“Es como la décima vez que me deseas feliz cumpleaños”, murmuró Thiago intentando recuperar el aliento, con su espalda apoyada contra la pared, sintiendo las piernas a punto de derretirse por la intensidad de los besos.
“Pero cumplís veintisiete, me faltan un montón más”, sonrió de manera maquiavélica.
“Con eso estamos bien, me vas a matar a besos”, comentó poniendo la mano en su pecho. Había tenido un día de horas extras en el restaurante con los pedidos para Semana Santa, había salido apestando a pescado para pegarse una ducha rápida y salir corriendo al departamento. Al día siguiente Franco se marchaba para Pinamar, y no iban a poder verse por cuatro largos días. Pasadas las doce, cuando el día se transformaba en dos de Abril, era su cumpleaños. A las doce y un segundo Franco estaba aprisionándolo contra la pared, cantándole el feliz cumpleaños entre besos y abrazos.
Metió la mano en su bolsillo, sacando un paquete pequeño. “¡Feliz cumpleaños!”, exclamó entregándole el envoltorio junto con otro profundo beso.
Observó el envoltorio, casero, con el papel un poco arrugado. “Gracias, pero recién ayer empezaste a trabajar en el Centro, no tendrías que haber gastado la poca plata que te queda para el mes”
“No importa, lo vengo planeando desde hace tiempo al regalo”, dijo señalando el paquete para que lo abriera.
Rompió el papel para la buena suerte, por la abertura asomaba algo que parecía cuero. Tiró de la punta hasta sacarlo, sorprendido de encontrar un llavero de cuero con un par de llaves colgando de él.
“Son las llaves del departamento”, aclaró señalándolas. “Está es la del hall de entrada, está es la de esa puerta”. Al verlo boquiabierto, sin poder pronunciar palabra, continuó, “Es para que entres cuando quieras, sin tocar timbre... Y para que... sean tus llaves si decidís venir a vivir conmigo...”
La inquietud se propagó por todo su rostro, había pensado seriamente sobre el asunto, tal como él le había pedido. Pero aún tenía la sensación que llevaban muy poco tiempo en la relación para comenzar a hablar de convivencia. “Fran... Es muy pronto...”, murmuró apocadamente.
Blanqueó los ojos, escuchando por segunda vez esa reacción temerosa del moreno. “Bueno, que te parece si empezamos de a poco... Ya te quedás un día a la semana a dormir acá, empecemos a sumar más días... y más días... hasta que los días se conviertan en semanas completas y las semanas en meses...”, dijo suavemente chocando sus frentes, “Acá tengo medio ropero vacío para tu ropa, los gabinetes del baño están vacíos para... todas las cremas para el pelo que tenés, hay lugar de sobra para todas tus cosas de cocina, y prometo que pronto voy a arreglar esa biblioteca para dejar la mitad desocupada... Todo el departamento está medio vacío.. Esperándote a vos...”, dijo mientras regaba sus mejillas con besos tiernos, sintiendo el escalofrío que recorría el cuerpo de su novio.
Rodeó su cuello con sus brazos, abrazándolo fuerte, “Gracias por las llaves... es un regalo hermoso”, susurró mirándolo de reojo.
Correspondió el abrazo, hundiendo el rostro en su hombro. “Cuatro días... No me quiero ir...”, protestó sacudiendo la cabeza como si hablara de visitar una cámara de torturas.
“Bueno, no es para tanto. La última vez aguantaste dos semanas”, dijo jugueteando con los bucles de sus cabellos dorados que habían crecido casi hasta sus hombros.
“Pero ahora es peor... Te amo más que antes...”, murmuró acomodando mejor la cabeza para recibir las caricias en sus cabellos.
“Tonto... Vas a sobrevivir... Y no hagas pavadas, no hables con tus viejos de nosotros”, lo retó con el dedo índice.
Negó con la cabeza, pensando que afortunadamente Thiago no lo estaba obligando a prometer que no iba a hablar... Porque era el tema exclusivo por el que había accedido a ir a Pinamar.

El foco de atención estaba puesto en ella, como iban sus adelantos en la carrera de Abogacía, críticas o alabanzas a los profesores colegas de sus padres, recomendaciones sobre como organizarse para estudiar una cierta materia. Cuando las preguntas comenzaron a mudarse hacia el plano de su vida amorosa, Agustina decidió que era momento de cambiar el foco de atención hacia su hermano, que había estado disperso toda la cena, acostumbrado de ser ignorado por sus padres. “Bueno, basta de hablar de mi. ¿Vos que novedades tenés, hermanito?”, preguntó pateándolo por debajo de la mesa. Su mirada lo decía todo, era el momento de soltar la noticia como una bomba molotov.
Franco se enderezó en la silla, alisando la tela de la camisa que Thiago le había regalado para su cumpleaños. Se había convertido en una especie de cábala para momentos de tensión. Carraspeó, bebió un sorbo de vino para humedecer su garganta, manejando los tiempos.
“Eso... ¿Cómo vas en esa carrera inútil que decidiste estudiar?”, preguntó su padre con el tono afectado de costumbre.
“Gracias por preguntar, Agus”, exclamó devolviéndole la patada por debajo de la mesa, girando hacia su padre, “La carrera inútil, como te decidiste a llamarla, la completé el mes pasado cuando presenté la tesis. Me recibí suma cum laude... que por si no saben es cuando sacás diez en todo, parciales, finales y tesis”, disfrutó unos segundos de la cara de sorpresa de sus padres, sabiendo que ni ellos mismos habían logrado ese grado de honor en sus propias carreras. “Como mi tesis tuvo buena repercusión, empecé a trabajar este mes en un Centro para niños y adolescentes, con un sueldo que supera diez veces el dinero de la beca de estudio”, se detuvo otro momento paseando la mirada entre sus padres, que sabían bien la miseria con la que había estado sobreviviendo los últimos años, otorgándoles el tiempo para que calcularan cual era su ingreso actual. “Y estoy intentando convencer a mi novio para que vivamos juntos, pero él no está convencido todavía”, comentó remarcando la masculinidad de su pareja en todas las palabras. Los rostros de sus padres se transformaron de asombro a horror.
“¡¡¡¿¿¿Sos gay???!!!”, el grito agudo de su madre hizo eco en el comedor de la casa.
Arrojó la servilleta que se encontraba su regazo sobre la mesa, molesto por la reacción, además de sentir su tímpano vibrando por el grito. “Mierda, mamá... De todas las noticias que te dije, ¿esa es la única para vos que amerita un comentario?”, dijo con el dedo en el oído, intentando recuperar la audición.
Su padre carraspeó, “Ehmmm, vamos por partes. Te felicito, hijo, por recibirte con honores y me alegro que hayas conseguido trabajo tan rápido y siendo tan joven”, su voz se escuchó lacónica, como quien está haciendo una exposición en un juicio, “Ahora, ¿novio?”.
Les contó brevemente sobre Thiago, no más de lo debido, sólo lo que necesitaban saber para que tomaran conciencia que era una persona real, que existía, vivía y amaba como cualquier ser humano.
“Es un flaco muy bueno”, comentó Agustina.
Su madre la miró asombrada, “¿Lo conocés?”
“Sí, lo conocí cuando fui para el cumple de Franco”, respondió despreocupada bebiendo su copa de vino.
“¡¿Y no se te ocurrió contarnos?!”, reprochó su madre.
“¿Y yo por qué les tenía que contar? Es algo personal de Franco, él lo tenía que contar”, dijo señalándolo con su copa.
Franco le sonrió, orgulloso que su hermana menor hubiera crecido en una mujer honesta y sincera, y no siguiendo el patrón represivo de su hogar.
Su madre se agarró la cabeza, sacudiéndola de un lado al otro, “Estoy tan desilusionada con vos, realmente no pareces hijo mío”, criticó con un falso llanto contenido, “¿Qué va a decir la familia? ¿Los vecinos?”
Respiró profundo, agotado por la situación. Se puso de pie de manera intempestiva con gesto serio, “Mamá, me importa una mierda que piensen los demás. De última, si para vos eso es más importante que mi felicidad, lo único que terminás demostrando es lo que todo el mundo sabe, que sos y siempre has sido una pésima madre”, apoyó sus manos sobre la mesa, paseando la mirada entre sus progenitores, “En julio voy a venir con Thiago para que lo conozcan. Si no les interesa, me avisan de antemano así ni siquiera preocupo en venir. No pienso pisar Pinamar sin él”, concluyó marchándose a su habitación relegada en el quincho.
Se tiró sobre la cama con un resoplido, soltando sus cabellos, despeinando los bucles. Extrajo el celular de su bolsillo, seleccionando con cuidado las palabras.
Hoy, 22:35hs
Le dije a mis viejos
Miró el techo de madera, cerrando los ojos, imaginando su reacción al leer el mensaje, esperando el insulto en el mensaje de Thiago. Escuchó un golpe leve en la puerta, levantó el torso para ver la cabecita de Agustina aparecer con una sonrisa gigante.
“Se quedaron mudos, me fui porque sabía que no iban a hablar si me quedaba ahí”, dijo mientras se acercaba para acostarse a su lado. Apoyó la cabeza contra su pecho, como cuando eran chiquitos y dormían la siesta juntos. “¿Estás bien?”
Franco pasó la mano por su rostro, “Sí, ya sabía que iban a reaccionar así, pero me agotó toda la escena”, la observó acurrucándose contra él como una niña, “Gracias por armar todo el circo para poder decirles a los dos juntos”
“No es nada, nabo. Es lo mejor que podés haber hecho. Y estoy orgullosa del hermano que tengo, que se juega todo por su amor”, golpeó suavemente su pecho con la mano.
El tintineo de mensaje entrante sonó en su celular. Lo desbloqueó temeroso de la contestación.
Thiago, Hoy, 22:40hs
No se para que mierda hablo, siempre terminas haciendo lo contrario a lo que te digo. Y me mentiste, me dijiste que no ibas a decirles.
Hoy, 22:41hs
No te enojes
“¿Por qué está enojado?”, preguntó curioseando la pantalla.
“Porque no quería que les contara”, respondió mirando la pantalla fijamente como si un mensaje fuera a llegar tan solo por eso.
Thiago, Hoy, 22:43hs
Ya se que lo haces por mi, ya se que te jugás por mi, pero no quiero que pierdas a tu familia por mi. No es lindo estar solo
“¡Ay, es más dulce! ¡Yo quiero uno así!”, sonrió mirando a su hermano.
“Seguí participando, este es mío”, bromeó tecleando a toda velocidad mientras recibía un golpe en la cabeza de parte de su hermana.
Hoy, 22:44hs
Te amo, te extraño, mañana llego a las 18hs, esperame en el dpto
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