Capítulo III



Las cenas se repitieron durante el resto de la semana. Cena tras cena, Franco sentía que iba descubriendo el mundo de Thiago, deduciendo pequeñas piezas del rompecabezas, pero sin terminar de completar la figura general en su mente. El día anterior, noche de viernes, Thiago había salido corriendo al percatarse de la hora, llegaba tarde a su trabajo extra en el boliche. Así que suponía que hoy debía estar muy cansado luego de haber trabajado toda la noche y continuar trabajando toda la tarde, era probable que no llegara a cenar en favor del descanso. Abrió la ventana y salió al balcón, el aire de la noche estaba fresco pero se sentía bien. ¿Cuánto hacía que no salía al balcón por la noche? Una mejor pregunta sería, ¿cuánto hacía que no salía de noche? Se acercaba la época de parciales y estudiaba sin descanso, pero de vez en cuando tendría que salir aunque más no sea a caminar. Bajó la mirada a la vereda, desde el quinto piso podía ver claramente a las personas que cruzaban la calle, grupos de jóvenes riendo hacia alguna reunión con amigos, previa de la salida. Nunca se había sentido parte de la movida de Buenos Aires. En Pinamar era diferente, ahí tenía amigos que lo esperaban para hacer asados o juntarse a hacer peña en la playa. En cambio aquí... la persona más cercana en los últimos cinco años que llevaba en esa ciudad probablemente era Thiago. Se incorporó, pensando que sus ojos lo engañaban, pero allí estaba, cruzando la calle. Había venido, a pesar del cansancio y las pocas horas de sueño, a traerle comida del restaurante. Sonrió, dio media vuelta y se paro junto al portero eléctrico esperando ansioso el timbrazo para presionar el automático que desbloqueaba la puerta del lobby. Abrió la puerta del departamento, esperando a que baje del ascensor. Ya no esperaba a que tocara el timbre, le gustaba verlo asomar con una sonrisa desde la punta opuesta del pasillo.

Cruzaron los saludos de costumbre e ingresó al departamento. El ambiente estaba helado y oscuro, pero por lo menos un poco más ventilado. “El menú del día, pollo con salsa de champignones y papas a la española”, enunció Thiago como un mozo de restaurante. Un gesto de dolor cruzó por su rostro mientras descolgaba la mochila de sus hombros.

Franco lo miró, “¿Estás bien?”

Sí... Es que... Ayer me choqué con Miki en el baile de la barra y creo que me cagué el hombro”, acompañó la frase refregándose el hombro izquierdo con la mano y moviéndolo de atrás para delante. Abrió la mochila y comenzó a sacar las bolsas de papel donde tan prolijamente había guardado las viandas de comida.

Había mencionado a Miki en sus conversaciones anteriores, era uno de sus amigos, y junto con Pepe trabajaban en la barra del boliche y compartían el trabajo en el restaurante. Tenía otro amigo, llamado Willy, que tenía su propio kiosco. Ese era su grupo de fieles amigos, personas en las que confiaba plenamente. “¿Baile de la barra?”, preguntó Franco sonriendo maliciosamente. Debía ser a lo que se habían referido sus compañeros de la universidad, pero quería ver su reacción ante la pregunta mientras iba a buscar los utensilios para comer.

Thiago hizo un gesto avergonzado mirando hacia abajo, casi arrepentido de sus palabras. Había sido cuidadoso de no mencionarlo antes porque no era algo de lo que se sintiera particularmente orgulloso. “Ah, es algo un poco vergonzoso pero cómico, ¿eh?”, dijo mientras se sentaba. Siempre tomaban la misma posición alrededor de la mesa, la misma disposición en la que se habían sentado en la primera cena. Suspiró. Franco lo miraba inquisitivamente mientras se sentaba en la cabecera de la mesa, parece que no iba a abandonar el tema tan fácil. A estas alturas se había percatado que las expresiones de su rostro eran transparentes, dejaban ver todo lo que pensaba. “Tenemos que bailar, ¿sí? Hay un horario en el que los tres nos subimos a la barra y hacemos una especie de coreografía con música... una especie de baile hot o algo así. Hay dos barras en el boliche, en la otra hay tres chicas y también bailan.” 

Franco estaba tratando de contener la risa. Tenía razón, era vergonzoso y cómico. “¿Y vos bailás?”, preguntó tratando de imaginarse esa escena de tres hombres bailando arriba de una barra.

No me queda otra.”, se rió mientras el calor subía a sus mejillas, “Aclaro, soy un queso bailando. Es todo gracias al esfuerzo de Pepe que es coreógrafo y nos obliga a ensayar... es como un dictador”

¿Pepe no era peluquero?”, preguntó Franco, volcando la comida en el plato con suma concentración.

También. Pepe es así. Hace mil cosas.”, dijo Thiago gesticulando hacia el espacio.

Quedó un momento contemplativo y saltó con otra pregunta que le vino súbitamente a los labios sin pensarla demasiado. “¿Y... se tienen que sacar la ropa?”

Thiago lo miro escandalizado por la pregunta, “¡Ni loco! No, no, lo máximo que hemos hecho es sacarnos la remera para revolearla por el aire, no soy fanático de sacarme la ropa en público, de ninguna manera. Para eso están los bailarines gogó casi desnudos bailando en las tarimas elevadas.”, exclamó negando con la cabeza. Nunca consideró que su cuerpo era digno de ser expuesto al público.

Franco rió. “Un día voy a tener que ir al boliche para ver eso, porque no puedo imaginarlo”

Pasó la mano por su cara y con su voz grave pero cansina dijo, “Cuando quieras, me mandás un mensaje y le aviso al patovica de la puerta que te deje pasar”

Dale, te aviso”, empezaba a cortar el pollo, el plato del día estaba excelente. “¿Y cómo fue que te cagaste el hombro?”, volvió a preguntar.

Me choqué con Miki en un giro y casi me caigo a la mierda de la barra”, explicó mientras hacia los gestos, “Miki me agarró en el aire y me levantó, sino caía encima de la gente”

Ufff, tremendo accidente hubiera sido, menos mal que te pudo levantar”, Franco levantó la cejas ante la gravedad de la casi caída, pensando que a pesar que tenían aproximadamente la misma altura, él no hubiera podido levantarlo.

Thiago lo miró. “Como no me va a poder levantar si Miki es un oso. Es como cinco centímetros mas alto que yo, tiene más espalda y unos brazos así”, acompañó toda su descripción con gestos, remarcando el tamaño de los bíceps de Miki.

Franco largó una risa ahogada. “Buena descripción... ¿Hay onda?”

Los ojos turquesa de Thiago se abrieron grandes, como si hubiera visto al diablo en persona. “Noooo, ni cerca”, dijo negando con el tenedor mientras una especie de escalofrío le recorría el cuerpo ante la idea, “O sea, sí. Salí con Miki casi un año, se podría decir que fue mi primer novio oficial, pero no funcionó. Como amigos estamos bien”, terminó la afirmación sonriendo. La sola idea de salir con Miki en ese momento le resultaba totalmente descabellada.

Eso se ponía interesantemente retorcido para su mente. Su mejor amigo era su ex-novio. Él no recordaba más que un saludo de lejos con sus ex-novias, nunca nada cordial. “¿Y por qué no funcionó?”

Thiago achicó los ojos, “Mirá que so' chusmo vo', ¿eh?” 
 
De vez en cuando, una tonada rosarina salía de sus labios. A Franco le encantaba eso, encontrando divertido como, a pesar de utilizar buenos modales y ser muy educado para hablar, podía cambiar a omitir todas las eses en las palabras. “Perdón, es la costumbre”, se disculpó sonriendo avergonzado.

Volvió a suspirar. Le disgustaba hablar de su vida privada, pero sentía que con Franco era diferente. No lo juzgaba, no lo acusaba de promiscuo, sólo era extremadamente curioso de todo lo que lo rodeaba. Casi podía ver la tonelada de preguntas que se le agolpaban en la mente. “Miki es... como describirlo...”, comenzó a buscar una palabra que englobara como era su amigo sin que sonara tan fuerte a los oídos de alguien fuera del ambiente, “Es un picaflor. Le gustan todos. Culo ve, culo quiere. Pija ve, pija quiere.”

Franco se detuvo un momento de masticar el pollo y se pasó la mano por el pelo despeinándose mientras lo miraba. “Te engañó con otro”, afirmó con confianza de su lectura.

Ahá... Tres veces...”, asintió sorprendido, era algo del pasado de lo que no dolía hablar, “Y yo lo engañé una vez, así que me ganó por goleada”, dijo riéndose. “Ya... cuando yo lo engañé, la relación no daba para mas. Pero Miki... es especial, no es mala persona. Sólo es así, va por la vida mirando hombres como si estuviera en un supermercado”, cortó otro trozo del pollo, “Así que quedamos amigos, además trabajamos juntos en el restaurante. Y en el boliche. Gracias a él fue que enganché el trabajo en la barra”

Asintió, sonaba como un buen amigo y un pésimo prospecto de pareja. Súbitamente tuvo una idea, “¿Habrá algún video subido del boliche?”, tomó su celular y lanzó una búsqueda general, observando por el rabillo del ojo la incomodidad del moreno. Lanzó una risa, todo podía encontrarse por Internet hoy en día. “Ah, hay un montón... Y hay uno subido hoy a la mañana, ¿será el de anoche?”

Thiago se acercó a su lado para ver el video, “A ver...” 

Franco observó su rostro de soslayo, como el brillo de la pantalla reflejando en sus ojos turquesa, como contrastaba contra el tono de su piel, como caía el flequillo despeinado sobre su frente. Una nube perfumada lo rodeo al aproximarse, mezcla de jabón, shampoo, desodorante y perfume, provocando que su corazón pegara un pequeño salto. 

    El video estaba oscuro y movido, grabado desde un celular, con mucho ruido y gritos cual concierto de una banda adolescente, la música se escuchaba saturada. “¡Ahí estás!”, dijo Franco señalándolo en la pantalla.

Sí, y ese es Miki y este es Pepe”, dijo Thiago señalando a los hombres a su lado. 
 
Miki concordaba con la descripción que había hecho, aunque no se veía como un oso, era más grande de contextura que Thiago, de cabellos castaños corto. Pepe era todo lo contrario, rubio, menudo y bastante más bajo que ambos. Estaba claro que habían sido seleccionados a conciencia para trabajar en la barra, los tres eran hombres atractivos. De a poco la sonrisa que tenía en la cara se fue desdibujando en un gesto sorprendido, el baile era realmente sensual casi rayando en lo pornográfico. Ondulaban sus cuerpos de manera sugestiva entre ellos, sin que existiera tan sólo un roce. 

En un momento se vio el giro que había mencionado al llegar, el hombro de Thiago chocó contra la espalda de Miki, que instintivamente estira el brazo agarrándolo de la cintura para ayudarlo a volver a la barra, se escuchan unos gritos de temor en la audiencia. “¡Ahí está!”, dijo Thiago mientras se masajeaba el hombro nuevamente, “Nos paramos muy cerca, perdimos la posición por un momento y casi me mato de un golpe”

El video termina con una ovación por parte del público, se escuchaban gritos de hinchada con los nombres. Franco prestó más atención a los gritos de la gente. Podía escuchar el nombre de cada uno, pero no escuchaba que gritaran el nombre del moreno, “¿Titi?”

Thiago se volteó para mirarlo, en una respuesta involuntaria al sobrenombre, para encontrar la cara de Franco a escasos centímetros, mirándolo con curiosidad. Sin percatarse, con la excusa de ver el video, ambos habían quedado pegados a la pantalla. Demasiado cerca. Se sonrojó levemente, poniendo distancia entre ambos, volviendo a su lugar, en una mezcla de vergüenza por el reconocimiento del sobrenombre y un calor corporal que sentía subir desde su entrepierna. Volvió a tomar los cubiertos, adoptando la posición para seguir comiendo, “En el boliche todos me conocen como Titi”, aclaró su garganta, “Suena medio estúpido, ya sé, prefiero que no me llamen así”, aclaró ante la posibilidad que empezara a llamarlo con ese mote.

Es como un nombre artístico, digamos”, insistió Franco volviendo a su plato de comida. Lo había sentido, había sentido la incomodidad del otro al verse tan cerca. Intentaba distender la situación, pero le era tan difícil refrenar su curiosidad, era casi placentero ponerlo en esa situación penosa. “¿Y de dónde viene ese apodo?”

Es... un apodo que me puso Miki... cuando salíamos, no viene al caso... El tema es que me pareció conveniente usarlo en el boliche porque así la gente no conoce mi verdadero nombre”, era notorio que no quería hablar más de eso.

Continuaron dialogando unos minutos mas, mientras Thiago estaba atento al reloj para no llegar tarde a su trabajo nocturno. 

Cuando se fue, Franco abrió la notebook y volvió a ingresar en el motor de búsqueda las palabras “Los chicos de Inferno”, como había buscado anteriormente en el celular. Había una gran cantidad de videos subidos, el primero que aparecía en la lista era el que habían visto y llegaban tan lejos como cinco años atrás. En esos se podía ver a un Thiago más joven, pero con el rostro marcado de un hombre y no de un adolescente, notablemente torpe al bailar en lugar de los movimientos precisos de los videos más recientes, con su cuerpo con menos tonicidad muscular que ahora. Cerró la notebook de un golpe. Era sábado por la noche, pero no tenía energía para seguir. Mejor se iba a dormir antes que sus pensamientos se tornaran extraños.



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