento, “¿No dijiste que era más rico directo del envase?” Pudo notar su mirada sorprendida y como el orgasmo lo invadía, cimbrando su cuerpo de pies a cabeza. El calor inundó su boca, casi hasta ahogarlo, provocando que una gota asomara por la comisura de su labio.
Tendido, jadeante, observó como limpiaba con dedicación todo el excedente que quedaba sobre su miembro, lamiendo lo poco que había caído sobre su cuerpo. Se incorporó para tomar su rostro entre sus manos, atrayéndolo hacia el suyo, para besarlo ardientemente.
“Como te gusta eso, ¿eh?”, bromeó mientras el moreno recolectaba con su lengua la gota que se deslizaba por su mentón.
Mordisqueó sus labios, “No veo que te quejes mucho”
Hizo un gesto indiferente, “Tu esperma definitivamente es más rico que el mio”. Ese comentario provocó que tirara la cabeza hacia atrás con una carcajada, momento que aprovechó para abalanzarse sobre él, besando su cuello para apoyar su cabeza contra su pecho.


“¡Por fin llegaste!”, exclamó tirando sus brazos alrededor de su cuello, provocando que encorvara su espalda por su baja estatura, abrazó su cintura mientras recibía unos besos en la mejilla. “Me hubieras avisado a que hora llegaba el colectivo, te iba a esperar a la terminal”
Acomodó la correa del bolso sobre su hombro que amenazaba con caer al piso gracias a la calurosa bienvenida, y pasó un brazo por sus hombros mientras comenzaban a desandar el camino hacia la casa. “¿Para qué? Me tomé un remis. ¿Vos cuándo llegaste?”
“Ayer. Vine con papá en el auto”, sonrió mostrando sus dientes blancos y perfectos.
“Ah, ¿vino papá?”, preguntó desinteresado por la respuesta.
“Sí, está parando en la casa del tío”, contestó a sabiendas que a ninguno de los dos les interesaba el paradero de su padre.
Cruzó el umbral, bajando el bolso de su hombro para mirar alrededor y hacia la parte superior de la escalera, la ambientación fría, algunos muebles habían cambiado de lugar y probablemente las cortinas eran nuevas, pero tampoco recordaba como eran las anteriores. “Hogar dulce hogar”, murmuró con un suspiro.
“Vení, ¿querés que te prepare unos mates?”, pasó a su lado, camino a la cocina, zarandeando su larga melena dorada que caía sobre la solera floreada.
Sonrió por la calidez de sus palabras, mirando con dulzura como se adentraba hacia la casa. Su hermana menor sería la única persona que estaría tan feliz de verlo. La siguió hacia la cocina, pasando la vista por los amplios ventanales que daban al patio, la pileta con el agua perfectamente limpia y el quincho, “Dale, unos mates estarían buenísimos”
“Estás mas gordo”, comentó Agustina con total desparpajo, sonriendo ante la mirada sorprendida de su hermano, “No que estás gordo, sino que la ultima vez que te vi parecías un esqueleto caminando”
“Sí, estoy comiendo mejor”, respondió divertido. Si tenía más carne en los huesos era gracias a Thiago. Se contuvo de hacer un comentario sobre la variedad de comidas que degustaba, si él hubiera estado allí seguramente habrían compartido la broma.
Continuaron charlando un largo rato, poniéndose al día mientras compartían unos mates sentados en las butacas altas de la mesada central. Ocasionalmente un mensaje llegaba a su celular, y sin dejar de hablar lo contestaba con una sonrisa dibujada en los labios.
“¿Novia?”, curioseo con mirada pícara. Era de su vasto conocimiento la cantidad de novias y enganches que había tenido su hermano, siempre tan bonito a pesar de su apariencia descuidada.
La miró un momento, decidiendo que contestar para terminar devolviéndole una sonrisa mientras contestaba el mensaje. Tuvo el impulso de responderle, “No, novio. Es alto como yo, pelo negro, piel trigueña, ojos turquesa, un cuerpo hermoso que me dan ganas de...”. Decidió cortar la línea de pensamiento al sentir en simultáneo una puntada en su corazón y su entrepierna. Iba a hacerse larga la estadía en Pinamar lejos de Thiago. Escuchó unos pasos descendiendo por la escalera y volteó la cabeza justo para verla ingresando a la cocina.
“Ah, llegaste”, saludó escuetamente su madre con su clásica voz pedante y sus movimientos refinados, escrutando su apariencia con sus calculadores ojos fríos mientras acomodaba sus cabellos rubios por donde era notorio había pasado la tintura.
“Sí. Hola, mamá. Yo también me alegro de verte”, respondió irónicamente por la falta de efusividad en el saludo al que estaba acostumbrado tras años de desinterés maternal.
Lo miró despreciativamente ante el tono de sorna en su voz y continuó hacia la heladera para retirar una botella de agua fría. “Siempre igual vos. No cambiás mas. ¿Cuándo vas a vestirte decente?”
Blanqueó sus ojos, mirando en dirección a su hermana que observaba la escena un poco inquieta. “Voy a dejar el bolso”, dijo incorporándose del taburete. Tomó la llave del quincho, colgada junto a uno de los ventanales, colgándose la correa del bolso, y bajo la mirada de las dos mujeres deslizó uno de los paneles para cruzar el patio.
El ambiente dentro del quincho se sentía caliente y mohoso, unos hilos de luz entraban apenas por las rendijas de las persianas. Depositó el bolso sobre el sofá cama donde dormiría los próximos días, y corrió a abrir las ventanas y los postigos, permitiendo que la luz y el aire limpio invadiera la habitación. Se había acostumbrado a los ambientes limpios, iluminados y ventilados, así le gustaban las habitaciones a Thiago. “Te levantan el ánimo”, había dicho. Suspiró, cada cosa hacía que pensara en él y lo echara de menos. Miró alrededor, no había tierra ni polvo, todo estaba prolijamente limpio y ordenado, señal que la señora que se ocupaba de la limpieza de la casa había pasado por allí.
Escuchó unos golpecitos en la puerta, giró para ver a Agustina entrar tímidamente al quincho con el termo y el mate bajo el brazo, “Permiiiso”
“Dale, pasá, tonta, no pidas permiso”, invitó sonriendo, “Me pongo la malla y tomamos mate al lado de la pileta, ¿te parece?”


Thiago, Hoy, 02:17hs
Me dormí. Llegué del laburo, me duché, me acosté para descansar y recién me despierto :P
Hoy, 02:18hs
¿Mucho laburo? Me preocupé que no me contestabas
Un grupo de personas se paró para ir a bailar a la pista, liberando el sillón cercano a él. De un salto pasó por arriba del apoyabrazos para ocuparlo, apoyando los codos en sus rodillas con el celular en sus manos, justo para volver a sentir la vibración.
Thiago, Hoy, 02:20hs
Ufff... Me imagino como te habrás hecho la película pensando que estaba en una orgía con 5 machos :D Sí, hasta las manos de pedidos para fin de año, estamos adelantando
Largó una carcajada ante el mensaje. Era comprensible luego de las repetidas discusiones y escenas de celos que había montado que se burlara de él. Aunque debía reconocer que el pensamiento había cruzado su mente luego de unas horas sin contestación. Pero no era algo que iba a reconocer, para no comenzar otro enfrentamiento.
Hoy, 02:22hs
No, nabo, me preocupé nomas
Thiago, Hoy, 02:23hs
Así que estás bolicheando con tus amigos?
Hoy, 02:25hs
Sí, ahí están tratando de levantarse unas minitas
Thiago, Hoy, 02:27hs
Y vos? No te estás levantando ninguna minita?
Hoy, 02:29hs
No, nabo. Estoy embolado y extrañándote como un boludo. Ahora quién es el celoso?
Thiago, Hoy, 02:30hs
Yo también te extraño :'( Hoy me hubiera ido feliz a dormir cucharita con vos
Hoy, 02:32hs
Mmmmh... Lindo. Cucharita. :)
Giró la cabeza, advirtiendo que alguien se sentaba a su lado.
“¿Qué hacés, Tano? ¿Estás bien?”, cuestionó Tincho estudiándolo con la curiosidad pintada en su rostro ante su aislamiento voluntario en ese sillón blanco, desde hacía varios minutos lo observaba riéndose solo y haciendo muecas al celular como un loco.
“Sí, ¿por?”, preguntó ladeando casualmente el celular entre las palmas de sus manos para que su amigo no pudiera fisgonear la pantalla. De reojo leyó la respuesta de Thiago sin poder contener la risa.
Thiago, Hoy, 02:35hs
Con lo cansado que estaba, solo me iba a dar para dormir... Peeero ahora me estoy calentando, me parece que te voy a dedicar una. :D
Arqueó las cejas al ver su reacción, como si fuera un adolescente. “¿Por? Porque estás hecho un pelotudo importante. Andás con la mirada perdida como alma en pena, te la pasas mirando el celular y riéndote solo. Nos estamos levantando unas nenas preciosas y vos las ignorás.”, rezongó haciendo gestos con las manos, viendo como Franco sorbía su cerveza sin darse por aludido, “La única que me queda pensar es que tu novia te tiene dominado... ¿Cómo se llamaba? ¿Celeste?”
Lo miró boqueando, pensando como contestar. “Hace casi ocho meses que rompí con Celeste”, aclaró a sabiendas de cual sería la siguiente pregunta, comenzó a pensar por adelantado cual debería ser su respuesta.
“Ah, no sabía... Entonces... ¿Novia nueva?”, preguntó pícaramente señalando el celular.
Tragó saliva, decidiendo si sincerarse o no, considerando cual sería su reacción. Lo miró de reojo un par de veces, Tincho era su mejor amigo pero siempre había sido un poco homofóbico y plagado de prejuicios.
Percibiendo la indecisión en su rostro, volvió a arremeter, “Tiene que haber una razón para que estés tan boludo y la única que se me ocurre es una novia”
Exhaló pesadamente para darse coraje, recostando su espalda contra el sillón. “Novio”, precisó con voz fuerte y clara para que lo escuchase por sobre el ruido del boliche.
“¿Qué?”, preguntó pensando que sus oídos habían captado mal las palabras.
“Novio. Estoy saliendo con un hombre”, repitió extendiendo la aclaración para que no quedara duda alguna sobre lo que estaba hablando.
Su rostro reflejó un total descreimiento en lo que estaba escuchando. “Me estás jodiendo”. Al ver la expresión imperturbable de su amigo, se dejó caer hacia atrás, boquiabierto y mirándolo fijamente. “Pero vos no sos puto, has salido con un montón de minas, y otras tantas que te has volteado. Tano, yo fui testigo”, su tono de voz sonaba desencajado, deseando desesperadamente que su amigo comenzara a reírse de la broma que le estaba jugando. “¿En serio me estás diciendo que te estás encamando con un tipo?”, preguntó Tincho sin poder salir de su asombro. Había quedado congelado por la noticia que su amigo acababa de compartir con él.
“No, boludo, nos tomamos las manos bajo la luz de la luna”, exclamó Franco con tono sarcástico. “Si te digo que estoy saliendo con un hombre, por supuesto que me estoy encamando con él. ¿Qué? ¿Querés que te cuente detalles?”, su expresión fue dura pretendiendo sacudirlo del aturdimiento que lo embargaba.
Sacudió la cabeza junto con sus manos al punto de casi volcar el contenido de su vaso. Lo apoyó sobre la mesita baja frente a ellos, pasándose las manos por la cara, intentando asimilar la novedad.
Desbloqueó el celular tecleando rápidamente.
Hoy, 02:58hs
Le conté a Tincho sobre nosotros
Thiago, Hoy, 03:00hs
Nooo! Estás loco? No podés contarle eso a tu amigo así, sin anestesia. Qué dijo?
Hoy, 03:01hs
Todavía está en shock
Thiago, Hoy, 03:02hs
Mierda! Y si se enoja con vos? Si te corta el rostro? Nabo, no tendrías que haberle contado
Reaccionó para encontrarlo otra vez con la nariz sumergida en la pantalla de su celular. “¿Entonces? ¿Ahora sos gay?”, preguntó sin rodeos.
“Según él, bisexual”, rió señalando su celular. Apiadándose de su amigo, que no dejaba de mirarlo desconcertado, realizó una mueca con la boca. “Mirá... Él... Thiago...”, pronunció decidiéndose a llamarlo por su nombre. “Thiago no es un tipo cualquiera, es una persona muy especial. No es como si fuera el primer gay que me crucé en la calle y se me ocurrió experimentar encamarme con un hombre, de hecho... él mismo trató de apartarme para que pensara bien las cosas”, hizo una breve pausa para tomar un trago de su cerveza. Rápidamente desbloqueó su celular, buscando una foto en la galería, él recostado sobre su pecho mientras el moreno lo rodeaba con su brazo haciendo gala de su hermosa sonrisa perlada y sus preciosos ojos turquesa destellando por el exceso de vino, una noche de asado en la casa de Willy. “Me enamoré, ¿sí? Uno no elije de quien se enamora...”, completó la frase mirándolo a los ojos, mostrando la foto en pantalla a un Tincho boquiabierto.
Observó la foto, la sonrisa de felicidad en el rostro de ambos hombres, principalmente en el rostro de Franco, el brillo en sus ojos. Apartó la vista, quedando absorto durante un buen rato, pensando en su amigo, en los días compartidos de playa y surf, en la cantidad de chicas que habían conquistado recorriendo las noches de Pinamar. Volvió a mirarlo para verlo sonreír frente a la pantalla de su celular. “Bueno, algo cierto debe haber en lo que decís porque nunca te vi tan pelotudo”, musitó con tono resignado.
Franco enderezó su cabeza, observándolo por un momento, dándole unas palmadas en la espalda, feliz de obtener su comprensión.

El tintineo de una llamada entrante retumbó por la habitación. Abrió los ojos, intentando ubicarse en la penumbra hasta encontrar el brillo del celular sobre la mesa de luz. Miró la pantalla y contestó sin pensarlo dos veces. “¡Hola Fran!”, saludó mientras estiraba la mano para prender la lámpara a su lado.
“¿Qué hacés, mi amor?”, contestó la voz entrecortada por una leve pérdida de antena.
Miró la hora en el reloj colgado en la pared, refregándose los ojos mientras se sentaba en el borde de la cama, “¿Y qué voy a estar haciendo a las cinco y media de la mañana? Durmiendo, nabo, ¿vos? ¿Qué hacés llamando a esta hora?”
“Te extrañaba mucho. Me muero de ganas de verte”
“Yo también. Hoy cometí dos errores básicos en el trabajo, estoy hecho un estúpido”, contó apoyando la cabeza en su mano.
“¿Sí? Abrime la puerta entonces”, la voz al otro lado sonó divertida.
Thiago escuchó con sorpresa unos suaves golpes en la puerta. Recorrió la distancia desde su cama como poseído por un torbellino. “¿Qué hacés acá?”, proclamó abriendo la puerta sin dejar de hablar por el celular, totalmente asombrado por verlo parado bajo el umbral.

Entre dormido y despierto, lo observó asombrado, intentando descifrar si era un sueño vívido o si realmente él estaba allí. Tocó su rostro, raspándose la mano con su incipiente barba. “No puedo creer que estés acá”, murmuró sin aire. “¿Cómo...?”
“No aguantaba más”, dijo besando su mejilla para bajar por la línea de su cuello, recorriendo con caricias su cuerpo vestido sólo con un boxer. Sintió las manos de Thiago sujetando su rostro forzando a que lo mirara a los ojos, exigiendo explicaciones. “Me estaba muriendo. Y Tincho me dijo que deje de actuar como un boludo, que si te extrañaba tanto cambiara el pasaje para volverme antes, me llevó a la terminal en su auto, cambié el pasaje para la medianoche.”, tragó saliva, recordando la maratón de la tarde, sin dejar de acariciar su cuerpo. Habían pasado todos los eventos esperados. Nochebuena. Navidad. Fin de Año. Año Nuevo. El clásico asado y salida al boliche con sus amigos. La cena acostumbrada con su padre y su hermana, como siempre tratándolos como sus amigos en lugar de tomar el rol de padre. Playa. Surf. Faltaban largos quinces días para que pudiera volver. Recordaba como en ese momento, las palabras de Tincho lo sacudieron de su depresión. “Fui a mi casa, armé el bolso, me despedí y me subí al colectivo”, abrió los brazos como si hubiera realizado un impresionante acto de magia, “Y acá estoy, un poco mugriento porque no tuve tiempo de ducharme”
“Ni de afeitarte”, bromeó Thiago, sin poder salir del asombro, con los ojos vidriosos ya sea del sueño o de la emoción de verlo allí frente a él. Bajó sus manos por su cuello, deslizándolo hacia la nuca para besarlo intensamente, esta vez más despierto, mientras comenzaba a empujarlo hacia la cama.
“Pará, pará... Que estoy todo transpirado”, exclamó Franco, intentando liberarse del beso. “Dejame pegar una ducha y limpiarme bien”, dijo guiñándole el ojo.
Thiago sonrió pícaramente, liberándolo del agarre y apartándose para arrojarle un toallón.
Se mordió los labios, recorriéndolo con sus ojos de arriba a abajo, notando su miembro semierecto dentro del bóxer. Apoyó la mano en sus entrepiernas provocando que gimiera, propinándole un beso rápido, “Quince minutos”
Lo empujó, “¡Andá a bañarte!”

Se tiró sobre el sillón observando sonriente a Franco mientras revisaba la correspondencia que había llegado durante su ausencia. Su piel había tomado un color miel luego de los días de playa, que combinaba perfectamente con sus cabellos dorados que habían comenzado a caer de manera desordenada hacia los laterales de su cabeza. Desde su sorpresiva llegada no habían hecho más que enroscarse como serpientes en celo durante un par de horas para luego caer rendidos, durmiendo abrazados hasta pasado el mediodía. Se desperezó estirando los brazos sobre su cabeza disfrutando del sol que ingresaba por la ventana, agradeciendo que fuera su día libre y no tuviera que ir a trabajar luego de despertarse tan temprano. Franco comenzó a relatar todo lo sucedido durante sus dos semanas en Pinamar, volviendo a mencionar a Tincho y como le había contado sobre su relación.
“Nabo, no sé como pudiste contarle a tu amigo, Mirá si se enojaba con vos, les decía a los demás”, dijo arrellanándose adormilado en el sillón.
Sonrió, decidiendo unirse a él al verlo tan cómodo. Dejó unos papeles que había sacado de su bolso sobre la mesita ratona y se acostó en el sillón usando las piernas del moreno como almohada. “Si se enojaba conmigo, no me importaba. Me estaba llenando de preguntas porque me veía hecho un boludo, así que le conté. Pero después no se... lo asimiló”, comentó encogiéndose de hombros.
Thiago sacudió la cabeza, reprobando su actitud, temeroso que sus amigos pudieran cortarlo por estar saliendo con él. Comenzó a enredar sus dedos por sus largos cabellos dorados, recorriendo toda su longitud, jugando con los bucles que se formaban en las puntas. Achicó los ojos intentando leer las hojas y el título de los libros que había dejado sobre la mesita. “¿Qué es eso?”, preguntó intrigado.
Giró la cabeza para observar la pila y volvió a mirarlo, “El principio de mi tesis”, aclaró convencido.
“Ah, ¿por fin te decidiste sobre el tema?”, dijo pensando que seguramente había estado leyendo esa pila de libros durante su viaje.
“Sí... Pero necesito tu ayuda...”, la frase salió algo tímida de sus labios, inseguro sobre realizar el pedido o no.
Arqueó las cejas, provocando que sus ojos se abrieran gigantes, sacudido de su estupor, “¿Mi ayuda?”
Franco se incorporó, sentándose a su lado mientras tomaba un par de libros de la pila. “Sí...”, farfulló observando ambos libros. “Tu historia... junto con otras tantas que conocí haciendo las prácticas... Más estos libros...”, ladeó la cabeza notando su mirada desconcertada, “Mi tesis va a unir una serie de terapias y propuestas para niños y adolescentes victimas de abuso, para ayudarlos a salir adelante”
Thiago comenzó a parpadear, intentando comprender lo que le estaba relatando. “¿Y... cómo te puedo ayudar yo?”, balbuceó sin llegar a comprender completamente.

Suspiró. No era su intención cerrarse de esa manera, sólo que había ciertos puntos que le generaban un terrible ataque de ansiedad, la misma sensación que le generaba exponer su espalda a una persona que no tuviera su confianza. “Sigo sin entender en que te puedo ayudar yo”, susurró, su voz sonaba algo áspera y seca.
“Vos sos un ejemplo que se puede salir adelante, que es posible rearmarse y llevar una vida estable”, afirmó sin dejar de observar el cambio de expresiones en su rostro. “Necesitó armar... una especie de cuestionario para demostrar que es posible... Y necesito encontrar más gente, algunas personas se donde encontrarlas de la práctica, pero me hacen falta más casos... Así que había pensado que Manu y Juani también me pueden ayudar...”
Lo miró de reojo, frunciendo el entrecejo, “¿Cómo sabés si Manu y Juani fueron...?... Debés haber cruzado diez palabras con ellos”, dijo sin poder completar las frases.
Hizo una mueca con la boca, asintió encogiéndose de hombros dejando entender que era algo que sabía gracias a su análisis.
Quedó unos minutos pensativo con la cabeza apoyada contra Franco, intentando ordenar las ideas en su cabeza, hasta finalmente enderezarse. Sacó el paquete arrugado del bolsillo de su jean junto con el encendedor, hechándole fuego a un cigarrillo. “A Manu le puede llegar a interesar tu tesis”, comentó acercando el cenicero que estaba sobre la mesita ratona, conteniendo un cementerio de colillas aplastadas del día que Franco se fuera a Pinamar.
Franco lo miró extrañado, sin comprender porque el dueño del boliche podía estar interesado en el tema de su tesis.
“¿Te acordás... ese día que me viste tomando un café con Manu?”, sonrió entre pícaro y divertido, recordando la inimaginable cadena de eventos que se había desatado producto de haberse sentado a tomar un simple café con su ex-jefe.
"Me acuerdo bastante bien, sí”, afirmó compartiendo la sonrisa cómplice.
Suspiró, intentando inyectar seriedad a sus palabras. “Bueno, Manu me había mandado un mensaje porque quería contarme sobre un proyecto que tiene hace tiempo... y que finalmente se estaban dando las aprobaciones para llevarlo adelante”, comenzó a contar Thiago.
“¿Con el boliche?”, preguntó Franco sin terminar de comprender de que estaba hablando el moreno.
“Eh... No... Para Manu el boliche es como... un patio de recreo. En verdad su familia es dueña o parcialmente dueña de una especie de conglomerado con muchas áreas... o algo así...”, contó Thiago haciendo gestos con las manos.
Ladeó la cabeza sin demasiada sorpresa, la postura de Manu era la de un hombre de negocios, un estratega que sabía manejar los tiempos a sabiendas de las reacciones de los demás.
“Hace tiempo que Manu está armando un proyecto... un centro para albergar niños y adolescentes víctimas de abuso. Ya empezó a construir el edificio en un predio que compró hace mucho. Y me pidió ayuda porque quiere armar una especie de talleres para capacitarlos, para que además de brindarles educación tengan habilidades para salir a trabajar. Y uno de los talleres que quiere armar es de cocina, así que quiere... hacer toda una sala que sirva para enseñarles a los pibes a cocinar cosas simples... Y me pidió consejo sobre un par de cuestiones...”, continuó contándole con detalle como habían discutido sobre otras posibles capacitaciones que podrían ser útiles, como lo había puesto en contacto con otras personas que de buena manera serían voluntarias. “Busca voluntarios para los talleres, porque no puede sumarlos como planta permanente... Todo lo está pagando él... de su bolsillo... Me pareció una buena causa, yo tengo mi trabajo, así que no necesito que me paguen por dar clase unas horas por semana”, concluyó viendo la sonrisa amable de Franco mientras lo observaba, “¿Qué pasa?”
Sacudió la cabeza, pensando en la disparidad con su familia, tanto su madre como su padre no aceptarían trabajar ni una hora sin ganar dinero. Sin embargo Thiago, siendo mucho más humilde, sin tener nada, no le importaba sacrificar horas de su tiempo libre para ofrecerse de voluntario. Acarició suavemente la línea de su cuello, “Nada. Tenés un corazón de oro”
Mirándolo de ojo, entrecerrando los ojos por la gentileza de la caricia, sonrió avergonzado por el halago. “Bueno, en fin... A Manu seguro le interesaría el tema de tu tesis porque se ajusta a su proyecto, así que de seguro puede colaborar en algo”
“¿Y Juani?”, preguntó trasladando las caricias a su nuca, sintiendo en sus dedos como su toque provocaba un leve temblor en la piel del moreno.
“Juani... es un misterio, es muy reservado. Calculo que si Manu se lo pide, también puede colaborar”, comentó parpadeando ante la relajación ocasionada por los mimos. Franco comenzó a acurrucarse para que lo abrazara, apoyando la cabeza en su pecho. Besó sus cabellos alborotados con dulzura, pensando en la gama de sentimientos por las que había atravesado en unos pocos minutos hasta llegar a la de completa ternura que le generaba tenerlo allí entre sus brazos.
“A pesar de ser poco sincero con tus sentimientos, creo que sos la persona más honesta, sincera y amable que he conocido en mi vida”, murmuró ciñendo sus brazos alrededor de él con más fuerza. “Y además sos muy lindo”, completó la frase provocando otra risa vergonzosa en el moreno.
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