
Recorrió el pasillo hasta llegar frente a la entrada del departamento y estaba a punto de golpear con sus nudillos cuando la puerta se abrió mostrando un Thiago que lo saludaba asombrado debido a la coincidencia de encontrarlo de pie en el pasillo con su mano en alto. Franco entró sin esperar la invitación, saludándolo mientras pasaba a su lado, sin dejar de notar el aroma a shampoo emanando de su cabello mojado, “Encontré algo que te...”, su frase terminó en un balbuceo casi imperceptible y se detuvo frente a la mesa, con el corazón detenido en un instante de entendimiento.
Al otro lado, subiendo el cierre de su campera de lana, estaba el rubio bajito que lo saludó cordialmente con una sonrisa. ¿Cómo era su nombre? ¿Ramiro? Sin prestarle demasiada atención, pasó a su lado, despidiendo el mismo aroma a shampoo de sus cabellos húmedos, mascullando un adiós. Observó la cama, hecha un manojo de sábanas y acolchados, donde era normal que reinara la prolijidad. Otra vez esa puntada molesta cruzó su pecho, sin poder contener el impulso, se llevó la mano al corazón y se lo masajeó molesto. Giró levemente la cabeza para verlo acariciar el rostro de Thiago mientras le daba un beso apasionado en los labios, lo escuchó decir por lo bajo, “Avisame cuando vuelvas”, guiñándole el ojo y saliendo por la puerta como una exhalación.
Thiago quedó allí unos instantes, mirando como se alejaba por el pasillo. Respiró profundo y exhaló pesadamente, haciendo un gesto como quien se enfrenta a algo inevitable. Cerró la puerta tras de si, mirando como Franco se acomodaba en su lugar preferido junto a la ventana mientras se masajeaba el pecho. “Todavía no terminé de armar el bolso, tengo un despelote”, dijo mientras se pasaba la mano por el cabello recién lavado para acomodarlo. Lo miró allí, apoyado contra la ventana, con su expresión confundida. “¿Estás bien?”, preguntó al tiempo que tomaba unas camisetas del ropero para acomodarlas dentro del bolso.
Franco continuó con la mirada baja, intentando superar su consternación, tragó saliva pesadamente, y musitó, “Sí, sí... Sólo pensaba en lo contradictorio que es que aspires a encontrar pareja estable y aún así... te importe un mierda acostarte con cualquiera”. Tan pronto como pronunció las últimas sílabas, sintió el arrepentimiento crecer dentro de él. No era eso lo que quería decir, ni siquiera era lo que estaba pensando en ese momento, su mente era una maraña de sensaciones agitadas girando en un remolino que intentaba organizar desesperadamente.
Esas palabras se sintieron como un martillazo en la nuca, paralizando sus movimientos, nunca hubiera esperado ese juzgamiento de su parte. Sintiendo algo quebrarse dentro de sí, como con un chasquido, recorrió los escasos metros que los separaban en tres zancadas y golpeó con la palma de su mano izquierda contra la madera de la ventana donde Franco reposaba su espalda, lo suficientemente fuerte como para que el golpe retumbara en el pequeño monoambiente, provocando que Franco se enderezara y abriera sus ojos más gigantes que nunca debido a su proximidad. “¿Y a vos eso qué te importa? Digo, si me encamo con uno o con veinte, ¿en qué te afecta?”, espetó arrimando su cuerpo hacia él de manera amenazante.
La respiración se le aceleró al tener el rostro de Thiago a escasos centímetros, con la fiereza opacando sus ojos turquesa. Podía sentir la proximidad de su cuerpo, el calor emanando de él, sin embargo no existía ni un ápice de contacto entre ambos, ni un roce ni un toque. Titubeó, mirándolo a los ojos, buscando como disculparse, abriendo y cerrando la boca sin llegar a emitir sonido.

Su corazón bombeaba tan fuerte que probablemente se escuchara sin necesidad de un estetoscopio, encontraba imposible apartar su mirada de esos ojos desafiantes. Sintió la tibia respiración de Thiago en su mejilla. Parpadeó, tragó saliva y finalmente desvió la mirada cobardemente hacia la derecha. El calor subió a su rostro cuando vio la cama destartalada, evidenciando su reciente uso. Al recordar sus palabras, desvió la vista hacia el otro lado. “No, no es eso... Yo...”, balbuceó hiperventilando, el sonido apenas salía de su garganta.
Thiago comenzó a echarse hacia atrás, cerrando en un puño la mano que apoyaba contra la ventana, conteniéndose, arrepentido por su explosión desmesurada.
Cuando percibió la abertura de escape que le estaba dejando, Franco extendió la bolsa de regalo, apretándola contra el pecho del moreno, empujándolo levemente en el proceso para ampliar el pasaje. “Perdoname... Esto es para vos... Que tengas buen viaje”, al decir la última palabra ya estaba abriendo la puerta, azotándola tras de si al salir al pasillo.
Lo observó marcharse, sin detenerlo. Había caminado tan rápido, huyendo de él, que era doloroso ver su espalda al partir. Suspiró y miró curioso la bolsa que le había dado, abriéndola para sacar el par de guantes. Volvió a suspirar, apoyando los guantes contra su cara, avergonzado por su comportamiento. Se sentó en la cama, recostando la espalda contra la pared y golpeó su cabeza contra ella un par de veces, frustrado por su reacción, enojado por la reacción de Franco, deprimido por verlo huir de él como si fuera el lobo feroz. Tomó el cenicero y el paquete de cigarrillos que estaban sobre la mesa de luz, donde los había dejado luego de la primera ronda de sexo con Ramiro. Pateó el bolso a medio armar que estaba sobre la cama, descargando algo de su irritación.
Disminuyó el paso. Había salido disparado de la casa de Thiago, somo si hubiera visto un monstruo. Ya estaba a un par de cuadras de distancia, y había volteado un par de veces para comprobar que el moreno no lo seguía. Pánico. Había entrado en un profundo estado de pánico. Por supuesto que Thiago no lo iba a seguir, no era ese tipo de personas. Más bien lo sería él, esa hubiera sido su reacción natural. No había sabido mantener la compostura que era tan característica en él, no había sabido manejar su propia reacción a los eventos. Caminó unos minutos sin rumbo, sin percatarse en que esquinas había doblado ni por cual calle iba caminando. Cuando levantó la mirada, divisó a lo lejos a Willy, barriendo la vereda del kiosco, formando un montoncito con las hojas secas y recogiéndolas con una pala para depositarlas en una bolsa de basura.
Levantó la vista asombrado al verlo acercarse, saludándolo cordialmente, pero su rostro se transformó en preocupación al ver la expresión en su rostro. “Ey, ¿estás bien?”

“Bueno, contame”, dijo con su mejor cara de psicólogo, “No habré terminado la carrera, ni llegué a la altura que estás vos, pero tengo la suficiente cantidad de horas de terapia encima como para darme cuenta que te pasa algo”
Franco lo miró, se había recuperado lo suficiente como para tener color en la cara, pero sus pensamientos aún giraban rebotando en su mente. Se tomó la cabeza entre las manos, despeinándose de manera feroz, “Yo... no tengo muy claro...”, se cortó a mitad de camino. No sabía que decir. No podía analizar la situación con claridad por primera vez en años.
“Ey, está bien, tranquilo... Vamos por pasos, ¿tiene que ver con Thiago?”, tiró a la mesa la primera opción que vino a su mente, sonriendo levemente al ver los cabellos rubios desarreglados.
Lo miró, afirmando con la cabeza. “Yo... le dije algo muy feo a Thiago...”, comenzó a contarle los hechos. Como había llegado a la casa del moreno, como normalmente lo hacía, la obvia situación con la que se encontró al entrar, cual fue su reacción y lo terrible que había dicho, la implicancia de un montón de palabras que no reflejaban lo que realmente pensaba de él.
Willy reaccionó asombrado ante lo que le contaba, “Básicamente, le dijiste a Thiago que era un puto arrastrado, pero con otras palabras.”, comentó tranquilo tomando el mate recién cebado. Cebó uno nuevo y se lo extendió, viendo la mirada de arrepentimiento en los ojos de Franco. “Eso no le debe haber caído bien viniendo de vos, te tiene... o te tenía mucha confianza, es claro”
Bajó la cabeza, “Eso no es siquiera lo que pienso... se nota que Thiago no ha tenido una vida fácil... y se ha esforzado por salir adelante sólo, manteniendo una integridad admirable...”, tomó el mate, serenándose lentamente con el calor del líquido, comenzando desanudar sus pensamientos al tener alguien con quien discutirlos.
“¿Qué hizo Thiago cuando le dijiste eso?”, preguntó Willy achicando los ojos. Escuchó atentamente el resto del relato, como lo había arrinconado contra la ventana, lo que le había dicho, como se había ido casi corriendo del monoambiente. “Voy a hacer una de esas preguntas cliché de psicólogo, pero creo que viene muy bien en este momento, ¿cómo te hizo sentir eso?”
Franco lo miró, sus ojos mostraban un leve pánico, sintió su corazón saltar nuevamente al recordar ese momento. “Miedo... y enojo conmigo mismo por haberlo lastimado con mis palabras... y...”, se detuvo, tomando nota de la reacción física que había demostrado, agitación, dolor en el pecho, aceleración del pulso, discernimiento nublado, como el de un adolescente. Su boca fue abriéndose lentamente, al mismo tiempo que sus ojos, al caer en la cuenta de su propio diagnóstico.
“Estás enamorado de Thiago”, no fue una pregunta, fue una afirmación. Arrebató el mate vacío de las manos del otro, que lo miró al ver materializado en palabras su propio razonamiento.
“Mierda”, dijo Franco tomándose la cabeza con las manos nuevamente, desparramando aún más sus mechones de pelo. “Mierda... hasta el momento Thiago... me parecía muy lindo... pensé que si me decidía a probar salir con un hombre, definitivamente lo elegiría a él... pero no... no...”
“No involucraba sentimientos”, Willy completó la frase cebándose un mate. “Pero le hiciste una escena de celos como si fueras el novio oficial”
Cerró los ojos. Definitivamente había actuado de manera terrible. Nunca se había sentido así, tan confundido y abrumado. Sus celos siempre habían sido... normales. Celos de algún ex-novio, celos de algún amigo varón que se acercaba demasiado a su novia. Nunca había perdido la sensatez al punto de quedar ciego.
Willy le dio unas palmadas en la espalda a modo de vano consuelo. “No te preocupes, tarde o temprano nos llega a todos”, le extendió un mate que el otro tomó de buena gana, “El tema ahora es... ¿qué vas a hacer?”
Franco lo miró desanimado, era muy pronto para decidir como iba a proceder. Tenía que pensar cuidadosamente los pasos a seguir, las acciones a tomar, como enfrentar a Thiago ante este descubrimiento.
“Y no, no me refiero exactamente a que vas a hacer, sino a... ¿podés hacer algo?”, lo miró fijamente, esperando que cayera en la cuenta a que se estaba refiriendo. Al percatarse de la mirada aún más confundida de Franco, continuó explicándose pacientemente, como quien le explica el abecedario a un niño de primaria, “A ver, Thiago es hombre, vos sos hombre, Thiago siempre ha sido gay, vos siempre has sido hetero, ¿sentís que podés manejar esa situación? Porque sino... estamos hablando de un amor platónico, un amor que nunca vas a ser capaz de concretar y llevar a un plano físico”, sabía que lo estaba abrumando aún más con esas palabras, pero era necesario el choque para despertarlo a la realidad.
Franco tragó saliva. Ya había cruzado por su mente, en los breves minutos que llevaba desde su claridad, listado como uno de los puntos importantes a evaluar. Suspiró. “Soy consciente que Thiago me atrae físicamente, pero...”
“Pero... hablando mal y pronto, ¿se te va a parar?”, interrumpió Willy, “¿Sos capaz de hacerle el amor a Thiago? ¿O permitir que él te lo haga a vos?”, recibió la mirada impactada del otro, retomando el tono de maestro escolar, “Thiago es versátil, lo que se dice, le gusta dar y recibir... por lo que tengo entendido, más dar que recibir... pero ese es otro tema”, bromeó, aunque la broma no fue recibida con una risa, sino con una mirada de mayor confusión.
Versátil. Pestañeó, subiendo la prioridad del ítem al número uno, sintiéndose bastante estúpido por haberlo puesto tan bajo en su lista mental. Se rascó la frente, sentía que la cabeza le iba a explotar. Notó que la penumbra iba apoderándose de la calle cuando ingresó un cliente saludando familiarmente, agradeció la interrupción al asedio de Willy, le permitía tomarse un descanso y dejar la mente en blanco por unos minutos. Miró la hora en su celular, el colectivo de Thiago ya debía haber partido rumbo a Mendoza hacía un par de horas. Diez días. Pánico y a la vez cierta tranquilidad se apoderó de él, tenía diez días para desembrollarse. A su vez, ¿eran suficientes diez días?
Una vez el cliente se marchó, Willy presionó varios interruptores, encendiendo las luces exteriores e interiores del local. Lo observó, sumergido en sus pensamientos, giró hacia la computadora, cambiando la música que sonaba por los parlantes. Tras varios minutos de observarlo en la misma postura, sacudió la cabeza, sintiéndose casi identificado con su consternación, recordando la primera vez que se había percatado que estaba enamorado de un hombre. Claro que en ese entonces él tenía unos tiernos quince años y Franco ya era un adulto, con experiencias propias y personalidad definida. “Ey, no es algo que tenés que resolver en este mismo momento”, buscó algo por el fondo del mostrador, donde estaba lleno de facturas y boletas del negocio, hasta localizar una caja plástica de DVD. Sonrió. “Tomá, esto te va a ayudar”

plateado en blanco, sin inscripciones de ningún tipo. Volteó a mirarlo, intrigado por el contenido.
“Me lo pasó un conocido. Es un compendio de videos porno gay, de amateurs, o sea, gente normal, parejas, que se les dio por filmarse y compartirlo por Internet... porque son así de generosos... o desinhibidos”, bromeó señalando la caja. Lo vio esbozar una sonrisa nerviosa mientras paseaba la miraba entre el DVD y él. “Tarea para el hogar: Mira alguno de esos videos, cualquiera al azar, hacete la cabeza e imaginate haciendo esas mismas cosas con Thiago”
Cerró la caja, escuchándolo atentamente. Pensó por un segundo que Willy sería un excelente terapeuta si se le hubiera brindado la oportunidad de terminar la carrera, muy frontal y didáctico, manejando los tiempos, dándole tiempo a reflexionar sin presionarlo para sonsacarle una definición.
“Si no te calentás, si tan sólo mirar la secuencia o imaginar la situación te da un poquito de repulsión... olvidate”, dijo haciendo un gesto determinante con la mano, “Porque lo real es mucho más intenso que un videíto de mala calidad descargado de quien sabe donde... Y si te queda alguna duda luego de mirar eso, me preguntás, no es que sea experto en sexo, pero soy veterano en el tema”, volvió a bromear.
Franco asintió, riendo y poniéndose de pie para marcharse, “Gracias”, dijo levantando la caja, “Gracias por dedicarme tiempo, creo que... me hizo bien encontrar a alguien que me escuche”
Willy lo despidió, con una palmada en la espalda para darle ánimo, esperando no haber empeorado la situación con su ayuda.

Se cruzó de brazos, dejándose caer contra la ventana del micro con la cabeza contra el vidrio, mientras veía pasar las luces en la lejanía de la oscuridad, preguntándose como sería la vida en esas casas, tan alejadas de la ciudad, sin nadie alrededor que te juzgue o te cuestione. Solitario quizás, pacífico seguro.
Miki se dejó caer pesadamente en el asiento junto a él. Lo observó durante unos minutos, asomando la cabeza por el pasillo en dirección al grupo de compañeros que los acompañaba en el viaje de egresados, riendo alegremente entre charlas y mates, cantando desafinadamente acompañados por los lamentables rasguidos de una guitarra. Volvió a observarlo, allí sentado, serio, mirando inexpresivamente por la ventana. “¿Me vas a decir que te pasa? Desde que te subiste al colectivo que estás con esa cara de culo y casi no dijiste ni una palabra”
Thiago lo miró de reojo, y continuó con su vista fija en la lejanía. “Nada, nada, andá con los demás. Yo... ya se me va a pasar”, terminó la frase en un suspiro.
“¿Andamos con mal de amores?”, exclamó con tono irónico, volviendo a obtener una mirada de reojo del moreno, pero sin sacarle una sonrisa. Era tan extraño verlo así, abatido y desganado. “Idiota, en serio... Me estás preocupando”
Arrojó la cabeza hacia atrás, mirando el techo del micro. Tomó una profunda inhalación, le vendría bien un cigarrillo en ese momento, pero estaba prohibido fumar en el colectivo. Comenzó a contarle con detalle lo sucedido esa tarde, desde el momento que Ramiro había ido a su casa hasta cuando Franco se había marchado intempestivamente sin mediar palabras.
Miki escuchó atentamente el relato, sentándose de costado, tirando alguna que otra broma durante el transcurso, hasta llegar a la parte álgida de la historia, quedándose boquiabierto y sin palabras. “Me estás cargando...”, fue lo único que llegó a esbozar luego de unos minutos de silencio, obteniendo como respuesta la misma expresión abatida. Quedó pensativo, mirando el techo del micro junto a su amigo.
“¿Sabés que es lo peor?”, afirmó Thiago inclinándose para sacar algo de la mochila que tenía a sus pies, “Había ido a llevarme esto de regalo”

Thiago cerró los ojos, apoyando la frente contra el vidrio, otorgándole la razón con su silencio.
“¿Qué vas a hacer?”, sus ojos denotaban cierta tristeza, simpatizando con lo que su amigo estaba atravesando. Ya habían estado ahí, todos ellos, ya habían pasado múltiples veces por situaciones similares, amores imposibles, desencuentros. Nadie elegía de quien se enamoraba, simplemente sucedía. No juzgaba a Franco, no lo consideraba mal tipo, pero era hetero, conocían el final de la película, y no era un final feliz.
“Lo voy a cortar”, su voz sonó determinante, decisiva. “No lo voy a ver más, no más comidas ni cenas. Se acabó”, dijo al tiempo que guardaba los guantes nuevamente en la mochila, como si eso ayudara a concretar sus palabras.
“Está bien”, Miki lo rodeó con su brazo, atrayéndolo hacia él para darle ánimo. “Pero boludo... todos se están divirtiendo allá”, señaló al grupo de compañeros, donde se escuchaban las risas agudas de las chicas , “Se supone que tenemos que pasarla bien, terminamos la carrera, nos recibimos, nos matamos trabajando para esto” Se puso de pie extendiéndole la mano para que lo imite, “Así que dale, cortá con la depresión y vamos a divertirnos”
Thiago hizo una mueca que intentó ser una sonrisa y tomó su mano para ayudarse a despegar del asiento, caminando por el pasillo mientras Miki lo empujaba hacia adelante.

Despertó en el sillón, y se incorporó, mirando desorientado, sin recordar en un principio porque estaba durmiendo allí o cuanto tiempo había pasado. Miró hacia la ventana, aún era de noche. Tomó su celular, las tres de la mañana. Todas las memorias del día anterior llegaron en una oleada. Recordó que al llegar se había recostado en el sillón y había estado pensando, ordenando sus ideas. En algún punto, se había dormido, cediendo al agotamiento mental por el que había pasado.
Se incorporó, pasó por el baño a descargar su vejiga, se lavó la cara para despertarse y tomó agua para aliviar su garganta seca. Prendió la luz del comedor, que estaba a oscuras hasta el momento, achicando los ojos ante la luminosidad. Caminó hacia la mesa, para ponerse a leer algún libro cuando notó sobre la mesa ratona la caja negra que Willy le había entregado esa tarde.
Tomando una profunda bocanada de aire, sacó el disco y lo colocó en la lectora de su laptop sin pensarlo demasiado. Al cargar el listado, leyó atentamente los títulos de los videos, largando una risa por los sugestivos nombres, la mayoría de ellos en inglés y algunos en español. Seleccionó uno cualquiera, al azar, tal como le había indicado Willy.
El sonido del video explotó muy fuerte en los parlantes, haciéndolo saltar del susto, bajó el volumen al esperado a esa hora de la mañana antes que algún vecino comenzara a tocarle timbre, haciendo click en el ícono del maximizar video. La filmación era de mala calidad, probablemente realizada con una cámara casera, enmarcado por una luz pobre. Dos hombres con buenos cuerpos, al tanto de la posición de la cámara y esforzándose por quedar en foco, se acercaban uno al otro sonriendo, para comenzar a besarse y acariciarse dulcemente, mientras sus manos se metían por debajo de sus ropas, con evidente ansiedad por sentir la piel del otro, hasta quedar completamente desnudos. Se acomodaron, hasta quedar sus bocas a la altura del miembro erguido del otro, para comenzar a succionarlo y lamerlo con dedicación. Uno de ellos tomó un tarro de una sustancia viscosa, y tras embadurnarse los dedos, comenzaba a penetrar al otro con ellos, dilatándolo, preparándolo para la penetración. Los gemidos de ambos se intensificaban mientras no dejaban de succionar sus miembros, hasta que ambos decidieron que estaban listos. Retiró sus dedos mientras el otro se tumbaba de espaldas, colocando un almohadón bajo sus nalgas para facilitar la penetración. Pequeños gritos de placer de ambos, con voces masculinas que hablaban en algún idioma difícil de entender, pero que no necesitaban traducción, era el idioma universal del sexo.

Miró el líquido gelatinoso en su mano y regado sobre su vientre, y buscó alrededor algo para limpiarse hasta localizar el rollo de servilletas de papel sobre la mesa. Se limpió cuidadosamente y luego fue al baño para limpiarse con agua y jabón, para evitar el pegote seco al día siguiente, recordando sus años de adolescencia y la incomodidad que provocaba. Probablemente... No, con seguridad que no se masturbaba desde aquella época. Luego, desde que había comenzado a saltar de novia en novia, no había tenido la necesidad fisiológica de auto-satisfacerse... hasta ese momento.
Volvió a sentarse frente a la laptop donde la escena de ambos amantes había quedado congelada y retiró el disco de la lectora, guardándolo en la caja. Definitivamente podía imaginarse haciéndole el amor a Thiago, aunque dudaba de la posición inversa, en donde él fuera la parte receptora. Pero tampoco era una decisión que tuviera que tomar ahora.


Miki miró la pantalla del celular,
Franco, 16:32hs
Perdoname, ayer me porté como un estúpido. Espero que la estés pasando bien. Beso.
Sonrió. Recordó el mensaje de Willy que le había llegado temprano en la mañana, contándole lo que había sucedido con Franco a grandes rasgos, preocupado por la situación. Por supuesto, no le había contado nada de esto a Thiago, no era posible anticipar cual iba a ser la reacción de ninguno de los dos o en que podía llegar a desembocar esa historia, consideró que era inútil preocuparle con eso en este momento. Había logrado que se desenchufara, que dejara atrás lo sucedido y disfrutara del viaje. Observó como comenzaba a escribir una contestación y lo codeó, susurrándole al oído. “No le respondas enseguida, dejalo sufrir un poco al pelotudo ese”
Thiago lo miró con sonrisa maliciosa, asintiendo. Es por esas cosas que se llevaba bien con Miki, nunca se le ocurriría hacer ese tipo de maldades. Se lo tenía merecido por hacerlo sentir como una basura. Bloqueó el celular volviéndolo a guardar en su bolsillo y continuó bebiendo su merlot, retomando el hilo de la charla.


Miércoles, 16:32hs
Perdoname, ayer me porté como un estúpido. Espero que la estés pasando bien. Beso.
Miércoles, 22:47hs
Por favor, perdoname, en serio, no quise lastimarte
Jueves, 17:35hs
Espero que la estés pasando lindo. Contestame, porfa
Jueves, 23:12hs
Todavía estás enojado conmigo?
Thiago, Viernes, 13:26hs
Todo bien. No te preocupes. Saludos.
Mensaje seco. Era obvio que no estaba todo bien. Miró por la ventana del colectivo, deseando retroceder el tiempo hasta ese día para ordenarse a sí mismo cerrar la boca. Volvió a mirar la pantalla de su celular, respondiendo el mensaje.

Entró al pequeño monoambiente, tirando su bolso junto a la cama, y se dirigió inmediatamente a abrir las ventanas, luego de diez días apestaba a encierro y humedad. Observó satisfecho como se iluminaba el ambiente con los rayos del sol vespertino, desperezándose y observando alrededor. Todo estaba precisamente en el lugar donde lo había dejado, acomodado, nada fuera de su lugar.
Desafortunadamente, al día siguiente tenía que trabajar su turno habitual en el restaurante. El viaje en micro durante tantas horas lo había entumecido, y aunque había podido dormir unas horas, no había descansado realmente.
Se tumbó en la cama unos minutos, disfrutando de la tranquilidad de su casa. Chiquita, modesta, su refugio del mundo. Sacó el celular, seis mensajes. Adivinó que la mitad de ellos eran de Franco, no había dejado de bombardearlo a mensajes durante la semana en Mendoza. A modo de ofrenda de paz, le había mandado una foto junto a Miki con el paisaje de la cordillera de fondo, usando los guantes. Seguía pidiéndole perdón en cada mensaje. Hasta había recibido uno totalmente desconcertante, que ya había releído varias veces. Buscando hacia atrás en el listado lo encontró.
Franco, Miércoles, 02:49hs
Te extraño
Sacudió la cabeza. Cada vez entendía menos. O más bien, no entendía nada. Ahora en los últimos mensajes le preguntaba a que hora llegaba, si podía pasar a verlo, si ya había llegado. Parecía al borde del ataque de pánico, ansioso. Suspiró y se sentó en la cama. Miró el bolso y se estiró para empezar a desarmarlo, apartando la ropa sucia para lavarla más tarde. Del fondo, acolchado entre la ropa, retiró tres cajas de alfajores mendocinos artesanales que había comprado como souvenirs a una anciana que habían visitado en su recorrido. Una para Willy, otra para Pepe y la última para Franco. No entendía porque le había traído una, si había decidido no verlo más. Quizás para que las cosas quedaran bien entre ellos, para que no se saludaran con rencor si se cruzaban por la calle. Retiró la ropa faltante, guardando lo que estaba limpio, doblando el bolso prolijamente y guardándolo en el piso del ropero. Pegó un vistazo alrededor, todo ordenado, excepto por las tres cajas sobre la mesa.
Se sacó la ropa, que apestaba a desodorante de colectivo, colocándola dentro del canasto de ropa sucia. Entró a ducharse para sacarse ese pegote del viaje que sentía en el cuerpo. Salió desnudo, secándose el cabello con la toalla. Una de las ventajas de vivir sólo, no tener que andar cubriéndose todo el tiempo. Volvió a mirar las cajas de alfajores sobre la mesa.
Tomó su celular para revisar los mensajes que le habían quedado sin leer. Mensaje grupal de Pepe preguntando si le habían traído regalo, Willy preguntando lo mismo, Miki bromeando que les habían traído unos consoladores divinos. Lanzó una risa solitaria que retumbó en el pequeño departamento. Abrió el otro mensaje. Ramiro le preguntaba si había vuelto. Cerró el mensaje, hoy no tenía ganas de verlo. Su vista se desvió nuevamente hacia los alfajores.
Sábado, 18:52hs
Estás en tu casa? Paso a dejarte algo
Estaba atando los cordones de sus zapatillas cuando escuchó el tono de mensaje entrante.
1 comentario
Nooo, no me podés cortar ahí la historia!!! Ahora tengo que aguantar dos semanas para saber como sigue!!!
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