Capítulo XIII




    Su cabeza era un remolino confuso de pensamientos, ahora que finalmente había rendido el último final, la escena que había visto desde el colectivo camino a la facultad no dejaba de reproducirse como en un bucle frente a sus ojos. Escuchó el chasquido de la llave al girar y el crujido de la puerta al abrirse, dejando ver parcialmente el rostro de Thiago por la hendidura de la puerta entreabierta.

Ey, pasá, pasá”, dijo Thiago ocultándose tras la puerta mientras la abría lo suficiente para que entrara por ella. Las gotas caían de su cabello húmedo resbalando por sus hombros desnudos, vistiendo sólo un par de bermudas cazadoras, descalzo contra el frío cerámico. “Llegué del laburo y me metí a la ducha, hace un calor terrible afuera”, dijo mientras le daba un beso de bienvenida.

Correspondió el beso, siguiéndolo mientras se adentraba en el departamento secándose el cabello con un toallón. Su cabeza se inundaba de pensamientos negativos a medida que recorría su cuerpo con la mirada. Si otros labios habían recorrido la línea de su cuello, o habían besado esos labios carnosos, si otros brazos habían rodeado esa cintura. Apoyó la carpeta que llevaba sobre la mesa, cerrando los ojos fuertemente mientras apuntalaba ambas manos sobre la mesa, en un intento desesperado por controlar la oleada de celos que lo invadía. Había logrado dominar el sentimiento al momento del examen, para que no lo distrajera del objetivo, concentrándose en completar las consignas. Sólo había logrado empeorarlo, ahora era lo único que dominaba sus pensamientos.

Notó su postura tensa, apoyado con ambas manos sobre la mesa con la cabeza hundida entre sus hombros, lo que provocaba que sus omóplatos resaltaran en su espalda. Pensó que quizás estaba cansado por el estrés del examen, siendo que era el último para completar su carrera, después sólo falta la tesis, como el mismo Franco había proclamado. O a causa del calor agobiante que calcinaba la piel con solo entrar en contacto con un rayo de sol. “¿Te fue bien en el final?”, preguntó al pasar, sin dejar de observar su reacción.

Sí, creo que sí”, contestó mecánicamente.

Frunció levemente el entrecejo, extrañado por la respuesta tan corta, siempre era tan vivo y curioso, hablando sin parar, abrazándolo cuando estaba contento. Verlo así tan quieto lo hizo preocuparse. “Ey, ¿estás bien?”, comenzó a acercarse para verle el rostro.

Sí”, volvió a contestar escuetamente. Giró su cuerpo de forma brusca, apoyando una sola mano sobre la mesa, para enfrentarlo. “No... Cuando iba en el colectivo para la facultad...”, pestañeó inquieto por la sonrisa del moreno en las imágenes que invadían su mente, “Te vi en un bar tomando un café con Manu”.

Arqueó las cejas ante la solemnidad en el rostro de Franco que esquivaba su mirada alterado mientras un rictus de recriminación comenzaba a dibujarse en sus labios. “Sí, ¿y?”, enderezó la cabeza, comprendiendo súbitamente de que se trataba toda esa representación de malestar, “Pará, pará... ¿Otra vez me estás haciendo una escena de celos?”, exclamó tirando el toallón sobre una silla con actitud enfadada, “Antes era Ramiro, ahora es con Manu... ¡¿Tan poca confianza me tenés?!”, el tono de su voz aumentó denotando su enojo.

Explotó, como un dique al quebrarse dejando escapar el agua contenida, sus sentimientos apilados lo desbordaron. Lo tomó de los hombros empujándolo hasta que su espalda golpeó violentamente contra la pared tras él. “¡Sí, ¿y qué?! ¡¿Cómo mierda querés que me ponga si te veo tomando un café con uno de tus ex?!”, tragó saliva observando el asombro reflejado en los ojos de Thiago, “¡Ni siquiera me contaste que te ibas a juntar con él! ¡Paso y te veo ahí sentado, feliz de la vida, tomándote un café! ¡¿Cómo mierda se supone que reaccione?!”, el tono de su voz sonaba descontrolado, alejado de la tranquilidad con la que solía expresarse. “¡Hace como... tres meses y medio que salimos y el único que parece tomar esta relación en serio soy yo! ¡Vos... vas y venís... te importa un carajo!”

Lo observó boquiabierto, sus mejillas habían tomado un tono rojizo, sus ojos oscurecidos por el absceso de ira. Apoyó su mano en su pecho ejerciendo presión para alejarlo de él provocando que perdiera el balance y soltara sus hombros. “¡¿Qué mierda te pasa?! ¡¿Quién no toma está relación en serio?! ¡¿Quién es el pelotudo que va todas las noches a llevarte comida?!”, volvió a empujarlo al notar que Franco volvía a acercarse, sin poder detener su exabrupto, “¡¡¡Y desde cuando tengo que contarte todo lo que hago en el día!!! ¡Si no me tenés confianza luego de todo este tiempo es problema tuyo, no mío! ¡El que mas lleva las de perder acá soy yo, no vos! ¡Si un día venís y me decís que te vas con una mina, te vas y listo, porque siempre fuiste hetero! ¡Así que importa un carajo cuanto te amo, te vas igual! ¡Y no se cómo mierda se te puede cruzar por la cabeza que me puedo encamar con Manu! ¡Le llego a tocar un pelo a Manu... viene Juani y me caga a patadas en el culo!”, terminó la frase señalando la puerta con la mano, como si en ese momento pudiera materializarse el modelo con su rubia figura cruzando el umbral.

Impactado, tomó su rostro bruscamente con ambas manos, forzándolo a mirarlo a los ojos. “Repetí lo que dijiste”, ordenó con marcada desesperación en la mirada.

Intentó zafarse del agarre que lo había forzado a llevar la espalda contra la pared nuevamente, “¿Qué? Que viene Juani y me caga a trompadas si...”, comenzó a pronunciar las palabras hasta que lo interrumpió.

No, eso no... Lo que dijiste antes de eso...”, su voz sonaba suplicante, expectante. 
  
¿Qué dije...?”, balbuceó Thiago rememorando sus palabras. Intentó reproducir en su cabeza lo que había escupido en su arrebato sofocado hasta finalmente encontrar lo que Franco estaba buscando. Su cráneo golpeó duramente contra la pared, deseando que en ese instante se convirtiera en gelatina y lo tragara hasta desaparecer, apretando los ojos y mordiéndose los labios.

Rodeó fuertemente sus hombros con sus brazos, hundiendo la cabeza en su cuello, sin dejarle posibilidad de escape. “Por favor, por favor...”, imploró Franco, “Soy un boludo inseguro que te ama demasiado...”, comenzó a besar su cuello dulcemente hasta llegar al ángulo que formaba con su mandíbula sin detener sus súplicas, “Es la primera vez en mi vida que me siento así... Por favor... Necesito escucharlo...”, pasó su pulgar por sus labios para forzarlo a salir de la posición de negación en la que se había trabado.

    Largando un suspiro de resignación, Thiago lo abrazó fuertemente, abarcando su cintura y espalda con los brazos, mientras bajaba la cabeza derrotado. “Ta', ta', cortala...”, murmuró. Inhaló sonoramente, tomando coraje, incrementando la constricción de sus brazos hasta que no quedara ni un milímetro de separación entre ambos cuerpos. “Te amo... Te amo muchísimo... Demasiado... Y eso... me da un pánico terrible”, soltó el aire mientras pronunció la última frase, escuchando dentro suyo el ruido de la última barrera de protección quebrarse en mil pedazos. 

    No, no, no tengas miedo... No”, susurró besando su mejilla de manera suave hasta llegar a sus labios. “Otra vez. Decilo otra vez.”, pidió alternando los besos entre su labio inferior y superior.

Te amo... Te amo... Te amo...”, concluyó besándolo apasionadamente, instigado por esos besos convincentes. Sin poder contenerse, recorrió su cuello alternando entre su lengua y sus dientes, saboreando la piel de Franco hasta provocar un gemido de satisfacción. 
 
Hundiendo los dedos en sus cabellos húmedos, inclinó la cabeza hacia atrás, ofreciendo la extensión de su cuello sin contener sus quejidos, hasta que el moreno regresó a su boca para darle un beso apaciguador. Se acercó a su oído para murmurar, “Haceme el amor”

Se apartó sobresaltado, mirándolo con sus ojos grandes como platos. “¿Qué?”, atinó a pronunciar sin abandonar su estupor.

Haceme el amor... o partime al medio, como dijiste el otro día”, sonrió intentando volver a besarlo.

Thiago volvió a esquivarlo, boqueando mientras su mente intentaba procesar sus palabras, hasta recordar la conversación que habían tenido semanas atrás. Largó una carcajada, sacudiendo la cabeza, “Realmente sos como una quinceañera”, exclamó pasando la mano por sus cabellos rubios despeinados, “No necesitás hacer eso... en serio, no es necesario”

Frunció el entrecejo, asomando el labio inferior en un gesto de reproche. “Pero yo quiero. ¿Vos no querés?”, preguntó volviendo a envolverlo posesivamente con su brazos y acariciando sus cabellos.

Cerró los ojos, en un intento por mantener el autocontrol ante los actos seductores de Franco. “Sí, sí quiero. Pero no así... No porque te propusiste a que cuando yo te dijera lo que sentía lo íbamos a hacer, sino porque...”, se detuvo cuando comenzó a sentir sus besos por las mejillas hasta llegar a sus párpados.

Yo quiero en serio... Sólo estaba esperando que fueras sincero... conmigo y con vos mismo”, murmuró mientras se detenía para mirarlo a los ojos. 
 
Humedeció sus labios, indeciso sobre como proceder, sintiendo los dedos de Franco jugueteando con sus cabellos. Se enderezó de manera enérgica, apartándolo suavemente, mientras pensaba excusas para escapar de la situación. “No, no es tan simple... Hay que limpiarse, prepararse...”, comenzó a contestar de manera evasiva.

Enseñame, explicame que tengo que hacer”, exclamó con tono desafiante, sonriendo resuelto a no dejarlo esquivar la situación.

Suspiró pesadamente, arrinconado contra la pared, sintiendo como su corazón bombeaba cada vez más fuerte. Juntó su frente con la de Franco, sacudiendo la cabeza resignado. “Me 'ta matando vo', ¿eh?”, murmuró entre dientes. “Bueno, bueno... Vení...”, dijo tomándolo de la mano y arrastrándolo hacia el baño. Entraron con un poco de esfuerzo, como quien intenta encajar las piezas de un rompecabezas, en ese ambiente reducido. Abrió uno de los cajones del gabinete bajo el lavamanos sacando un estuche de tamaño mediano. Descorrió el cierre y comenzó a revolver en su interior hasta encontrar lo que buscaba, sacando una pera de goma aún en el empaque y un frasco de lubricante para ponerlos en sus manos. 
 
Franco miró intrigado los objetos y volvió a mirarlo, prestando atención atentamente a la descripción que le daba Thiago de como utilizar la perita para realizarse un lavaje. Su mandíbula fue cayendo lentamente, inclusive luego de terminada la explicación, hasta quedar completamente boquiabierto. “¡Wow! ¿Vos haces eso?”, preguntó maravillado por lo que acababa de escuchar.

Todos los días... es higiénico y... te acostumbrás”, respondió metiendo las manos en los bolsillos con gesto incómodo.

Volvió a observar los objetos en sus manos, comenzando a comprender porque era tan placentero tener sexo con Thiago.

Si no te animás, no importa”, dijo estirando los brazos para tomar los objetos.

Los apretó fuerte contra su cuerpo, para evitar que se los sacara. “No, está bien”, afirmó convencido. Si Thiago lo hacía todos los días por él, entonces no era un sacrificio en vano.

Bueno... ¿Querés que te ayude?”, preguntó a sabiendas de la respuesta. Lo observó negar firmemente con la cabeza, con una expresión alarmada en el rostro.

De paso me puedo pegar una ducha.”, dijo Franco pensativo, “Entre el final y el calor que hace afuera, estoy un poco transpirado”

Thiago se retiró del baño para volver con un toallón limpio, indicándole los trucos especiales para manipular las canillas de la ducha y que el agua salga a la temperatura justa. Salió cerrando la puerta tras de sí, mirando hacia el piso, momento en el que se percató que no llevaba remera y estaba descalzo. Con todo el revuelo, ni siquiera había terminado de vestirse. Miró hacia el departamento, ordenando cosas que encontraba por el camino para aplacar la ansiedad de quien espera. Apagó el tercer cigarrillo justo al mismo tiempo que escuchó el chasquido de la puerta del baño al abrirse. Volvió a apoyarse con los brazos cruzados contra la mesada viendo a Franco salir rodeado en una voluta de vapor con el toallón atado a su cintura, intentando acomodar los mechones que caían sobre su frente con la mano. “¿Todo bien?”, preguntó mirándolo con ternura.

Aaah, ahora estoy más fresco... y liviano”, comentó Franco pasándose la mano por el estómago mientras se acercaba hacia él, escuchando los acordes dulces de una canción en portugués que salían del pequeño parlante enchufado al celular de Thiago. “¿Es música brasilera?”, preguntó curioso mientras pasaba inadvertidamente los brazos por su cuello.

Lo tomó de la cintura, asintiendo mientras acariciaba con suavidad la curva de su espalda hacia arriba.

Es muy linda, aunque no entiendo que dice”, comentó conteniendo un escalofrío por los dedos que recorrían su espalda.

Son canciones románticas...”, dijo encogiéndose de hombros dando a entender que el significado era igual a cualquier otra canción de amor, de abrazos, del rocío de la mañana, de corazones rotos y almas reencontradas. 
 
Y después me acusas a mi de ser romántico...”, rió mientras posaba su labios suavemente sobre los suyos, recostando provocativamente su cuerpo casi desnudo sobre el del moreno. Se separó unos centímetros para mirarse y mirar a Thiago, completamente vestido con sus bermudas cazadoras y una prolija camisa manga corta a cuadros, y desenredando el toallón de su cintura bromeó, “Una de dos, o vos tenés mucha ropa o yo tengo muy poca”, una sonrisa pícara cruzaba sus labios mientras dejaba caer el toallón sobre una silla, mostrando su miembro semierecto desvergonzadamente. 
 
Observó boquiabierto el cuerpo rosado frente a él, como si fuera la primera vez que lo veía, con su corte tan perfecto, algunas gotas de agua resbalando por sus músculos apenas marcados. Tragó saliva, tirando la cabeza levemente hacia atrás mientras cerraba los ojos, reteniendo el poco autocontrol que podía ejercer sobre su libido ante esa visión. “En serio... no es necesario hacer esto...”, su voz sonó quebrada, algo ronca, su garganta reseca lo hizo carraspear. Sintió la mano de Franco en su mejilla, recorriéndole con el pulgar sus labios, y de manera inconsciente comenzó a succionarlo.

¿Ya te achicaste? ¿O no querés?”, preguntó a sabiendas de la respuesta. Apoyó su mano en el bulto palpitante en su entrepierna que había sentido al reclinarse contra él, apretándolo suavemente.

No... sólo... no quiero que me odies...”, pronunció lastimeramente. Sin abrir los ojos, enlazó sus dedos con la mano que acariciaba su rostro, sacando el pulgar de su boca para continuar lamiendo su muñeca, provocando un gemido de excitación en Franco.

Tonto... con todo lo que te amo... mirá que te voy a odiar...”, su contestación sonó entrecortada por el placer que le causaba la lengua del moreno recorriendo la zona interna de su antebrazo. Los dedos de Franco comenzaron a desabrochar el botón de las bermudas y bajar la cremallera, metiendo la mano entre los boxers negros ajustados. Sin dudarlo ni darle tiempo a reaccionar, se arrodilló y engulló el glande con su boca, lamiéndolo en círculos hasta sentir el grito de placer del moreno ante el estímulo. 
 
Entreabrió los ojos, con la vista dirigida a la erección del cuerpo desnudo arrodillado frente a él, para subirla lentamente hasta llegar a esos enormes ojos marrones encendidos por el deseo que succionaba su miembro de forma voraz. Repentinamente, sin poder contener su instinto, despegó su cuerpo de la mesada y lo obligó a ponerse de pie, pasando su mano por detrás de su nuca, enroscando sus lenguas mientras tomaba su miembro con la mano derecha para masturbarlo mientras lo empujaba toscamente hacia ese vericueto de la ventana junto a la cocina donde tanto le gustaba sentarse.

    Reconoció ese lugar, esa postura, de aquel día cuando Thiago estaba por irse de viaje a Mendoza, cuando lo había arrinconado allí sin escapatoria. No había pasado tanto tiempo, sólo unos meses, sin embargo parecían años luz de distancia de ese momento. Quizás el moreno estaba repitiendo la escena, demostrando lo que realmente hubiera deseado hacer en ese instante. Con sus dedos temblorosos por la excitación, desabotonó la camisa casi arrancando los botones de su costura, apoyando las manos en su pecho, acariciando esa piel trigueña tan hermosa hasta bajar a su cintura para tirar hacia abajo su ropa interior, arrastrando el pantalón por el camino.

Thiago soltó brevemente el agarre para despojarse de la camisa, permitiendo que las bermudas y los boxers cayeran al suelo, para volver a pegar su cuerpo contra el de Franco, devorando su cuello, sus hombros, incitando sus quejidos. Comenzó a arrastrarlo hacia la cama, tumbándolo de espaldas, tomando por el camino el lubricante almacenado en el cajón de la mesa de luz. Tendido a su lado advirtió como todo su cuerpo temblaba, su respiración agitada, sus mejillas encendidas, todos los síntomas delataban el grado de excitación que lo recorría de pies a cabeza. Besándolo dulcemente, decidió aminorar el ritmo. “Necesito que te relajes o vamos a terminar antes de empezar”, susurró.

Más fácil decirlo que hacerlo”, jadeó Franco mirando a esos ojos turquesas brillando de deseo.

Sonrió y comenzó a inspirar y exhalar pesadamente, instándolo a que siguiera su paso. Cuando notó que su respiración se había normalizado, se inclinó a besar su pecho, lamiendo sus tetillas, mientras sus dedos manipulaban hábilmente el émbolo del envase embadurnando sus dedos de lubricante.

Ah, así no me voy a poder relajar, ¿eh?”, exclamó arqueando levemente la espalda.

Tampoco es para que te relajes tanto, no estamos en clase de yoga”, bromeó Thiago. Lo besó profundamente mientras introducía la falange distal de su dedo medio en su ano, sintiendo los músculos tensionarse a su alrededor comprimiéndolo. “¿Duele?”, preguntó en un murmullo.

Nnnnh... No... Es raro...”, logró articular entre jadeos, intentando acompasar su respiración y relajarse.

Si duele mucho, en cualquier momento, así esté a punto de terminar, me decís y paro”, aclaró Thiago con voz seria, viéndolo asentir con sus ojos humedecidos. Besó sus párpados, sus mejillas, succionó el lóbulo de su oreja, ejerciendo presión hasta que todo su dedo medio estuvo dentro de él. Sin moverlo un milímetro, se dedicó a recorrer con los labios su cuello su pecho, hasta que los músculos se acostumbraran, esperando a que estuviera preparado. 
 
No pudo evitar arquear su espalda al sentir su dedo comenzar a girar dentro de él, masajeando suavemente su próstata. Abrió los ojos muy grandes mientras Thiago descendía lamiendo su vientre hasta su miembro, lamiendo sus testículos sin detener el masaje dentro suyo. Su mano apoyada en la nuca acompañaba el movimiento hasta que su cuerpo electrificado comenzó a sentir la urgencia, “¡Thi...! ¡Thi...!”, clamó entre espasmos.

Si tenés ganas de terminar, terminá... No lo frenes...”, murmuró Thiago evidentemente agitado, sin detener los movimientos de su mano acompañados por su boca. Sintió el líquido caliente invadir su cavidad bucal con un quejido ahogado de Franco, rebalsando por la comisura de sus labios el sobrante que era imposible pasara por su garganta. 
 
Franco quedó jadeando agitado por la descarga, hasta percatarse de lo que había sucedido. Levantó la cabeza para verlo recoger con su dedo una gota de semen e introducirla en su boca, mirándolo a los ojos mientras lamía lo que había caído sobre su vientre. La paranoia de Thiago hacía que siempre usara preservativo, incluso para hacerle una felatio, jamás tenía sexo sin protección. “Perdón, yo...”, comenzó a decir.

Sí, sí, ya sé... Pero no me diste muchas opciones... y yo estaba embalado”, susurró a su oído mientras besaba su oreja. “Sos tan rico”, murmuró dándole un profundo beso.

Pudo sentir el sabor amargo desparramándose por su boca, algo disgustado al pensar que era su propio semen el que acababa de beber.

Thiago se detuvo, incorporándose levemente, para obtener un poco de autocontrol. “¿Querés que pare?”, preguntó con su respiración agitada.

Negó con la cabeza, tirando sus brazos alrededor de su cuello para volver a besarlo. Podía sentir el ancho miembro del moreno rozando contra su pierna. “No pares”, comentó decidido a seguir hasta el final, bajando la mano para acariciar suavemente sus testículos hinchados y duros, provocándole un gemido de placer.

A tientas, sin separarse del beso, encontró el envase y volvió a volcar lubricante sobre sus dedos, para volver a introducir su dedo medio con mayor facilidad que antes. Los brazos que lo rodeaban lo apretaron mas fuerte, todos sus músculos se tensionaron. Abandonó su boca para besar su mandíbula, escuchando sus jadeos mientras intentaba desesperadamente relajarse acompañado de su respiración. La dilatación era marcada así que decidió introducir el índice lentamente, girando ambos dedos, escuchando sus quejidos cada vez que rozaba su próstata. Continuó recorriendo su cuerpo con su boca, sin dejar de admirar la expresión en su rostro, en ocasiones abriendo los ojos sobresaltado para blanquearlos al segundo entregado al placer.

Su mano se cerró tironeando los cabellos de Thiago al sentirlo introducir el tercer dedo, causando una punzada dolorosa atravesarlo, mordiéndose los labios para contener el lamento mientras una lágrima rodaba por su mejilla. Inmediatamente pudo sentir los besos dulces en su sien, murmurando perdones. “Estoy bien... estoy bien”, farfulló entre dientes.

Arrodillado junto a Franco, retiró parcialmente los dedos, revisando cuidadosamente. “No hay sangre, parece que no te lastimé”, afirmó aliviado. Vertió una gran cantidad de lubricante, introduciendo nuevamente los tres dedos, haciéndolos girar. “¿Mejor?”, preguntó con tono preocupado.

Estiró sus brazos para que se acercara, asintiendo. Como en un espiral, caía hundiéndose con mayor profundidad en cada sensación, los besos recorriendo su cuerpo, sus dedos girando dentro de él, las intensas caricias, la lengua del moreno succionando su miembro. Con sus sentidos nublados por el deseo, sólo atinaba a proferir quejidos de placer, sin que su mente se detuviera en un sólo pensamiento.

Thiago se incorporó junto a él, retirando sus dedos con suavidad, “Ya estás bien... y no aguanto más”, susurró con besos cortos frente a su rostro. Tomó un preservativo de la mesa de luz, pero Franco se lo arrebató de las manos. Contempló maravillado como lo abría con los dientes, tomaba su miembro y comenzaba a colocárselo hasta cubrir todo su tronco, con sus manos resbalando por el lubricante.

¿Estás seguro que todo esto va a entrar?”, bromeó, su voz sonaba borracha, como cuando se había pasado de tragos.

    “Te aseguro que entra”, sonrió ante el estado de obnubilamiento en que se encontraba Franco. Admiró su cuerpo, allí tendido, con su piel enrojecida, “Ponete de costado, así sobre la izquierda”, murmuró guiando sus movimientos mientras se colocaba detrás de él, “Así vas a estar más cómodo y va a doler menos”, concluyó pasando su brazo debajo de él para abarcarlo en un abrazo. Lentamente y sin demasiado esfuerzo, introdujo el glande, sintiendo los músculos contraerse a su alrededor, escuchando como jadeaba ante la impresión de ser penetrado. “Tranquilo, respirá”, susurró a su oído sin seguir ejerciendo presión, permitiendo que se acostumbrara a la sensación. Besó su nuca suavemente hasta que su ano comenzó a relajarse y empujó otro poco hasta que la mitad del tronco hubo ingresado. 
 
Se aferró con ambas manos al brazo que lo envolvía, jadeando descontrolado, sin poder coordinar la respiración, sintiendo como el miembro del moreno se abría paso dentro suyo.

Inhalá profundo... exhalá”, repitió Thiago un par de veces, sintiendo como con cada exhalación la dilatación en la que tanto había trabajado comenzaba surtir efecto. Cerró los ojos, escuchando la respiración acompasada, bajó la mano a su cadera para sujetarlo, esperó una inhalación y empujó con su pelvis hasta que todo su miembro estuvo dentro.

La embestida lo tomó por sorpresa, provocando que el aire saliera de sus pulmones hasta vaciarlos junto con un grito que intentó ahogar apretando el rostro contra la almohada. En una extraña mezcla de gozo y rechazo, todo su cuerpo quería expulsar el objeto extraño que lo invadía y al mismo tiempo no quería dejarlo ir. Los dedos de Thiago comenzaron a acariciar sus cabellos, besándolo suavemente, a la vez que murmuraba a su oído palabras tiernas.

Ya está, mi amor, tranquilo... Me quedo quieto, dejá que tu cuerpo se acostumbre”, susurró, sin detener sus mimos, acariciando sus piernas, subiendo hasta su pecho para pellizcar suavemente sus pezones, sintiendo como sus lamentos iniciales se transformaban en gemidos de placer. De manera lenta comenzó a mecerse con movimientos cortos, tocando su miembro erecto acompasado con el bamboleo de sus caderas.

Sobrepasado por la excitación, tiró su brazo hacia atrás, rastreando sus labios hasta encontrarlos, apoyando la mano en su nuca, enredándose en un beso entrecortado por sus propios jadeos. Thiago paseó la lengua por su oreja, provocando una sacudida eléctrica por todo su cuerpo, aferrándose fuerte a su brazo, mientras comenzó a vocear su nombre, expresando entre quejidos entrecortados cuanto lo amaba.

Advirtió el movimiento de sus caderas, involuntario, casi imperceptible, y comenzó a masturbarlo con mayor intensidad, sin incrementar la velocidad del balanceo en su caderas.

Sujetó el brazo del moreno, intentando detenerlo, “¡Thi...! ¡Thi...!”, intentó pronunciar su nombre en vano, sintiendo como los espasmos del orgasmo poseían su cuerpo. Quedó un momento tumbado, jadeante, sintiendo como todo su cuerpo se desaceleraba luego de la recompensa.

Besando su cuello, retiró su miembro lentamente para ayudarlo a tumbarse de espaldas, observando como el color rosáceo retornaba a su rostro. “¿Estás bien?”, preguntó repetidamente besando sus párpados, subiendo a su frente sudorosa y bajando a su sien.

Sí... estoy bien”, murmuró aún intentando recuperar el aire, tomando su rostro entre sus manos, besándolo. Se apoderó de la botella plástica de agua que muy acertadamente Thiago había dejado sobre la mesa de luz y bebió unos abundantes tragos para calmar la sed. Le ofreció el envase, observándolo mientras bebía, parcialmente incorporado, apoyado sobre su antebrazo, con su miembro aún erguido ya sin el preservativo que había desenfundado para arrojarlo al piso. “Pero vos no terminaste”, afirmó, estirando la mano para tomar su pene, tirando de manera suave de la piel del prepucio.

Sonrió, secando una gota de agua que escapaba de la comisura de su boca. Apoyó la botella sobre la mesa de luz, estirándose sobre Franco, mientras lo besaba. “No importa, ahora me toco”, murmuró alternando los besos entre sus labios.

Negó rotundamente con la cabeza, aprisionándolo con el otro brazo sin soltar el masaje en su miembro. “¡No! Seguí hasta terminar”, exclamó decidido.

Desplomó la cabeza con todo su peso contra su pecho ante la mirada sorprendida de Franco. “No digas esas cosas... que me dan ganas de darte hasta que te desmayes”, exclamó con tono lastimero. Lo miró de reojo, “Para terminar me tengo que mover más rápido... No quiero que te duela”

Dale, seguí”, lo incitó, mordisqueando suave el lóbulo de su oreja sin detener del masaje en su entrepierna, forźandolo a soltar un gemido placentero. Observó como el moreno se inclinaba hacia su miembro, algo fláccido debido a la descarga minutos atrás, pero aún palpitante de excitación, succionándolo, lamiéndolo hasta endurecerlo nuevamente, mientras introducía sus dedos con más lubricante. Palpando con su mano, localizó un preservativo dentro del cajón de la mesa de luz.

Se incorporó, colocándose entre sus rodillas, inclinándose hacia adelante mientras observaba la concentración de Franco para enfundar su miembro en el preservativo. Levantó sus piernas hasta la cintura, recostándose sobre sus brazos, “Agarrate”, musitó en un murmullo que sonaba algo amenazante de no ser por el tono tierno de su voz.

Enganchó sus pies detrás del moreno y lo rodeo con sus brazos, aferrándose fuerte, sintiendo como lo penetraba, esta vez sin pausarse, ingresando la longitud completa de su miembro, provocando que sus labios soltaran un grito ante la entrada intempestiva.

Quedó allí quieto, besándolo, esperando que su cuerpo se acostumbrara otra vez a él, a su forma. Cuando sintió la respiración acompasada y la relajación en los músculos que lo rodeaban, comenzó a balancear sus caderas rítmicamente, de manera suave pero con más rapidez que antes.

Sus quejidos se transformaron en pequeños gritos entrecortados por las embestidas, cada movimiento ondulante del moreno generaba un asombroso roce contra su próstata generando impulsos eléctricos hasta la punta de sus dedos.

Observó con fascinación como Franco bajaba su mano derecha para comenzar a tocarse de manera compulsiva. Con sus sentidos bloqueados como si su cuerpo estuviese sumergido en agua, el único pensamiento que ocupaba su mente era ese hermoso hombre gozando bajo suyo, el estremecimiento de placer en ese cuerpo, esas piernas sujetándolo con fuerza, en un irrefrenable acto de masturbación. “Te amo... Te amo tanto...”, gruñó mientras besaba hambriento su cuello hasta su mentón, acelerando el bamboleo de sus caderas. Como respuesta el intervalo entre sus quejidos de placer se acortó, los músculos alrededor de su miembro se contrajeron, apretándolo.

La culminación llegó anunciada por la repetición de su nombre junto con arremetidas violentas, instigando que la electricidad que venía recorriendo su cuerpo subiera el voltaje para coronar en un orgasmo. Quedaron allí tendidos largos segundos, resoplando agitados, Thiago con su frente apoyada contra su hombro, él intentando despegarse del letargo y recuperar el control de sus sentidos.

Lentamente comenzó a incorporarse, retirando su miembro junto con el preservativo para anudarlo y descartarlo al piso. Aún entre sus piernas, observó como su rostro languidecente entreabría los ojos para mirarlo y volverlos a cerrar repetidas veces. Bajó la vista para ver el charco blanquecino sobre su vientre, se mojó los labios, inclinándose hacia adelante, para comenzar a limpiarlo con su lengua.

Sobresaltado, levantó la cabeza para verlo, “Thiago...”, murmuró con tono de reproche sin despegar la vista de él.

Ya fue... Lo hice una vez, lo hago de vuelta...”, comentó sin detenerse. Notó que sus ojos no se despegaban de él, siguiendo cada uno de sus movimientos. Sacó más aún su lengua para que fuera más visible, sintiéndolo jadear levemente. 
 
Parpadeando maravillado, sin poder despegar la vista del moreno, lo observó recoger cada gota con deleite, recorriendo hasta su pecho y volviendo a descender a su miembro para limpiarlo con su boca. Estiró el brazo de manera inconsciente para acariciarlo, observando como succionaba con fruición su dedo pulgar pasando por el dorso hacia el índice, como si su mano se tratara de un helado. Thiago se tumbó junto a él sobre su lado derecho y lo besó profundamente. “Como te gusta hacer eso, ¿eh?”, carraspeó con gesto de desagrado, sintiendo el sabor agrio bajar por su garganta.

No soy egoísta”, sonrió, besando su cuello, observando su perfil, aún jadeante. “¿Estás bien?”

Ese fue... el mejor orgasmo de mi vida”, exclamó con voz áspera.

Largó un breve carcajada, apoyando la frente sobre su hombro. “El primer mejor orgasmo de tu vida”, aclaró entre risas. Franco largó una risotada que finalizó en una feroz tos. A riesgo de caerse del borde de la cama, giró hacia la mesa de luz para tomar la botella de agua, tomando un trago rápido para pasársela.

Bebió un largo tragó mientras Thiago se ponía de pie, anunciando que iba al baño. Cerrando el pico de la botella intentó incorporarse con dificultad para apoyar sus omóplatos en el respaldo de la cama. El reloj en la pared indicaba que eran casi medianoche. Sorprendido, hizo cálculos mentales entre el horario de su llegada y el tiempo que había estado en el baño, habían estado haciendo el amor alrededor de dos horas. Durante todo ese tiempo apenas se había percatado que la música suave en portugués no había parado de sonar en el pequeño parlante. Escuchó el desagote del inodoro y el grifo corriendo por unos segundos hasta que el moreno salió del baño, con toda su humanidad al desnudo, su piel trigueña palidecida por la mortífera luz del fluorescente que colgaba del techo.

Observó la hora, asombrado mientras se pasaba la mano por la nuca. “Tengo hambre, ¿querés comer algo?”, preguntó rastreando su ropa por el piso.

Estoy muerto de hambre”, asintió Franco empinando la botella de agua.

Thiago puso a calentar la comida que había traído del restaurante en el horno y se sentó junto a él en la cama vistiendo sólo sus boxers, con los pies en el piso y los codos apoyados sobre sus rodillas, con otra botella de agua. “¿Lo pasaste bien?”, preguntó tímidamente.

¿A vos que te parece? En dos horas me hiciste terminar tres veces”, comentó señalando el reloj y dibujando el número con los dedos, provocando un risita cómplice en ambos. “Que se yo, al principio fue raro... pero después se sintió bien... muy bien...”, remarcó abriendo sus gigantes ojos marrones. Arrebató la botella de agua de sus manos, dejando a un lado la que tenía vacía.

Bueno, me alegro”, dijo sonriendo. Se generó un cómodo silencio mientras envolvía los restos de preservativos usados en papel, haciéndolos un bollo y arrojándolo cual jugador de basket al tacho de basura, haciéndose hinchada a si mismo al acertar. 

 
¿Sabés...? Acabo de entender porque Miki te dice Titi... Es porque cuando estás embalado haciendo el amor es la única parte de tu nombre que se llega a pronunciar...”, comentó al pasar con su vista clavada en el techo. Thiago bajó la cabeza, cerrando fuertes los párpados, tapándose la cara con las manos en clara señal de pudor, mientras un sonrojo cruzaba su piel trigueña hasta sus orejas. Sonrió seducido por la reacción, mordiéndose el labio, tironeando de su brazo para que soltara su rostro. “Como puede ser que acabas de tragarte todo mi esperma y después te da vergüenza un apodo”

Eso me encanta, no me da vergüenza, nada más rico que tomarlo directo del envase”, aclaró cediendo ante las sacudidas en su brazo, dejando caer su cuerpo de costado sobre el pecho de Franco. “Me da vergüenza las razones del apodo”

Franco rió ante la sencillez del pensamiento, lo abrazó besando su cabeza, acariciando sus cabellos. “Ey... ¿No te parece que... ya es hora de hacernos los estudios... y dejar de usar los pitufos?”, preguntó con tono dulce. Thiago volvió a sentarse, con una expresión seria en su rostro, mirándolo directo a los ojos. “Yo te amo... y soy exclusivo tuyo”, expresó con tono dulce, “Y vos...”

Y yo, según vos, te ando metiendo los cuernos con cuanto macho se me cruza”, interrumpió Thiago sin despegar sus ojos de él, “Luego del escándalo de novela que armaste cuando llegaste por verme... tomando un café”, exclamó remarcando la última frase, “Si me llegás a encontrar poniéndosela a Manu, no sé... ¡me cagás a trompadas!”, terminó la frase gesticulando exageradamente. 
 
Un pinchazo de dolor cruzó su pecho reflejándose en su rostro, imaginando el escenario planteado por Thiago, formando un nudo en su garganta, imposibilitándole pronunciar palabra.

Bufó hundiendo la cabeza entre sus manos y recorriendo su rostro. Giró abruptamente, apoyando una mano en su nuca, atrayéndolo hacia él, para chocar sus frentes. “No estoy diciendo que te voy a meter los cuernos con Manu, ni con nadie. Sino que... la exclusividad involucra confianza... El drama que armaste hoy implica que no me tenés confianza.”

Todo esto dicho de un tirón de un Thiago que minutos antes estaba rojo de vergüenza, era bastante impactante. Carraspeó, mirándolo a los ojos mientras el moreno se alejaba sin retirar la mano de su nuca. “Perdoname. Soy un boludo celoso.”, su tono de voz sonaba acongojada, “Es que Manu te ve en el boliche y te come la boca de un beso, el petiso ese... Ramiro... que te busca siempre, Miki que vive colgado de vos...”, quedó boquiabierto, sin palabras, con las manos suspendidas en el aire, hasta largar un suspiro de resignación. “Siempre fui celoso, pero con vos es distinto. En serio. Te amo demasiado”, terminó la frase en otro suspiro.

Yo también te amo. Muchísimo.”, miró hacia el costado y volvió a mirarlo a los ojos, “Lo que dije hoy es verdad. Me da terror ese sentimiento, y no porque te vayas con una mina, sino porque... te vayas de mi vida”, un dejo de profunda tristeza cruzó por sus ojos, provocando que parpadeara un par de veces y quedaran húmedos. “Si te vas con otra persona, no lo puedo evitar. Pero eso implicaría que te vayas de mi vida. Y... yo te quiero en mi vida”, finalizó la frase acariciando su mejilla y bajando la mano hacia su pecho para acariciarlo tiernamente. 
 
El súbito rapto de franqueza lo dejó desarmado. Se preguntaba si había sido por la forzada confesión de antes o si había tomado el suero de la verdad, lo que fuera estaba haciendo que Thiago expusiera su corazón. Estiró sus brazos, rodeando sus hombros. “Somos dos boludos inseguros”, dijo provocando una risita en el moreno, “Yo confío en vos, vos confías en mi. Hagámonos los estudio y dejemos de dar vueltas”, concluyó, viéndolo asentir.

De golpe el moreno se enderezó, “¡Uh, la comida!”, exclamó corriendo hacia el horno para sacar la bandeja. Afortunadamente, no había llegado a quemarse pero se había calentado de más.

Riendo, Franco comenzó a moverse lentamente para sentarse en el borde de la cama. Intentó ponerse de pie, pero volvió a caer sentado.

¿Te ayudo?”, preguntó Thiago con la preocupación marcada en su rostro y cierto tono de culpabilidad en la voz.

Y... si me das una mano para llegar al baño, estaría genial”, dijo Franco pasando el brazo sobre su hombro mientras Thiago lo levantaba de la cintura como una plumita. El gesto de molestia que cruzó su rostro debe haber sido muy evidente.

¿Duele mucho?”, preguntó realmente preocupado.

Hasta la punta del pelo”, respondió sin dudarlo, “Pero no te preocupés, voy a sobrevivir”, dijo sonriente mientras le daba unas palmadas en el pecho.




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