Capítulo XIV




Ingresaron al kiosco para encontrarse a Willy con cara de aburrido observando la pantalla de la computadora. Al verlos ingresar el rostro se le iluminó, por fin había llegado alguien para matar el letargo de un día lento de trabajo y compartir unos mates.

¿Qué dice la parejita feliz?”, preguntó con tono sarcástico. 
 
Franco me fue a buscar al laburo... Pasamos por acá y paramos a saludar...”, comentó Thiago saludándolo con un beso en la mejilla, tomando posesión del taburete a su lado tras el mostrador.

Franco extendió la mano para saludarlo y cruzar unas palabras.
Así que el señor ya es casi Psicólogo”, bromeó Willy entendiendo un mate hacia Thiago.

Comenzó a absorber de la bombilla, asintiendo. “¿Viste? Lloró y lloró con la nota, al final... todos dieces”, siguió la broma, terminando el mate para devolverlo.

Franco los miró a los dos sacudiendo la cabeza. “Yo no sé la nota hasta que me la dan, no ando festejando de antemano”, dijo recibiendo un mate caliente y medio lavado de las manos de Willy.

¿Y ya tenés el tema de la tesis?”, preguntó Willy, cebándose un mate y poniendo cara de asco. Tiró la yerba superficial para ensillarlo mientras escuchaba la respuesta de Franco.

Tengo varios... Uno en particular que me interesa más... Pero estoy leyendo algunos materiales de referencia para redondear la idea, porque todo el tema está un poco disperso.”, contó Franco con gesticulaciones en el aire.

Conversaron unos minutos sobre temas triviales, el clima, el calor de fin de la primavera. Willy observó detenidamente la postura de ambos, la dinámica entre ellos, como sutilmente se tocaban o se decían frases con doble sentido. Era notorio que ahora Franco era versátil, y que debían estar haciéndolo como conejos. A la edad de ellos, él también lo hacía. Lo embargó una sana envidia, deseando volver a esa edad más inocente y potente, en la que uno podía estar todo el día enganchado en la cama con un hombre.

Thiago devolviendo el mate, hizo un gesto recordatorio para sí mismo. “¿Lo viste a Pepe? Anda desaparecido, hace un montón que no lo veo...”, comentó con tono completamente casual.

No”, fue la escueta respuesta de Willy mientras le extendía el mate a Franco mirándolo a los ojos.

Captó la indirecta. Llevaba un tiempo sin pasar a conversar con él, así que no entendió completamente que implicaba. Pero era evidente que algo había sucedido entre ellos. “¿Tenés algo para comer? Estoy muerto de hambre”, comentó intentando desviar el tema.

Thiago miró extrañado, paseando la mirada ente ambos, sin entender la actitud seca de Willy y notando como Franco había cambiado el objetivo. “Vivís con hambre, eso es porque no desayunás bien”, comentó, decidiendo abandonar el tema pero tomando nota mental de preguntarle luego.

Estás rodeado de comida, nabo. ¡Agarrá lo que quieras!”, exclamó señalando la mercadería del kiosco. Observó como Franco seleccionaba un paquete de galletitas y lo abría, convidándoles.

El tintineo de la campanilla de la puerta provocó que los tres giraran para espiar quien había entrado, encontrándose con un Pepe acalorado que los saludaba efusivamente como era su costumbre. Casi parecía que lo habían llamado con tan sólo nombrarlo minutos antes. Luego de saludar a todos, se paró frente a Willy acodándose al otro lado del mostrador.

¿Qué hacés, perdido?”, preguntó Thiago a la vez que encendía un cigarrillo.

    “¡Uf, estoy hasta las manos de laburo en la peluquería! Se acerca esta época del año y entre egresos y fiestas de fin de año, tengo cero tiempo libre”, explicó Pepe, tomando con avidez un mate que le extendía Willy.

¿Y no tendrías que estar en el laburo ahora?”, preguntó Thiago pitando su cigarrillo.

Sí, debería estar camino a la peluquería”, dijo mirando directamente a Willy mientras apoyaba con un golpe el mate sobre el mostrador, “Pasa que si alguien me contestara los mensajes, no me tendría que cruzar media ciudad a toda velocidad para venir hasta acá”, su voz denotaba un breve reproche, sonando más masculina de lo usual.

La actitud de Willy había cambiado desde el momento en que Pepe había cruzado la puerta. Antes bromeaba y sonreía, tomando mate alegremente con ellos. Ahora estaba serio y taciturno, sin pronunciar palabra.

Franco y Thiago intercambiaron miradas, confirmando que definitivamente había sucedido algo que ellos desconocían. Casi como si pudieran leerse la mente, ambos decidieron hacerse los desentendidos.

Las antenas de celulares están funcionando muy mal”, comentó Thiago observando como su cigarrillo se consumía.

Sí, muy mal”, concordó Franco mordisqueando una galletita, sin dejar de analizar la situación de tensión entre ambos. Pepe observándolo fijamente, intentaba entablar una conversación, al tiempo que Willy fingía una falsa concentración en el mate, pretendiendo no escucharlo.

Al cabo de un par de minutos de conversación sin respuesta, Pepe se inclinó hacia adelante en el mostrador, poniéndose en puntas de pie, mirando sin rodeos a Willy. “¿No me vas a hablar? ¿En serio?”, exclamó indignado.

Willy sacudió el termo, dejando oír que quedaba sólo un fondo de agua, “Voy a calentar más agua para el mate”, comentó mirando en dirección de Thiago y Franco. Se bajó del taburete y cruzó la puerta en dirección a la cocina ante la mirada atónita de los tres, cerrándola tras de si con un portazo.

Pepe quedó boquiabierto, largó un bufido mientras apoyaba la frente en sus brazos, sacudiendo la cabeza en señal de desasosiego.

Volvieron a intercambiar miradas, estupefactos por la escena que acaba de transcurrir frente a sus ojos, para girar nuevamente hacia Pepe en su postura agotada.

¿Qué... mierda pasó entre ustedes?”, preguntó finalmente Thiago con tono intrigado aplastando el cigarrillo en el cenicero.

Pepe levantó la cabeza con los ojos desorbitados. “¡¿Qué pasó?! ¡Es lo que quisiera saber!”, exclamó levantando el tono para que su voz llegara hasta el otro lado de la puerta, lo que provocó un sobresalto en el moreno. “¡Porque si viene uno de tus mejores amigos, te rompe la boca de un beso, te dice que está enamorado de vos, se va y a los diez minutos te manda un mensaje diciendo que te olvidés de todo, que fue un error, que estaba borracho! ¡¿Vos que mierda hacés?!”

La mandíbula de Thiago cayó con sus ojos abiertos de par en par. “¿Cuándo pasó eso?”, logró balbucear sin salir de su asombro. Willy finalmente había tenido el coraje de confesar sus sentimientos, arrepintiéndose de inmediato. Había pensado que jamás iba a juntar el valor para hacerlo, pero no llegaba a comprender porque se había retractado. Era comprensible el estado de alteración absoluta en Pepe, conociéndolo a él y sus obsesiones, era lo único que debía ocupar su mente en ese momento.

El fin de semana que se recibieron, que fuimos al boliche. Cuando salimos, como vamos para el mismo lado, nos fuimos caminando juntos, normal. Llegamos a la puerta de mi edificio y... eso...”, la historia de Pepe terminó en un murmullo casi inaudible. “Desde ese día que estoy mandándole mensajes. He venido hasta acá cuando salí del laburo, pero ya tiene el kiosco cerrado y no me atiende cuando toco el timbre. Estoy lleno de laburo, ahora me tuve que pedir un par de horas a regañadientes de mi jefa...”

Franco recordó la noche del boliche, más de una semana atrás, la conversación que había tenido con Willy estando borracho. Se pasó la mano por los cabellos despeinándose, sintiendo una punzada de culpabilidad por instigarlo a tomar acción. Aunque la reacción de Pepe era la que él había predecido, estaba curioso y obsesionado. Se paró apoyando un codo en el mostrador, mirando directamente a Pepe. “¿Te interesa Willy?”, preguntó sin rodeos.

Que se yo... No me dio oportunidad de pensar la situación, por eso estoy caliente. Me dijo eso y después me dijo que me olvide... o sea, empezó algo y lo terminó, yo... no tuve decisión sobre le asunto...”, balbuceó desconcertado ante la pregunta.

No me contestaste. ¿Te interesa Willy? ¿Te interesa empezar algo con él?”, repreguntó remarcando las palabras.

Pepe lo miró, apoyando una mano en su frente mientras se acodaba en el mostrador. “No se... Sí, que se yo... Tengo un despelote en la cabeza...”, dijo con un suspiro, “Me sorprendió... porque nunca pensé que Willy... Nunca lo vi así... de esa manera”, finalizó con otro suspiro.

Thiago escuchó la conversación, hasta ver como Franco lo miraba de reojo con una sonrisa. “Sos un nabo. Willy hace un montón de tiempo que... muere por vos”, susurró por lo bajo para no ser escuchado del otro lado, “Si te interesa, seguilo. Esta puerta está abierta, andá... Pero tomalo en serio, porque lo que él siente por vos no es joda”, concluyó señalándolo con un dedo.

La mirada de Pepe se tornó indecisa, alternando la vista entre la puerta y ellos, viendo a Franco que asentía concordando con las palabras de Thiago. Inhaló profundamente, tomó su mochila arrojándosela a Thiago mientras pasaba tras el mostrador a toda velocidad, cruzando la puerta hacia el interior de la casa.

    Encontró a Willy apoyado cómodamente contra la mesada de la cocina, cruzado de brazos y piernas, esperando que el agua comenzara a calentar en la pava. Al verlo entrar le dedicó una mirada profunda y giró para verificar la temperatura del agua abriendo la tapa, volvió a cerrarla al ver que aún no burbujeaba.

Cerró la puerta tras de sí, observando los alrededores de la casa, un poco desprolija, pero cálida, descripción que podría aplicarse por igual a su dueño. Se acercó caminando lentamente, intentando captar su atención, sin tener éxito ya que permaneció con los ojos clavados en el piso frente a él. Pepe estiró sus manos para tomar su rostro, acariciando su incipiente barba, murmurando su nombre. Willy esquivó sus manos tirándose hacia atrás, girando la cabeza hacia un costado.

No, no hagas esto, Pepe”, pidió de manera firme pero tranquila.

¿Hacer qué? Ni siquiera se que es esto...”, reclamó subiendo los hombros. “No me hablás, me evitás desde el otro día... Decime... ¿Qué querés que haga?”, completó la frase apoyando la mano en sus brazos que permanecían cruzados.

Willy bajó la vista y descruzó los brazos, para sacarse de encima el toque de Pepe. Metió la mano en los bolsillos, volviendo a mirar hacia la pava que estaba tomando una eternidad en calentar el agua. “Nada. No quiero que hagas nada. Olvidate lo que pasó”.

Suspiró colocando sus brazos en jarra y ladeando levemente la cadera. “¿Desde cuándo?”, preguntó mirando al mismo punto en el piso que estaba mirando Willy.

¿Desde cuándo qué?”, parafraseó lacónicamente.

Pasa esto. ¿Cuánto hace? ¿Cuándo te diste cuenta?”, repreguntó haciendo ademanes subiendo el tono de voz con cada pregunta.

Blanqueó los ojos, mirando hacia el techo, “¡Qué importa eso!”, contestó encogiéndose de hombros.

¡A mi me importa, ¿hace cuánto?!”, vociferó haciendo ademanes, cayendo con cada palabra en un estado de desesperación ante la inmutabilidad del otro.

Lo observó un momento como su postura se tornaba agresiva, las venas de sus sienes comenzaban a hincharse del enojo. Suspiró haciendo una mueca con la boca. “Hace como cinco años”, confesó tranquilamente. “Cuando te conocí... sólo pensé que eras lindo... Para cuando me di cuenta, ya era tarde...”, prosiguió sin dejar de notar el asombro propagándose por el rostro de Pepe, provocando que su postura se relajara.

Cinco años. Un torbellino de recuerdos de los últimos cinco años invadió su mente. Todas las veces que había descargado en él los problemas con sus novios, situaciones de engaños y enredos amorosos, siempre sabiendo que podía contar con él y con su sabio consejo, con sus palabras objetivas. Y no pudo evitar pensar en su dolor, mientras pacientemente lo escuchaba mate de por medio. Se tapó la cara con las manos para controlar el impulso de lagrimear. “Todo este tiempo... te hice mierda...”, exclamó con tono lastimero.

No... Ahora me estás haciendo mierda”, afirmó con tono severo en su voz, notando sus ojos húmedos por la situación.

Willy...”, murmuró con una mirada lastimera en sus ojos apoyando la mano sobre su pecho. Pudo sentir a través de su palma la rapidez con la que latía su corazón, a pesar de mantenerse calmado e inmutable. Subió la mano recorriendo su cuello hasta acariciar su mejilla, paseando el dedo pulgar por sus labios.

Cerró los ojos ante la caricia de esa piel que tanto anhelaba, sintiendo un escalofrío bajando por su columna vertebral. Inhaló profundo, escuchando como la tapa de la maldita pava empezaba a tintinear, anunciando que finalmente el agua para el mate estaba lista. Apartó su mano, apagando la hornalla y destapando el termo vertió dentro el líquido humeante. Volvió a apoyar la pava y colocó la tapa del termo, consciente que todos sus movimientos habían sido seguidos fijamente.

¿Qué vamos a hacer?”, balbuceó desconcertado.

¿Vamos?”, una sonrisa sarcástica se dibujó en sus labios. Apoyó las manos sobre la mesada, apartando el termo de delante suyo por temor a volarlo en un exabrupto. “Yo por lo menos... Nada”

¿No me vas a dar siquiera una oportunidad?”, reprochó dándole un empujón suave en el hombro. “O sea, me decís que hace cinco años que estás enamorado de mi y sin tiempo a reaccionar me cerras la puerta en la cara, sin oportunidad de empezar algo”, acompañó la última frase con otro empujón un poco más fuerte.

Giró, apoyando el peso de su cuerpo sobre una sola mano que permanecía apoyada sobre la mesada. “A ver, Pepe... Los dos sabemos que estoy lejos del ideal de hombre que te gusta”, exclamó con tono duro, “Es más, soy todo lo contrario. Soy mayor que vos, no soy alto, no tengo un gran lomo, y definitivamente no soy ni seré un metrosexual como los pendejos que te gustan”, dijo enumerando con los dedos. “¿Qué podemos empezar? Al primer pibe que te haga ojitos, te vas a ir atrás de él y me vas a dejar en seco”

Una mezcla de ofensa y enojo cruzó por los ojos de Pepe. “¡Sos un estúpido de mierda!”, vocifero enfadado, evidentemente agitado por la contestación. Le dio otro empujón que provocó que perdiera el equilibrio, “¡¿Tan poca fe me tenés?!”

Cerró los ojos, recibiendo el tercer empujón que lo hizo trastabillar hacia atrás, conteniendo las ganas de responder la agresión. “No es que...”, negó con la cabeza considerando fútil mantenerse en esa conversación. Cerró los ojos aferrándose al mármol de la mesada tras él, sacudiendo levemente la cabeza.

Hablame”, suplicó Pepe con tono lastimero tomando firmemente el cuello de su camisa para hacerlo inclinarse hacia él. Lo besó tiernamente sin ser correspondido, razón por la que apoyó su rostro junto al de Willy. “No me descartes sin haberlo intentado”, murmuró más cerca de su oído, comenzando a besar su cuello con besos suaves.

Tras un pequeño jadeo causado por esos besos incitantes, lo apartó tomándolo por los hombros, a tiempo para ver una lágrima rodar por su mejilla. Sintiendo una punzada de culpabilidad, sacudió la cabeza. “No llores”, dijo mientras secaba la lágrima con su mano, acariciando su rostro.

Agarró fuertemente el brazo que lo acariciaba por la muñeca, para que esa mano no se alejara de él. Besando su palma, le devolvió la mirada con sus ojos humedecidos por la situación. “Dame una oportunidad”, murmuró de modo casi inaudible.

Cerró los ojos con gesto vencido. Deslizó la mano detrás de su nuca mientras con el otro brazo rodeaba su cintura, atrayéndolo hacia su cuerpo, besándolo apasionadamente. Exploraron sus bocas hasta quedarse sin aliento, y comenzó a descender por su cuello, escuchando los gemidos de aceptación de Pepe. Completamente excitado, deslizó su mano bajo la remera acariciando su espalda.

Estoy todo transpirado”, alcanzó a murmurar entre jadeos.

Me importa un carajo”, contestó Willy jalando de su remera para arrancarla a tirones por sus brazos, mientras comenzaba a empujarlo hacia la pared. Acarició su pecho, pellizcando sus tetillas y besándolas, mientras Pepe se enlazaba con sus brazos y piernas como una araña a su cuerpo, pronunciando su nombre entre jadeos. Súbitamente se separó de él, cayendo en la cuenta de algo. “Pará, esperá un momento”, dijo separándose.

¿Qué?”, preguntó jadeante sujetando su brazo, temiendo que Willy se escapara nuevamente.

Que Thiago y Franco están en el kiosco, les voy a decir que se vayan y cierro el kiosco”, murmuró como si todo el ruido que habían hecho hasta el momento no hubiera podido traspasar hacia el otro lado de la pared.

Uh... Tengo que llamar al laburo para avisar... o inventar algo...”, exclamó rebuscando el celular en los bolsillos de su jean.

Franco y Thiago habían sido testigos de toda la escena a través de la puerta entreabierta, haciendo hinchada por Willy y festejando las acertadas frases de Pepe. Al escuchar que Willy se aproximaba a la puerta, ambos pretendieron no estar enterados de lo que ocurría, conversando sobre el sabor de las galletitas que continuaban degustando.

Fuera. Los dos”, ordenó Willy con un ademán observando la sonrisa sarcástica de ambos.

Thiago tomó su morral rápidamente y a la pasada tomó algo de la pared que arrojó en dirección a Willy. “No te olvidés los pitufos”, dijo disfrutando la mirada a atónita al atajar el empaque.

Salieron despedidos a la acera a causa de los empujones de Willy, riendo y haciendo ademanes de victoria y felicitaciones. Se miraron, encogiéndose de hombros y compartieron una risotada cómplice, mientras comenzaban a caminar para alejarse de la escena del crimen.

Doblemos acá, así pasamos a buscar los resultados por el laboratorio antes de ir a casa”, indicó Franco señalando la esquina a la que se estaban aproximando.

Ah, ¿hoy había que retirarlos?”, preguntó buscando el celular en el bolsillo para ver la fecha.

Sí... Por eso te pasé a buscar por el restaurante...”, contestó mirándolo de reojo.

Levantó la cabeza, achicando los ojos al mirarlo. Chocó su hombro contra él, acercando su rostro, “Me parece a mi o... ¿tenés muchas ganas de mandármela sin pitufo?”

    Franco largó una risa. En el último tiempo, Thiago había comenzado a soltarse, teniendo menos reparos en sus comentarios al ver que tenían buen recibimiento por su parte. “En todo caso... No soy el único beneficiario, ¿no?”, comentó pícaramente.

Thiago se acercó aún más para susurrar a su oído, “¿Sabes qué? Toda la escenita en el kiosco me hizo calentar”, murmuró.

Lo miró de reojo con una sonrisa pícara dibujada en los labios, “Entonces caminemos más rápido”, dijo Franco apurando el paso.




No hay comentarios.

Publicar un comentario