Capítulo IV



Se despertó cerca del mediodía con la culpabilidad del estudiante por haber dormido tanto en lugar de despertarse temprano para seguir devorando libros, pero sentía que su mente estaba realmente descansada. Calentó algo de comida de la noche anterior, recordando los videos que había visto, los movimientos de caderas, el leve roce de cuerpos. Sacudió la cabeza y se sumergió en sus apuntes mientras comía. 

Pasó la tarde del domingo estudiando cortando ocasionalmente para preparar mate o ir al baño. Observó la luz titilante del celular, la barra le indicaba que tenía un mensaje. Era el día libre de Thiago, y le había prometido que le iba a hacer probar su cocina, preparada por sus propias manos, en lugar de la comida del restaurante cuya elaboración estaba a cargo de otros. Le había parecido una buena idea, probar la comida preparada totalmente por él, así que habían quedado que a la tardecita pasaba para comenzar a cocinar temprano. Intercambiaron varios mensajes, donde Thiago le preguntaba si le gustaba una u otra cosa, intentando decidir el menú.

El timbre lo sorprendió inmerso en una maraña de pensamientos volcados en un gráfico en papel. Miró la hora y saltó como un resorte en la silla para oprimir el interruptor de la puerta automática. Caminó rápidamente hacia la puerta a esperar que bajara del ascensor y lo saludara con esa sonrisa de dientes perfectos.

Traje todo para hacer carne con verduras asadas”, le dijo Thiago mientras entraba. El aire en el departamento estaba saturado, agobiante, se dio vuelta a mirarlo con gesto horrorizado, “No entiendo como podés estudiar así, tan encerrado... ¿Puedo abrir las ventanas?”

El aroma de su perfume le resultaba embriagador a esa hora de la tarde, luego de estar con las narices metidas entre libros el único olor que había sentido era el de la tinta. Asintió con la cabeza, observándolo mientras abría las ventanas de par en par, una brisa cálida entró y giró por el departamento, purificando el ambiente.

Thiago caminó decidido hacia la cocina, deteniéndose abruptamente en la arcada de entrada. Demasiada confianza para alguien que era apenas un cocinero a domicilio. “Ehmmm, permiso...”

Aún sumido en el letargo de haber estudiado todo el día, la abrupta visita había llegado como un tornado en un día soleado, cortando su estudio, abriendo ventanas, caminando rápido, con la energía característica de esa persona. Lo miró parpadeando, “Sí, no hay problema. Te entrego mi cocina”, balbuceó desorientado.

Thiago se paró en seco antes de apoyar las bolsas en la mesada y volteó a mirarlo con una sonrisa entre pícara e intrigada. Lanzó una risita ahogada, desempaquetando la mercadería que había acarreado en las bolsas, sacudiendo la cabeza mientras pensaba que había otras cosas mejores que desearía que le entregara, comenzó a repasar el detalle del menú que iba a preparar con tono entusiasmado.

Franco no entendió la mirada, ni la sonrisa, ni los detalles que le contaba sobre la comida. Estaba concentrado mirando esa espalda que se movía acomodando los ingredientes por la mesada, sus omóplatos asomando y volviendo a esconderse formando pliegues en su remera, como las puntas de sus cortos cabellos rozaban su nuca. 

Lo observó por sobre su hombro, allí de pie, la espada apoyada contra la pared, con cara somnolienta, mirándolo aturdido. “Ey, ¿estás bien?”, Thiago se acercó lentamente, “Yo trabajé hasta las 6 de la mañana y me parece que estoy más fresco que vos.”, dijo estirando la mano hacia él, deteniéndose a medio camino. No era una buena idea tocarlo, ni siquiera en el hombro.

Franco miró la mano que había quedado suspendida en el aire cerca de su brazo, sin comprender porque había detenido su movimiento, casi deseando que el movimiento continuara. Lo miró a los ojos y volvió a parpadear. No podía sacudirse la modorra del estudio. Tomó una profunda bocanada de aire llenando sus pulmones, realmente el cambio de aire en el departamento surtía su efecto. “Estuve estudiando desde el mediodía, estoy medio tarado. Me... me voy a pegar una ducha mientras vos te acomodás acá”, giró sobre sus talones y se dirigió al baño, sin volverse a mirarlo. 

Apretó la mano que había quedado en el aire en un puño, emitiendo un resoplido volvió hacia la mesada, comenzando a buscar los elementos para cocinar. Por culpa de esos ojos gigantes que lo estaban mirando tan fijamente, por un segundo, casi cometía un error. Respiró profundo mientras comenzaba a picar una cebolla.

Salió de la ducha, se vistió con ropa cómoda y salió secándose el pelo con una toalla. Definitivamente el agua había barrido el aturdimiento que sentía, empezaba a pensar con claridad. Miró hacia la cocina, pudo ver que el horno estaba prendido, la comida cocinándose a fuego lento. Recorrió la habitación con la mirada, hasta que su cabeza giró completamente hacia la izquierda y allí lo vio, acodado en la baranda del balcón fumando un cigarrillo. Apoyó la toalla en una silla y caminó lentamente hasta el balcón mientras metía la mano en sus amplios pantalones bali negro con finas rayas rojas.

Thiago giró levemente la cabeza al sentir ruido a su espalda. “¿Te despertaste?”, preguntó con el sarcasmo marcado en su tono de voz. Podía oler el shampoo en su pelo, el olor al jabón en su cuerpo, y casi hubiera deseado ser el agua de la ducha para haber recorrido cada centímetro de su ser. Se enderezó y tomó uno de los porrones de cerveza fría que estaban a su lado, destapándolo hábilmente con el borde de la baranda. Estiró el brazo para alcanzarle la botella mientras destapa otra para él.

Franco sonrió aceptando la invitación, “Sí, ahora estoy mejor” Tomó un sorbo, el sabor amargo de la cerveza fría le pegó directo en el fondo del paladar, deleitándolo con miles de burbujas.

   Thiago volvió a apoyarse en la baranda mientras pitaba su cigarrillo, pegando pequeños sorbos al porrón de cerveza. Miró hacia la plaza de la esquina, los árboles habían perdido buena parte de su follaje y las pocas hojas que luchaban por aferrarse a las ramas parecían implorar porque el sol no terminara de desaparecer. El ocaso era enceguecedor, entrecerró los ojos para ver la bola naranja ocultarse lentamente detrás de los edificios.

Franco miró hacia la calle. Por la vereda de enfrente iba caminando una rubia, la cortina de su largo cabello rubio se balanceaba sobre su espalda al caminar, con su cuerpo embutido en un ajustado jean, sus botas altas hasta la rodilla remarcaba su buen cuerpo. “Uh, mirá... Esa fue novia mía”, dijo señalándola.

Thiago bajó la vista para ver a la chica que taconeaba con paso decidido apretando su cartera como si de eso dependiera su vida y moviendo el culo como una coctelera. “Esa es otra, no es la que te largó por falta de empatía”, afirmó en tono sarcástico.

Dejó salir una risa fuerte. “Nooo, con esta salí hace como tres o cuatro años, casi un año entero”

Ah, duró bastante. Era serio”, opinó mientras miraba a la rubia perderse de vista. Era la típica mujer que imaginaba le gustaba a Franco. Buen cuerpo y por su postura se notaba que con carácter, similar a la ex-novia con quien lo había visto en la Universidad.

Sí, que se yo... todo lo serio que se puede ser a los diecinueve años”, Franco acompañó la frase con el típico gesto que dejaba sus cabellos en un desorden, “Ella tenía diecisiete cuando empezamos a salir, estaba terminando el secundario... y no me acuerdo porque me largó, creo que fue la de 'Yo no te importo' o algo así...”

Pero has tenido noviazgos bastante largos, así que tarde se daban cuenta”, comentó Thiago, mirando como la bocanada de humo que largó de su boca se alejaba contoneándose con la brisa.

Franco se quedó pensativo un momento, intentando recordar todas las novias que había tenido. “Sí... Depende, tuve varias novias. Sólo tuve dos o tres novias con las que duré alrededor de un año, las demás... se ve que se daban cuenta antes...”, bromeó mientras Thiago acompañaba el chiste con una risa. Continuó hablando pensativo mientras se mordía la uña del pulgar, “Enamorado, enamorado de verdad, de esas que te dan vuelta el corazón... una sola vez... pero era muy pendejo, tenía como dieciséis años, fue mi primera novia” 

Thiago lo miró sorprendido, había largado todo el cuento con ese aire despreocupado que era tan natural en él, con sus mechones dorados revueltos reflejando los últimos rayos del sol y sus ojos mirando hacia la lejanía del atardecer. Desvió la vista rápidamente hacia la calle.

¿Y vos?”, preguntó Franco siempre ávido por saber más sobre él. Normalmente era tan hermético, con esa aura misteriosa alrededor de él, como un enigma que no podía terminar de descifrar.

Mis relaciones no han durado más de un año tampoco”, comentó Thiago, “Después he salido con varios flacos, pero nada tan exclusivo como un novio”, remarcó esta última palabra como algo definitivo, como algo que merecía ser puesto en un cartel con luces de neón.

Lo miró pensativo, “Uno fue tu amigo, Miki, ¿no?”

Exacto”, asintió Thiago, consciente hacia donde apuntaban sus comentarios, no tenía intenciones de hablar sobre el tema en ese preciso momento. Lo miró de reojo, con sus codos apoyados en la baranda y todo su cuerpo apuntando hacia él con una media sonrisa en los labios. Blanqueó los ojos, no tenía escapatoria, no podía resistirse a esos gigantes ojos marrones rebalsando de curiosidad. “El otro fue un flaco que era cinco años más chico que yo”

Franco se encogió de hombros, no encontraba nada malo en eso.

Thiago sintió la obligación de continuar la aclaración, “Y en ese momento... yo tenía veinte”

Arqueó las cejas ante el cálculo mental que atravesaba su cabeza, “¿Entonces el flaco tenía quince años?”

Sonrió y miró hacia abajo en un intento fútil por esconderse. “Ahá... Podría haber ido en cana por corrupción de menores”, llevó la mano a su nuca, recordaba que en aquella época hubiera ido preso gustoso.

La curiosidad de Franco estaba a punto de explotar con un vasto conjunto de preguntas, quedando boquiabierto sin saber cual formular primero. 

Al ver su expresión, sonrió de manera incómoda. Finalmente había logrado dejarlo sin palabras.

Franco se detuvo a pensar un momento, analizando la situación, la culpabilidad que sentía Thiago por haber estado con un menor de edad hacía que no lo considerara un abusador de menores. “Bueno, si nos ponemos a pensar tampoco era tanta la diferencia de edad... sólo que él era menor y definitivamente hubieras ido preso”

Thiago terminó el cigarrillo y arrojó la colilla por sobre la baranda, cayendo al abismo gris del pavimento. “De entrada, no me dí cuenta que era tan chico. O sea, cuando lo conocí no parecía de quince años, o sea... era alto y hablaba muy adulto, aunque usaba uniforme del colegio, le calculé que tenía diecisiete o dieciocho...”

¿Uniforme del colegio?”, exclamó Franco con tono confundido.

Sí... yo hacía poco había arrancado a estudiar en el Instituto, tenía menos carga horaria así que salía antes, me daba el tiempo para volver a casa e ir al restaurante. más tarde. Y en el camino del Instituto a casa siempre pasaba por un colegio privado, alrededor de la hora de salida.”, empinó el porrón de cerveza mientras intentaba desembarrar su explicación, “No era por nada en especial, sólo me gustaba tomar esa calle porque estaba llena de negocios y podía ir mirando vidrieras, haciendo tiempo... No porque me gustara mirar los nenes que salían de la escuela”

Franco había adoptado su mejor pose de psicólogo, apoyando su mentón sobre la palma de su mano izquierda y mirándolo con total concentración, mientras ocasionalmente tomaba un sorbo del porrón. “Nunca pensaría eso de vos, pero gracias por la aclaración de que no sos un pedófilo”

Thiago lo miró, tenía toda su atención puesta en él, poniéndolo en una situación incómoda. “Es que Miki me cargó hasta el hartazgo con eso... En fin, un día me di cuenta que me seguía... Me paré a mirar una vidriera y cuando miré para atrás ahí estaba el pibe parado mirando una vidriera. Seguí caminando y me paré en otra vidriera, otra vez lo mismo.” Sacó otro cigarrillo del paquete y lo puso entre sus labios. La penumbra caía sobre la ciudad, las lámparas de la calle comenzaban a encenderse, alumbrando con su luz tenue. 

Franco observó como su rostro se iluminaba con la llama del encendedor mientras le dedicaba una mirada de soslayo, era evidente que relatar esa historia lo ponía incómodo, pero había logrado ganar la suficiente confianza para que le relatara una pequeña porción de su vida, avanzando un peldaño en la intrincada escalera para llegar a comprenderlo.

Exhaló el humo de la primera pitada. “Al día siguiente se repitió lo mismo, así que cuando llegué a mi casa me escondí atrás de la puerta, ahí donde están los buzones”, acompañó la explicación con un gesto cuando se percató que Franco nunca había ido a su casa, así que no iba a entender sobre el reducido espacio que intentaba describir. “Y lo vi pararse, mirando para la escalera y después de un rato se fue, siguió caminando. Así que al día siguiente hice lo mismo, pero me quedé parado en la puerta... ¡La cara!... El pibe se puso blanco cuando me vio ahí parado, una cara de pánico...”

Podía vivir la situación como si le estuviera pasando a él mismo. “¡Me imagino!”, exclamó Franco junto con una carcajada. “¿Y? ¿Qué te dijo?”

Thiago abrió los ojos grandes, “Le pregunté porque me seguía, pero se quedó ahí, boqueando como un pescado. Así que lo invité a tomar un café en el bar de la esquina”, pegó otra larga pitada al cigarrillo, “Ahí fue cuando se relajó un poco y básicamente me dijo que yo le gustaba, dando unas terribles vueltas para llegar a eso”

¡Ah, te encaró! ¡Corajudo el flaco!”, Franco no paraba de sorprenderse ante la historia.

Ahá... así que admití que era gay, le pregunté la edad y casi me caigo de la silla”, sacudió la ceniza, seguía serio contando la historia, “Le dije que no había chance, porque era menor de edad y me dijo si por lo menos nos podíamos conocer, para charlar, que hacía poco se había dado cuenta que le atraían los hombres, que no tenía a nadie para hablar del tema. Así que nos juntamos unas cuantas veces, así... cuando yo salía del Instituto y él del colegio”

Pero no pasaba nada”, confirmó Franco.

Thiago lo miró, “Nada. Pero después de un tiempo lo invité a mi departamento, porque me iba a fundir con los cafés en el bar. Y seguía sin pasar nada, yo lo que menos quería era embrollarme con un pendejo... Por muy bueno que estuviera...”, miró hacia la calle que poco a poco se estaba iluminando, los carteles de los negocios prendidos dejando zonas oscuras en la vereda, “Pero un día me arrinconó contra la mesada y me besó... y no me dejó muchas opciones”, su voz sonaba con un dejo de arrepentimiento acompañado por una sonrisa penosa, pensando en todas las formas que podría haber evitado ese momento.

El pensamiento fugaz de como sería besarlo cruzó por su mente, arrinconarlo en ese preciso momento contra la pared del balcón y besar esos labios que se veían tan suaves y carnosos. Franco comenzó a mordisquearse las uñas intentando alejar la sensación de su boca.

En fin, así estuvimos como un año juntos... Hasta que un día me dijo que había una chica de su curso que lo había encarado, que quería intentar volver a salir con mujeres.”, alejó la vista hacia la oscuridad de la plaza, pitando su cigarrillo. “Me pidió de seguir siendo amigos y le dije que no, que no podíamos. Y fin de la historia.”

Franco salió de su ensimismamiento al escuchar un final tan abrupto. “¿No lo volviste a ver?”

No... Después evité todo camino que me pudiera llevar a encontrarlo o cruzármelo, no pasé más por la cuadra de la escuela. Hace poco, mientras estaba haciendo la pasantía, lo vi de lejos... creo que entraba al edificio de Económicas...”, volvió a tirar la colilla del cigarrillo al vacío pero esta vez se perdió en la oscuridad, “Ya debe tener veintiún años, así que está en la universidad”

Y a diferencia de Miki, no quedaron como amigos... Estabas muy metido con él”, remarcó Franco.

Thiago suspiró enderezándose y estirando el cuerpo para atrás mientras sujetaba la baranda con sus manos. “Sí... Fue distinto con Miki, sólo estábamos juntos porque nos llevábamos bien, entonces fue fácil seguir como amigos... pero con él no”, lo miró sonriendo penosamente, “¿De qué íbamos a hablar? ¿Iba a venir a contarme de su novia?”. Sacudió la cabeza, “Lo mejor fue cortarlo ahí antes que seguir en algo que no iba a ningún lado”

Franco levantó la cabeza, como quien se da cuenta de algo, “¡Y por eso no salís con heteros!”

Rió ante el comentario, “Por eso, y por otras historias más... que no te pienso contar... po'que so' muy chusmo vo'”. Sacó el celular para mirar la hora. “Voy a revisar como va la carne, ya debe estar”

Observó mientras ingresaba, caminando decidido hacia la cocina. Ahora, luego de tantas charlas, entendía un poco más sobre él, pero esa sensación no lo abandonaba, la de no tener el panorama completo para poder resolver el enigma de Thiago, como un libro al que le faltaban hojas, dejando capítulos incompletos. 




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