Día muy movido en el restaurante, con el cambio de temporada venía la actualización del menú, planificación de pedidos para nuevos ingredientes y organización. Sacó el celular del bolsillo, viendo la luz titilar con nuevos mensajes. Prendió un cigarrillo antes de dejarse caer en el escalón de acceso a la parte trasera de la cocina. Una oportunidad para sentarse diez minutos no podía desperdiciarse. Desbloqueó el celular para ver que tenía varios mensajes de Franco, que desde temprano lo había despertado con
Franco, 10:36hs
Buen día, mi amor! No me arrepiento de nada! ♥♥♥
En los mensajes posteriores le preguntaba si estaba bien, le contaba que iba a la facultad, que salía de la facultad, que tenía ganas de verlo y una cantidad de otros mensajes llenos de emoticones amorosos a los cuales sólo había contestado la mitad por estar excesivamente ocupado todo el día entre los exámenes finales del Instituto y el trabajo. Escuchó la puerta abrirse y bloqueó el celular para no delatarse.

Lo miró de reojo, con su sonrisa sarcástica, tan perceptivo como siempre, llevándose la mano al punto que había tocado en el cuello, recordando el mordisco de Franco en la segunda ronda de la noche. No pudo evitar soltar el insulto mientras hundía la cabeza entre sus rodillas, en un intento inútil por esconderse, recordando todo lo que habían conversado sobre el tema durante el viaje a Mendoza. Es como si hubiera sido una perdida de tiempo, había hecho todo lo contrario a lo que su amigo le había aconsejado, a lo que el mismo había determinado, faltando a su propia palabra.
Soltó el lamento junto con un suspiro mientras se frotaba la frente, “Ay, ay, ay... sos un boludo...”, tomando su nuca con la mano, lo zarandeó delicadamente, para que saliera de esa posición vergonzosa. Una carcajada salió de su boca mientras el moreno lo miraba intrigado, “Así que ahora no sólo le das de comer al perro, sino que también le das de comer”, remarcó la doble implicancia de sus palabras, sin parar de reír.
Thiago acompañó la risa, sonaba patético puesto de esa manera. Comenzó a contarle una síntesis de lo ocurrido el día anterior, aprovechando el poco tiempo que tenían en el descanso, como pensaba llevar los alfajores para cortar toda relación cuando se había encontrado con el novio de Ramiro en la plaza, el corte en la mejilla, llegando al punto emocionante de la historia cuando Franco se confesó de rodillas. “Y eso...”, concluyó encogiéndose de hombros.
Miki lo miraba entre asombrado y divertido por la historia, “Wow... La única vez que he tenido un hombre de rodillas frente a mi... es porque me la estaba chupando”, bromeó Miki, sin alejarse demasiado de la realidad. Lo tomó del hombro, sacudiéndolo para que borrara esa cara de compungido, la impulsividad era uno de sus puntos débiles, “¿Por lo menos la pasaste bien?”
“¡Genial!”, afirmó el moreno mientras arrojaba la colilla del cigarrillo. “Puedo confirmar que no la tiene al pedo”, comentó sonriendo.
Miki rió con cierto alivio. Aún recordaba el terror en los ojos de Thiago la primera vez que había intentado seducirlo. Su reacción, tan evidente, de aversión y atracción, le había dado una profunda pena. Desde entonces no había querido separarse de su lado, aunque la relación entre ellos no funcionara, reconocía que era un buen tipo. No dejaba de asombrarse como había crecido hasta convertirse en ese hombre tan fuerte y seguro comparado con el muchacho esmirriado y temeroso que había conocido en un principio, a fuerza de su propia voluntad, superándose día a día.
Se pusieron de pie para entrar justo cuando uno de los ayudantes segundos salía a buscarlos con cara de desesperación, lo que en un restaurante se considera emergencia culinaria.
Separándose del beso, se miraron sonriéndose cómplices. Thiago levantó la bolsa de compras que traía en la mano, comenzando a detallar lo que iba a preparar para la cena. Era consciente de la sonrisa estúpida incrustada en su rostro mientras lo observaba tomar posesión de la cocina, conociendo donde se encontraba cada uno de los utensilios, disponiendo los ingredientes sobre la mesada. Pasadas las dos semanas que llevaban juntos, recordaba el día posterior a su primera noche, cuando lo recibió con un beso apasionado mientras le iba quitando la ropa, contándole como había estado pensando en él todo el día. Sin arrepentirse de nada, así como se sentía en ese mismo momento.
Giró su cuerpo para encontrarlo apoyado contra la pared, mirándolo con esa sonrisa amplia semejante al Gato de Cheshire. “¿Que te parece?”, preguntó mientras sacaba una sartén profunda del bajo mesada.
“¿Qué cosa?”, respondió parpadeando, intentando despertarse de su estupor.
“Lo que voy a cocinar”, dijo confirmando sus sospechas que había estado hablando sólo los últimos minutos.
“Ah, ni idea... Te estaba mirando pensando en lo lindo que sos”, declaró Franco sin rodeos. Recibió la mirada, esa a la que ya estaba acostumbrado, llena de descreimiento, seguida por una negación con la cabeza.
“Sos un tarado”, concluyó la frase con una sonrisa, siguiendo con los preparativos para cocinar.
Era su día libre, tal como lo había sido dos semanas atrás. Y a pesar que habían compartido cada noche, no sentía que se había acercado realmente a Thiago. Se besaban, se abrazaban, hacían el amor. Algunas noches sólo se quedaban enroscados, conversando sobre temas de actualidad. Recordó unos días atrás, cuando luego de varias rondas seguidas y repetidas, el moreno agotado le había pedido un momento para permitir que su cuerpo se recuperara, mientras le había revuelto los cabellos como quien acaricia a un perro exclamando, “Quién hubiera dicho que eras semejante máquina sexual”. Máquina sexual. No, nunca se había considerado eso. Mejor dicho, su interés en el sexo siempre se había mantenido como una necesidad meramente fisiológica, a la misma altura de orinar, defecar, comer. Era la primera vez en su vida que sentía realmente el deseo de estar con alguien, esperar expectante para verlo, anhelar tocar su piel. “Hoy hace dos semanas que estamos saliendo”, comentó apoyándose en la mesada, alejado de donde estaba trabajando para no molestarlo.
Volteó a mirarlo, allí de pie en esa misma posición ansiosa, mordisqueando la uña de su pulgar. “Ah... ¿si?”, quedó pensativo un momento, “Tenés razón, no me había dado cuenta” Continuó picando de manera perfecta la cebolla, notaba la mirada fija de Franco en él, de esa manera en que se ponía cuando estaba pensando como hacer una pregunta. Suspiró, facilitándole la tarea para que escupiera lo que tenía en su cabeza, “¿Qué pasa?”
Franco arqueó las cejas, aparentemente sorprendido. “Nada, me preguntaba... que habrá pasado con el flaco este... el del novio que te golpeó hace dos semanas”, intentaba dirigir la conversación hacia un asunto en particular, había un tema en especial al que le daba vueltas en los últimos días y no sabía como encarar.

“Ah, ¿no?”, comentó fingiendo despreocupación, “¿Y a los otros?”
“¿Qué otros?”, preguntó concentrado en cubetear el morrón.
“Los otros... las cositas que tenías por ahí”, preguntó mirándose fijamente las zapatillas como si las estuviera analizando profundamente.
Frenó los movimientos de su mano, quedándose congelado un momento. Así que eso era lo que lo tenía dando vueltas esos últimos días, el tema de la exclusividad. Dejó suavemente la cuchilla sobre la tabla, tomando una servilleta para secarse las manos, mientras se apoyaba de costado, mirándolo algo divertido, “¿Me estás haciendo una escena de celos?”
“No, te estoy preguntando nada mas”, se defendió Franco.
Sacó el celular del bolsillo trasero, desbloqueándolo, y se lo extendió. “Tomá, revisá los mensajes”, dijo con un tono de voz algo intimidante. Ante la mirada indecisa de Franco, insistió. “Revisá los mensajes de las últimas dos semanas, dale”, lo desafió, esperando que eso calmara lo que sea que tenía en su mente.
Franco tomó el celular y comenzó a recorrer los mensajes recientes. Mensajes grupales con sus amigos, donde coordinaban encuentros, bromeaban y se contaban sus noticias. Uno en especial le llamó la atención, de esa madrugada,
Miki, 02:30hs
Titi, le diste de comer al perro?
02:34hs
Mikierda. El perro tiene nombre
Dedujo del resto de la conversación que el perro era él, lo cual le resultó gracioso. Prosiguió leyendo los mensajes, algunos sueltos de Miki o Pepe con conversaciones específicas o consultas que no tenían relevancia, hasta que encontró el nombre que estaba buscando.
Ramiro, Domingo, 12:41hs
volviste?
Ramiro, Lunes, 09:13hs
llegaste o te perdiste en la montaña?
Lunes, 09:52hs
¡Hola Rami! Sí, llegué el sábado
Ramiro, Lunes, 09:55hs
nos juntamos un rato?
Lunes, 09:57hs
No. Ayer me crucé a tu novio en la plaza y casi me caga a trompadas
Ramiro, Lunes, 09:58hs
ah, es un boludo :(
Lunes, 09:59hs
Me dijo que te había dejado lleno de chupones... y flaco, hace 10 días que yo no estoy en Baires... y sabemos bien que no dejo marcas ;)
Ramiro, Lunes, 10:01hs
jajaja, es verdad. bueno, pero nos podemos juntar igual, me chupa un huevo mi novio, me muero de ganas que me partas bien al medio
Lunes, 10:05hs
No va a poder ser. Estoy saliendo con alguien ahora.
Ramiro, Lunes, 10:06hs
nooooo, en serio? lo conozco?
Lunes, 10:07hs
No. Así que sorry. Igual, no te morís de hambre, ya tenés alguien para que te parta al medio
Ramiro, Lunes, 10:08hs
ufa! bueno, avisame si te peleas
Lunes, 10:09hs
jajaja
Silencio. Ningún otro mensaje desde ese lunes dos semanas atrás. Sonrió. A esa hora ni siquiera sabía si él no se había arrepentido. Volvió hacia atrás, para leer otros mensajes más antiguos.
Lo miró de reojo, revolviendo con la espátula la preparación en la sartén. Hacía quince minutos que estaba leyendo los mensajes, había visto como las expresiones de su rostro cambiaban, divertido, concentración absoluta, asombro, divertido nuevamente. Hasta que lo escuchó largar una risa ahogada. Caminó lentamente hacia él, extendiendo la mano para recuperar su celular, “¿Y? ¿Encontraste algún mensaje comprometedor?”
Franco lo miró y antes que lo alcanzara, comenzó a alejarse pausadamente hacia el comedor. “Uh, hay un montón de mensajes interesantes...”, miró hacia atrás, viendo que el moreno aún lo seguía al mismo ritmo, “Primero, ¿por qué tus amigos me dicen perro?”
Thiago rió, sin detener su andar. “Porque te doy de comer todos los días a la misma hora, como a un perro. Además según Miki, ahora te doy de comer”, repitió la misma implicancia que su amigo le había dado a la frase.
Largó una carcajada, un comentario muy típico de Miki. Continuó, “Acá hay uno de... Ramiro...”, volteó a observarlo para tomar nota de la reacción. Nada, seguía con la misma cara imperturbable, siguiéndolo a paso lento con la mano semi-extendida, a la espera de la devolución de su celular.
“El flaco con el novio loquito”, aclaró Thiago.
“Sí, me doy cuenta por los mensajes”, dijo mirando el historial de la conversación. “Bueno, varias veces te mandó el mismo mensaje diciendo que se moría de ganas que lo partas al medio”, le hizo un impostado gesto de asombro, “Parece que andaba bastante necesitado el pobre”
No podía parar de reír. Le resultaba completamente tierno verlo así de celoso, leyendo mensajes viejos de sus ex-amantes, buscando una evidencia que confirmara que no lo había engañado durante esos quince días.
“Ah, había uno muy interesante por acá...”, detuvo sus pasos para poder buscar en el listado principal, “Acá está... de un tal Simón que dice”, aclaró la garganta para leer en voz alta, “No veo la hora de sentir esa verga hermosa adentro mío”
Ladeó la cabeza, mordiéndose el labio inferior. Recordaba bien el mensaje y como había cumplido los deseos de su remitente, pero el hecho de que Franco lo leyera, con su voz cálida y grave, le hizo erizar la piel. Lo tomó por la cintura con un brazo, pegando la pelvis a su trasero, mientras con la otra mano arrebataba el celular de entre sus dedos, susurrándole amenazante al oído, “Si no me das el celular, vas a entender lo que dice el mensaje”
Se paralizó, abriendo los ojos gigantes, boquiabierto por el impacto, sintiendo el bulto de Thiago entre sus nalgas. Comenzó a girar la cabeza cuando recibió un beso en la mejilla al tiempo que sentía como retiraba el brazo que lo apresaba y volteaba para regresar a la cocina mientras guardaba el celular en el bolsillo.
“Me olvido de borrar los mensajes viejos, tengo que hacer limpieza, está lleno de porquerías el celular”, volvió a tomar la espátula para revolver la preparación, consciente del estupor que había causado en Franco con su avance impulsivo.
Permaneció unos segundos estupefacto, intentando comprender la situación y recordando las palabras de Willy... Versátil...
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