Capítulo VI



El calor a finales de agosto era anormal, las flores habían comenzado a brotar, confundidas, adelantándose a la estación. Achicó los ojos al salir de la sombra, el sol pasado el mediodía calentaba tan fuerte que picaba la piel. Cruzó la calle para tomar la esquina de la plaza y cruzarla en diagonal, cuando a lo lejos lo vio, caminando con paso tranquilo, con las manos en sus jeans y el morral colgando cruzado hacia un costado, con la cabeza gacha mirando sus pasos, como quien va sumergido en pensamientos. Caminó un poco más rápido hasta casi alcanzarlo y lo llamó, pero no hubo respuesta. Volvió a llamarlo varias veces hasta que se percató que el moreno iba con los audífonos puestos, probablemente escuchando música a todo volumen. Pegando un pequeño trotecito llegó hasta él, tocándole el hombro suavemente.

Sobresaltado, Thiago se dio vuelta levantando sus anteojos de sol sobre su cabeza, con una mirada asustada en un principio y sorprendida después. Descolgó uno de los audífonos de su oreja, “Ey, ¿qué hacés por acá?” Era consciente que la pregunta era estúpida, estaba a una cuadra de su departamento, pero ir caminando pensando en Franco y que de golpe apareciera a su lado como si hubiera caído del cielo, parecía que lo hubiera invocado con su mente.

Salí del parcial y me vine caminando a casa... Mala decisión, hace un calor terrible para andar caminando”, dijo obviamente acalorado, “¿Vos?”

Voy a la casa de Willy, nos juntamos a ensayar”, contó mirando en la dirección en la que iba caminando, “¿Y cómo te fue?”

¿En qué”, su mente se había perdido por un momento al mirar el perfil del moreno al girar la cabeza en dirección contraria. No había podido evitar que sus ojos siguieran la línea de su cuello hasta el comienzo de su clavícula que asomaba sugerente por el escote en V de la remera. “Ah, el parcial. Bien, creo...”

Thiago se rió mirando hacia el piso retomando parcialmente el camino por el que iba. “Siempre decís eso y al final te terminás sacando un diez”, afirmó deteniéndose al cabo de unos pasos, “¿Querés venir? Es acá cerca, te matas de risa en los ensayos”

Franco miró en dirección a su casa, volteó a mirar al moreno y comenzó a caminar en su dirección. No es como que tuviera mucho que hacer, más que continuar estudiando para el próximo parcial. Cuando llegó a su lado lo miró bien, había notado algo distinto, pero no podía distinguir que era, entre estar cegado por el sol y el estrés mental luego del parcial, hasta que recaló en su cabello. “Ehmmm, ¿qué te pasó en el pelo?” 

Señalando su cabello con un poco de cara de fastidio, “Anoche le pedí a Pepe que me cortara el pelo, porque ya estaba largo, y tenía esta tintura de color nueva que quería probar, así que terminé cono esto”, protestó Thiago tomando los cortos mechones de su flequillo, ahora de color cían oscuro. “Me dijo que se va luego de algunos lavados... o eso espero”

Rió ante su cara de falso temor porque el color nunca abandonara sus cabellos. Miró la calle, en la dirección en que venían los autos, esperando una oportunidad para cruzar, mientras despreocupadamente largó lo primero que vino a su mente, “Bueno, no te queda mal, combina con tus ojos turquesa”

Thiago lo miró levemente sorprendido, sintiendo como el calor subía a sus mejillas. “No... hay mucha gente que se da cuenta que mis ojos son turquesa”, sintió la mirada de su acompañante caminando al lado, mirándolo intrigado. “O me dicen que son azules, o me dicen que son verdes.”

Franco se encogió de hombros, “Para mi son turquesa, como una mezcla entre azul y verde... y soy bastante daltónico con los colores, pero al turquesa lo diferencio bien porque es el color que se pone el mar cuando viene revuelto, generalmente cuando se acerca alguna tormenta, entonces se pone...”, volteó mirándolo a los ojos, escuchándose a si mismo hablar cualquier tontería para justificarse de haber reparado en el color de sus ojos, “Turquesa”, completó la frase algo incómodo. Bajó la vista, mirando sus zapatillas algo rotas recorrer la vereda. “No siempre me sacó diez”, dijo arrancando otro tema.

Lo miró, sin comprender muy bien de que estaba hablando, levemente acostumbrado a que cambiara de temas abruptamente, hasta que recordó su propio comentario minutos antes. “Ah, las notas... pero es verdad, lo que menos me dijiste que te sacaste fue nueve cincuenta... eso es casi un diez”, dijo riendo, mientras volvía a bajar los anteojos de sol al puente de su nariz, agradecido que ya no hablaran más sobre el color de sus ojos y que el color de su piel camuflara su sonrojado.

Franco rió, era verdad, para eso estudiaba sin descanso todo el día. Miro alrededor, desconociendo el barrio, pocas veces tomaba por esa calle. “¿Así que van a ensayar coreografía nueva?” 

Otro cambio de tema, tenía una habilidad impresionante para saltar atrás y adelante en una conversación, aunque a veces le costara seguir el paso. Thiago asintió, “Ahá, la última. Es el baile del retiro”.

Se sorprendió que hubiera pasado el tiempo tan rápido. Recordaba cuando le había comentado sobre dejar de trabajar en el boliche, pero no había tomado cuenta de los días que habían pasado desde que habían hablado sobre eso. ¿Había sido la primera vez que habían cenado juntos en su casa? ¿O la segunda? No recordaba, todas las noches cenaban juntos y compartían lo que habían hecho durante el día, charlaban brevemente sobre algún tema puntual, política, economía, conflictos internacionales, tantas conversaciones día tras día. “¿Ya es la despedida?” 

Sí, por suerte”, comentó Thiago con tono aliviado. “Seguro que en un tiempo voy a extrañar el boliche, el ambiente, la gente... Pero dejar este ritmo, terminar el Instituto y dedicarme solo al restaurante... No veo la hora de tener un poquito de tiempo libre y descansar” Desde atrás se escuchó un silbido y alguien gritando su sobrenombre. Volteó para ver a Miki aproximarse caminando rápido, con su paso rítmico de costumbre. 
 
Saludando a ambos con un beso, se colocó junto a Thiago para seguir caminando. “Te mandé como veinte mensajes, nabo”, reprochó con mirada recriminante.

Thiago sacó su celular para comprobar que no tenía notificación alguna, “Me quedé sin 3G, estúpido. Salí de casa porque pensé que te habías dormido o andarías por ahí... o las dos cosas, así que no te esperé”, contestó ignorando el reproche.

Miki le sacó la lengua, buscando una clara incitación a la pelea, la cual el moreno volvió a ignorar. Inclinándose hacia adelante, miró a Franco caminando al otro lado de la vereda. “¿Venís a reírte de como ensayamos?”, sonrió de manera simpática.

Franco lo miró asombrado, era realmente suelto y descarado para hablar, para moverse, pero lo que mas le llamaba la atención era la forma agresivo-pasiva en que ambos se hablaban, aunque parecían estar muy a gusto entre ellos. “Sí, a decir verdad, voy de colado”

Sonrió casi en un suspiro. Claro, de colado. Recordaba las pocas veces que había podido enfocarlo mientras bailaban sobre la barra, la forma en que miraba a Thiago, esto se estaba tornando cada vez más grave y su amigo hacía caso omiso a todas sus advertencias. Cambió de tema para no reflejar lo que su mente pensaba, “¿Ya habrá llegado Pepe?”

Tenía ensayo con su compañía, por la presentación nueva que están preparando, así que por ahí llega más tarde”, respondió Thiago ignorando la mirada de Miki, era consciente de cual era su opinión. 
 
Caminaban decididos, esquivando alguna que otra persona que venía en sentido contrario, conversando afablemente entre ellos, mientras Franco intentaba seguirles el paso un poco más atrás. Esto le permitió observar algo de lo más entretenido, la atención que atraían sin percatarse, o quizás sin darle importancia. Por donde pasaban, hombres y principalmente mujeres, sin importar la edad, los acompañaban con la mirada. Eran imponentes, llamativos, sacudían lo cotidiano de ese barrio tradicional a su paso, con su postura indiferente y fuera de lo común.

Un hombre castaño, pasado los treinta, vistiendo traje y llevando un maletín en su mano, se aproximó caminando en dirección opuesta, desplazándose al borde de la vereda para dejarlos pasar sin detener su andar, pero dedicándoles una mirada más que sugestiva acompañada de una sonrisa sensual. Lo siguieron con su mirada mientras pasaban a su lado y giraron la cabeza una vez lo dejaron atrás, tanto que Miki directamente comenzó a caminar hacia atrás justo para verlo voltearse hacia ellos y saludarlos. Ambos, medio embobados, correspondieron el saludo. Para luego mirarse y hacer un gesto que para el lenguaje universal de los hombres significaba que alguien estaba muy bueno.

Impactante”, afirmó Thiago, sin mediar más comentarios.

Casi lo sigo para pedirle el teléfono”, dijo Miki.

Franco largó una carcajada. Eso era parte de lo que provocaban ellos, sin siquiera ser conscientes de ello.

No te haga' el tonto que tambié' te saludó a vo', ¿eh?”, le dijo Thiago socarronamente, provocando un leve sonrojo en Franco.

Uh, salió el rosarino a pasear, guardalo de vuelta por favor”, bromeó Miki ajustando la correa de su morral y provocando una carcajada a los otros dos, “Un día te voy a preparar una sopa de letras sólo con las eses... a ver si así recuperas todas las eses que te comés, Titi”

¿Y si te pongo un corcho en el culo así dejás de ser tan puto?”, retrucó Thiago.

Ay, así no se cura eso, probá ponerme otra cosa”, dijo Miki en un pronunciado falsete afeminado que produjo más carcajadas entre ellos.

Estando Miki presente, pensó que era el momento ideal para averiguar un par de cosas de las que Thiago se negaba a hablar. “¿Por qué le dicen Titi?”, preguntó intrigado.

Lo miró con una sonrisa pícara en los labios, paseando la mirada entre ambos, percibiendo la mirada asesina del moreno a su lado tras sus gafas oscuras, “Es... algo complicado de explicar...”, declaró encogiéndose de hombros, intentando escoger las palabras adecuadas, “Digamos que... Hay momentos específicos en que Thiago no es más Thiago y es Titi”

Dado que Thiago largó una carcajada ante la ambigüedad de la explicación, quedó dándole vueltas a las palabras en la cabeza, intentando encontrarle un sentido.

Thiago señaló unos metros más adelante, donde un cartel de un kiosco se levantaba con su característico color violeta chocolate y miró a Franco. “Ya llegamos”

Miró el interior del kiosco al entrar, pequeño y clásico, con sus escaparates llenos de golosinas, heladeras con bebidas frías y estantes con regalos para comprar al paso. Detrás del mostrador un hombre pasado sus treinta, con cabello rizado y barba desaliñada los recibió con una mirada de reconocimiento. Thiago lo presentó como Willy. Lo había oído nombrar en un par de ocasiones, como un buen amigo aunque no era tan cercano como Miki o Pepe.

Willy lo miró fijo mientras lo presentaban, “Mucho gusto. ¿Así que vos sos el amigo hetero de Thiago?”

El moreno le dedicó una mirada asesina, dando a entender que no siguiera haciendo comentarios. Lo cual provocó una risa en sus amigos, mientras Franco miraba con fingida cara de desconcierto, comprendiendo la implicancia de las palabras pero decidiendo hacerse el desentendido.

Tomaron un par de mates cuando finalmente la puerta se abrió y un Pepe colorado y agotado por el calor entró resoplando. “¡No doy más!”, declaró con su característico tono agudo. Saludó a todos con un beso, alegrándose por la presencia de Franco, y se apoyó en el mostrador. “¡No saben como me duelen las piernas! Estuve bailando toda la mañana, creo que estoy al punto del calambre”

Todos rieron, menos Willy, que retiró una botella de bebida isotónica de la heladera, entregándosela. “Tomate esto, antes que empieces con los calambres en serio”

Pepe agradeció el ofrecimiento y tomó unos largos tragos de la bebida para saciar su sed. De buenas a primeras, parándose detrás de Thiago, tomó sus hombros y se subió a horcajadas a su espalda. “Llevame hasta adentro, Titi, estoy muy cansado”

Thiago se dobló ante el peso sobre su espalda, “Ah, mierda, estás pesado”

El rubio lo miró con gesto ofendido, “¡¿Me estás diciendo que estoy gordo?!”

Mordió sus labios, reconociendo su error, buscando como solventar la situación sin ofender a su amigo. “Nooo, para nada, corazón, sos liviano como una pluma”

Le siguieron unos cuantos insultos mientras Pepe bajaba de su espalda fingiendo una falsa ofensa, y se subía a la espalda de Willy. “Llevame vos, Willy, que no me tratás mal”, reprochó, sacando la lengua de manera infantil.

Willy rió y entró por una puerta lateral cargándolo en su espalda, llevándolo hacia el interior de la casa. Era pequeña y humilde, con una habitación, un baño y una sala que hacía las veces de cocina, comedor y living. A un costado, un angosto patio que más se parecía a un pasillo.

Miki comenzó a seguirlos pero notó un toque en su brazo que lo detuvo y levantó la vista para encontrarse con la mirada cómplice de Thiago, que volvió a mirar a la pareja. Captó enseguida que intentaba decirle. “¡Qué calor! ¿Te parece que va a llover?”

Thiago sonrió, agradecido que siempre interpretara sus señas. “El servicio meteorológico anuncia lluvia para este fin de semana. Así que por ahí hay poco laburo en el boliche”, comentó siguiendo el hilo de una conversación sin sentido. 

Franco los miró divertido, hasta comprender que pretendían dejar un momento a solas a aquellos dos, sin embargo por la forma en que Pepe saludó a Willy era más que claro que no eran pareja. Observó como cuidadosamente Willy bajaba a Pepe y lo ayudaba a sentarse, como apoyaba una de sus piernas usando los muslos de Willy como banco, sin parar de hablar acompañado de ademanes varios, mientras Willy le masajeaba los gemelos largando alguna risa ante la historia que le estaba contando. Y con sólo observar esa escena fue suficiente. Miró a Thiago y a Miki, que continuaban con su charla superficial, lo involucraron preguntándole su opinión sobre un par de temas que no tenían real relevancia, hasta que Pepe los cortó con un grito, “¡Manga de vagos! ¡Vengan acá así ensayamos!”

Pretendieron estar tan sumergidos en la conversación que no se habían percatado que ya estaban en el patio, con sus mejores caras de estúpidos. Franco los siguió, divertido ante la representación que hacían. Para cuando llegaron al patio, Willy masajeaba el otro gemelo de Pepe.

Tomó asiento, los tres bartenders comenzaron a hablar de la próxima y última coreografía que realizarían en el boliche mientras Willy fue a echarle llave a la puerta del kiosco, trayendo el equipo de mate y un paquete de bizcochitos del local. Escucharon la música propuesta para el baile, todos estuvieron de acuerdo en utilizarla, y al cabo de unas rondas de mate y charla, se pusieron de pie para comenzar el ensayo.

Pepe comenzó a explicar la coreografía en etapas, avanzando y retrocediendo la música para que lo comprendieran, Thiago intentaba poner cara seria pero no podía evitar tentarse ante las bromas con doble sentido de Miki, ambos intentando reproducir los pasos mientras Pepe los retaba con su tono agudo como si fueran dos niños de preescolar.

Era gracioso verlos interactuar para formar una coreografía que después debían representar con una sonrisa perfecta frente a una multitud, pero era aún más cómico verlos reírse sumando a las bromas a ambos espectadores que seguían sentados tomando mate. Se los notaba cómodos entre ellos, siendo totalmente natural el contacto físico rayando en lo obsceno, pero de manera sutil e inocente, sin siquiera rozarse.

Verlos ensayar es más divertido que verlos en vivo y en directo en el boliche, ¿no?”, comentó Willy mientras le alcanzaba un mate. 
 
Franco lo miró, hacía varios minutos que estaban allí sentados observando el ensayo sin intercambiar palabra. Asintió y comenzaron a charlar casualmente. Con esa facilidad con la que hacía preguntas para saciar su curiosidad, logró que Willy le contara la historia de su vida. También había comenzado a estudiar Psicología, pero su abuela había enfermado quedando postrada, como había quedado huérfano de chico y su abuela se había hecho cargo de él, abandonó la carrera para cuidarla, desde entonces había seguido haciéndose cargo del kiosco aunque ella ya había pasado a mejor vida. Se sintió levemente identificado con su historia, no era huérfano pero su abuela se había encargado de él y su hermana menor mientras sus ausentes padres estaban más concentrados desarrollando su carrera profesional y peleándose entre ellos.

Mientras intentaban hacer una voltereta en la que Thiago levantaba a Pepe por los aires para dejarlo caer de pié al otro lado, su pierna se trabó en las ásperas baldosas del patio y, tratando de evitar la caída de Pepe, cayó con una rodilla al suelo, en lo que le pareció un doloroso golpe, provocando que su remera se levantara hasta los omóplatos. Se percató de la rapidez con la que actuó Miki en ese momento, bajando la remera con gesto solemne a la vez que apoyaba una de sus manos en la espalda, preguntándole si estaba bien. Era imposible ignorar la seriedad en el rostro de ambos al mirar al moreno levantarse, mientras Pepe le pedía perdón por haberse enganchado de su ropa. Thiago les hizo un gesto como que estaba todo bien y continuaron ensayando unos minutos más hasta dejarse caer desplomados en las sillas, agotados a causa del ensayo, pero teniendo las bases listas para la coreografía. 

¡Titi! Necesito que me traduzcas algo”, declaró Pepe sorpresivamente, tomando el pequeño reproductor de MP3 que habían utilizado para ensayar y buscando un tema particular. “Es un tema brasilero que estamos ensayando con el grupo de danza, lo sugirió una de las chicas, pero no entendemos muy bien que dice la canción... y vos ya tenes experiencia con lo brasilero...”, bromeó con doble sentido. 
 
Thiago lo miró de manera fulminante para hacerlo callar mientras se inclinaba hacia adelante, interesado en lo que tenía que escuchar. Una música claramente brasilera, movida y alegre, unas voces masculinas cantando a dúo en portugués. Comenzó a reírse al escuchar la letra. “Dice que le descubrió la contraseña del celular... y encontró que tenía un montón de mensajes con otro tipo, que ahora entiende porque siempre pone excusas tontas como que se quedó sin batería... y porque contesta el teléfono en el baño”

Pepe abrió los ojos gigantes mirándolo con la boca abierta, “¡Nooo! ¡Parece que me la hubieran escrito para mi! Que le encontré el celular desbloqueado y un montón de mensajes con otro tipo”. Todos rieron ante la reacción desmesurada del rubio, que no mostraba pena alguna ante el evidente engaño. “¡A patadas lo saqué de mi casa al pendejo de mierda!”

Yo no entiendo a estos brasileros, cantan súper felices que descubrió que la novia le metía los cuernos, la de la otra vuelta era sobre como se morían de hambre en la favela. ¡Le meten merengue a todo!”, comentó Miki, provocando una risotada general.

¡É o gostinho da vida!”, exclamó Thiago con una perfecta tonada brasilera mientras se encogía de hombros dejándose caer contra el respaldo de la silla. 
 
Ay, me encanta cuando Titi habla portugués, ¡le sale la voz tan dulce!”, dijo Pepe tocándole el brazo, y reclamó, “Decime algo más, aunque no te entienda nada”

Thiago lo miró intrigado, “¿O que você quer que eu diga?”, dijo pensando en voz alta mientras paseaba la mirada por las personas de la mesa hasta llegar a Willy, “Você não percebe que há uma pessoa que está interessada em você, e você está determinado a foder com cuzões.”, dijo la frase tan rápido que fue difícil captar el significado para cualquiera de los sentados a la mesa.

Lo miró asombrado, sabía que era hijo de brasileros, pero desconocía que hablara portugués tan fluido, con tonada tan suave y alegre, sumando un punto más al misterio en su mente, mientras veía su amplia sonrisa que mostraba esa fila de dientes blancos perfectos al otro lado de la mesa. Súbitamente la sonrisa se borró de su rostro, adoptando una mirada seria a la vez que miraba a su lado y hacia carraspear su garganta. Franco giró la cabeza lentamente para encontrarse con la mirada de Miki analizándolo, casi midiéndolo.

Con gesto inocente mientras no perdía la cómoda posición en la que estaba sentado, con la espada apoyada contra el respaldo y cruzado de piernas de manera muy masculina, Miki se defendió, “¿Qué? ¡No estoy haciendo nada, che!”, lo señaló con las dos manos provocando que Franco se sonrojara levemente, “Lo estoy mirando porque es muy lindo, con los ojos no hago nada”

El grupo festejó el comentario con una risa. Thiago sacudió la cabeza, en aceptación de algo típico de Miki, babearse con cualquier hombre que tuviera enfrente, como aquel que se habían cruzado en la calle anteriormente. Franco se relajó acompañando la risa general, pero a sabiendas que ese no era el único motivo por el que Miki lo observaba tan fijamente. Desde el momento en que lo había conocido había percibido su desconfianza hacia él, casi como si pudiera leer sus pensamientos.

Al cabo de un rato Thiago comenzó a juntar sus pertenencias para marcharse, mencionando que tenía unas cuestiones de las que ocuparse antes de entrar al trabajo en el restaurante. 

Cuestiones, linda manera de definirlo”, bromeó Miki haciendo un gesto con connotación sexual, recibiendo una mirada despectiva del moreno. 
 
Franco decidió que era mejor acompañar la partida del moreno bajo la excusa de no abusar de la hospitalidad de Willy, pero aún más por la intriga de esas cuestiones que mantenían ocupado a Thiago últimamente. 
 
Salieron a la calle y comenzaron a caminar, concordando en que iban en la misma dirección por unas cuadras. “Hasta la plaza”, había declarado Thiago mientras se calzaba los anteojos de sol.

No sabía que hablabas tan bien portugués”, comentó Franco al pasar. 
 
Mi... mamá siempre nos hablaba en portugués... desde que eramos chicos”, relató con una sonrisa melancólica, “No hablo muy bien, me equivoco en algunos verbos, pero entiendo bastante... Aunque salí durante un tiempo con un brasilero que me dijo que hablaba bastante bien...”

Franco lo miró interesado, pocas veces había logrado hacerlo hablar de su familia. “Mirá vos, que bueno que no perdiste el idioma materno”, comentó preparando el siguiente batallón de preguntas que se le venían a la mente.

¿Viste que son divertidos los ensayos? Parecemos tres payasos”, interrumpió Thiago, no dando pié a más preguntas sobre su familia.

Captó la indirecta, no valía la pena insistir sobre algo de lo que no quería hablar. “Sí, es verdad lo que me dijo Willy, es más divertido ver los ensayos que verlos bailar en el boliche”, repitió Franco, pensando que eran dos cosas distintas, ya que en boliche el baile era realmente sensual y lo que había presenciado se parecía más a una parodia. Frunció el entrecejo, “Pregunta, ¿Willy está enamorado de Pepe?”

Thiago lo miró sonriendo sorprendido. “Sí, una especie de amor imposible según Willy... y por mas que nos hemos esforzado con Miki por empujar un poco para que avance, no funciona”

Pero... ¿Pepe sabe?”, preguntó Franco. 
 
No, ni cuenta se da. Porque a Pepe le gustan otro tipo de flacos, Willy no entra en su lista de posibles objetivos. Directamente no lo ve con esos ojos.”, aclaró mientras metía las manos en los bolsillos encogiéndose de hombros. 
 
Franco sonrió, pensando en que era entendible, cada persona construye en su cabeza una imagen de la pareja ideal, formando ciertos estereotipos a los que se siente atraído, ya sean aspectos físicos, emocionales o intelectuales. “¿Y cómo le gustan a Pepe?”

Le gustan que sean más jóvenes que él y musculosos”, dijo haciendo una seña como si sufriera de una inflamación en los brazos. “Y Willy... bueno, lo conociste, es todo lo contrario”

Tenía la pregunta en la punta de la lengua y no pudo contenerla, a sabiendas que era inapropiada, “¿Y a vos como te gustan?”

Thiago giró levemente el tronco para mirarlo, humedeciéndose los labios, mientras pensaba en responder que le gustaban los rubios despeinados con gigantes ojos marrones y actitud de perro cuando le hablaban de comida, eligió una respuesta ambigua, “Hombres”, tas una pausa continuó, “Con que sean hombres me conformo... quiero decir masculinos”

Llegaron a la plaza y se despidieron hasta la hora de la cena, cuando Thiago iba a llevarle la comida. Franco caminó lento, siguiéndolo con la mirada, mientras caminaba unos metros para encontrarse con el rubio bajito esperándole bajo la sombra de un árbol. Recordando las palabras que el mismo moreno había pronunciado, seguía sin importarle tomar el rol de tercera rueda en una relación. Observó disimuladamente como lo recibía con una amplia sonrisa al verlo aproximarse y se alejaban caminando juntos, en dirección a la casa de Thiago. Sintiendo una punzada incómoda en su garganta, bajó la cabeza y apuró el paso para llegar a su casa, mejor que se concentrara en el estudio hasta la hora de la cena, el próximo parcial estaba cerca.



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