
“Estás todo pegote”, comentó riendo, había bebido bastante alcohol sin control y podía darse cuenta que estaba un tanto ebrio, algo inusual para él. Continuó lamiendo el líquido que resbalaba por su mandíbula y su cuello, escuchando un leve gemido de placer en los labios de Franco.
“¡Che, che, no coman pan delante de los pobres!”, gritó Miki junto a ellos aún sosteniendo la botella de champagne en la mano. Señaló en la dirección de Willy y Pepe que estaban abrazados haciéndose arrumacos, “Entre estos dos y ustedes, ya me siento bastante perejil”
Thiago rió, arrebatando la botella de sus manos y dándole un largo sorbo, para llevarla a sus labios y hacerlo beber un poco más. Fue en ese momento que se dio cuenta que el moreno estaba mas borracho que él. “Pará, pará, uno de los dos tiene que estar sobrio para poder llegar a casa.”, bromeó. La tensión que había sufrido durante la tarde en su cuerpo iba cediendo gracias al alcohol. Esa tarde había realizado la defensa de su tesis frente a un estricto jurado, recibiendo grandes alabanzas por el desarrollo del tema y la excelente presentación. Nota final, diez redondo.
“¡Felicitaciones, mi psicólogo!”, dijo Thiago abrazándolo fuertemente, completamente desinhibido por el alcohol, haciéndolo mover al ritmo de la música pop que sonaba en el boliche. “Me pone muy feliz que te hayas recibido luego de verte tantas horas leyendo y escribiendo como un loco”, susurró a su oído. Era la verdad, había sido testigo del esfuerzo sobrehumano que Franco había puesto durante esos meses para completar la tesis, día tras día, encontrarlo ojeroso y desprolijo, había intentado no molestarlo demasiado para que no se distrajera con sus visitas y mensajes. De todas maneras, siempre lo había recibido agradecido, como si su llegada fuera el recreo que necesitaba para despejar su cabeza por unas horas y aliviar la presión que tenía para presentar la tesis lo antes posible, antes que le cancelaran la beca.
“Sin vos, no hubiera podido terminarla a tiempo”, agradeció Franco, correspondiendo el abrazo, dejándose llevar por el ritmo de la música.
“¿Yo? ¿Qué hice?”, preguntó descreído, mirándolo a los ojos.
Sonrió acariciando su espalda suavemente, “Fuiste mi inspiración en todo momento”. Comenzó a besarlo tiernamente, se detuvo al escuchar un carraspeo a su lado. Volteó la mirada para ver al español observándolos con una amplia sonrisa.
“Perdón que los moleste en este grato momento que están pasando, pero Manu me pidió que te venga a buscar porque quiere hablar contigo.”, dijo Rodrigo señalándolo con un dedo. Al ver la mirada intrigada de ambos, continuó, “Es que estuvimos leyendo tu tesis y está muy interesado, así que me pidió si puedes ir a la oficina a conversar con él”
Franco lo miró asombrado y volteó a mirar a Thiago, que asintió con la cabeza, dándole unas palmadas en la espalda para infundirle coraje. Inhaló profundamente, intentando acomodarse la ropa húmeda de champagne, asintiendo para sacarse la modorra del alcohol y la excitación de los besos de encima. Comenzó a seguirlo en dirección a las escaleras que conducían a la oficina de Manu, sorteando personas y borrachos que querían hablarle en plan de conquista. Sintió que alguien tocaba su trasero y miró incómodo alrededor, normalmente Thiago siempre iba protegiéndolo en el boliche, nunca lo dejaba atravesar solo entre la multitud. Un hombre con unas cuantas copas encima, bañado en transpiración, lo tomó por la nuca e intentó besarlo, lo cual resistió empujándolo con las manos en su pecho.
Rodrigo giro para mirarlo, haciendo una mueca. Lo tomó del brazo, tirando para colocarlo delante de él, “Ya deja de comportarte como hetero nervioso, bien que no te quejas cuando Thiago te toca”, murmuró a su oído.
“Thiago es Thiago”, contestó tirando para soltar el agarre de su brazo. Sintió que lo empujaba levemente en dirección a las escaleras para lograr salir de la multitud. Dos gorilas gigantes estaban parados en los escalones, cerrando el paso, observándolo con cara de pocos amigos hasta que Rodrigo hizo una seña con la cabeza para que los dejaran pasar. Subieron las escaleras en silencio hasta llegar a la puerta cerrada de la oficina, percatándose de la presencia del abogado detrás de él.
“Entiendo a Thiago por estar tan loquito contigo, eres muy lindo”, susurró a su oído ante la mirada inquisitiva que recibió. No es que tuviera especial interés en ese rubio flacuchito que estaba delante de él, no era su tipo, pero debía reconocer que tenía cierto magnetismo desafiante. Abrió la puerta para dejarlo pasar tras recibir una mirada asustada.

“Estuve revisando tu tesis”, comenzó Manu devolviéndole el pen-drive que le había hecho llegar unas semanas antes, cuando el documento finalmente había sido aceptado. “El hecho que la hayas aprobado con honores, sólo confirma lo que pensé al leerla, es un trabajo excelente.”
Franco se estiró para tomar el pen-drive, inclinando la cabeza agradecido, “Bueno, gracias”
“Así que te quiero ofrecer hacerte cargo del área de desarrollo psicológico en el Centro para que pongas esta tesis en práctica”, dijo sin rodeos.
Los ojos de Franco se abrieron gigantes mirándolo, mientras su mandíbula caía lentamente. Paseó la mirada entre los concurrentes, todos le devolvieron la mirada esperando seriamente su respuesta. Volvió a mirar a Manu, “¿Estás seguro que soy el indicado? Digo, soy muy joven, tengo veinticinco años y recién me recibí y...”, balbuceó sin poder salir de su asombro.
“Y te recibiste de Licenciado en Psicología de la UBA, summa cum laude, con una tesis que podría ser de doctorado”, exclamó señalando el pen-drive en su mano. Continuó hablando de manera segura, “Juani y yo hemos pasado por una tonelada de psicólogos en nuestras vidas, digamos que tenemos una especie de radar para detectar cuando son buenos o verseros... Y vos sos muy bueno...”, relató haciendo referencia a la entrevista que habían tenido para ayudarlo en el cuestionario de la tesis.
Franco tragó saliva, bajando la cabeza pensativo. Volvió a pasear la mirada por el grupo de personas que aún esperaban su respuesta. “Acepto pero... no se cuanto tiempo podré dedicarle porque me ofrecieron unas horas de consultorio en el Hospital de...”, afirmó intentando expresar uno de los cien pensamientos que cruzaban por su cabeza. La idea de plasmar en hechos concretos su tesis era sumamente atractiva, pero al recibirse quedaba sin el beneficio de la beca, necesitaba urgente el dinero para mantenerse.
Manu levantó la mano, interrumpiendo lo que iba a decir. Hizo una seña a Rodrigo para que se acercara y cuchichearon algo, mientras tomaba un papel y un bolígrafo. Anotó algo, entregándoselo al abogado que a su vez se lo pasó a él. Lo vio leer el papel, mirándolo intrigado, “Tu sueldo”, aclaró sin pestañear.
Volvió a mirar el número anotado en el papel, sintiendo como su presión sanguínea bajaba. Representaba más de diez veces la plata que le otorgaban actualmente con la beca, un exagerado número de cinco cifras. Volvió a levantar la cabeza mirando a Manu, “Esto es...”
“Lo único que pido es dedicación absoluta al centro, cumplís el horario que vos determines de ocho horas, pero tenés que tener disponibilidad para emergencias cuando sea necesaria tu asistencia. Condiciones de contratación normales, vacaciones, aguinaldo, etc. También va a haber otros profesionales, médicos, psiquiatras, asistentes sociales, pero el área de desarrollo psicológico es sólo tuya.”, tomó un sorbo del trago que tenía sobre el escritorio, volviendo a acomodarlo de manera prolija sobre el apoyavasos. “A medida que crezca la cantidad de internados, podemos incorporar otros psicólogos para que te ayuden, para no cargarte de trabajo, pero bajo tu supervisión”
Franco había quedado congelado, paseando la mirada entre la cifra anotada en el papel y Manu. Era demasiado bueno para ser verdad, era tan bueno que casi quería correr a abrazarlos a los tres. “Yo... es como... demasiado...”, balbuceó indeciso.
Se puso de pie, dando la vuelta alrededor del escritorio hasta pararse delante de él. “Yo pongo mi fe en vos, sos brillante aunque todavía no te hayas dado cuenta.”, afirmó mirándolo a los ojos.
Volvió a pasear la mirada entre Juani y Rodrigo que asentían con la cabeza, para terminar en Manu que lo miraba con firmeza. “Acepto”, dijo encogiéndose de hombros.
Le extendió la mano con su mejor sonrisa empresarial, “Excelente, empezás el mes que viene”, exclamó con un apretón. “Ahora andá a seguir festejando con los muchachos”, dijo dándole unas palmadas en el hombro.
Salió de la oficina como en cámara lenta, sacudido por la excelente oferta que acababa de recibir, era consciente que había estudiado con dedicación absoluta para poder lograr semejante reconocimiento, pero nunca hubiera pensado que la oportunidad llegaría tan pronto. Miró el papel y sonrió, guardándolo en el bolsillo del pantalón. Bajó las escaleras, cruzando a toda velocidad hacia donde se encontraba el grupo de amigos, emocionado por contarle la noticia al moreno, ignorando por completo los avances lascivos de los que lo rodeaban. Llegó hasta donde estaban en ronda conversando, “¿Y Thiago?”, preguntó buscándolo por los alrededores.
Miki había estado muy entretenido conversando con Willy y Pepe sobre la desgracia de sus asuntos amorosos, no se había percatado que Thiago no estaba en el grupo. “Ni idea, recién estaba acá”, dijo girando la cabeza en su búsqueda hasta quedar petrificado, con la cara transformada y la vista dirigida unos metros a la derecha del grupo.
Franco giró la cabeza para encontrar a Thiago hablando muy animosamente en lo que parecía portugués con un hombre cercano a los cuarenta años, de piel trigueña, cabellos castaños y ojos marrones, unos centímetros más alto que él. Volteó a mirar a Miki que le devolvió la mirada incómodo. “¿Quién es?”, preguntó comenzando a notar la reacción sorprendida y atemorizada en los tres amigos.
“El... primer novio de Thiago...”, murmuró con cierta aprensión.
“¡¿Qué hace acá?! ¿No se había vuelto a Brasil?”, exclamó Pepe con tono indignado.
Willy se tomó la cabeza, frotándose la frente. “Mierda, siempre que aparece ese tipo es para quilombo”, dijo haciendo una mueca de disgusto.
Estaba claro que ninguno en el grupo era fanático de esa persona, pero un montón de alarmas comenzaron a encenderse en su cabeza. “Pero... el primer novio de Thiago... ¿no fuiste vos?”, preguntó intrigado mirando a Miki.
Arqueó las cejas, sin saber exactamente que contestar sin delatar lo que sea que su amigo le hubiera contado a Franco. “Ehmmm... Antes de salir conmigo, salió con él... y me metió los cuernos con él... Y después volvió a salir con él un tiempo más”, farfulló Miki inseguro sobre su contestación.
Achicó los ojos, volviendo a mirar a Thiago, olvidando toda la emoción por la buena noticia que acababa de recibir, intentando controlar el fuego que comenzaba a arder dentro de él. Conocía ese calor, era la chispa del enojo y la impotencia generada por los celos.
“No es nada, sólo están charlando”, lo consoló Willy ofreciéndole un vaso de cerveza.
Continuó observándolo por un par de minutos, no había contacto físico más que acercarse al otro para poder escucharse, Thiago se mantenía con las manos en los bolsillos mientras el hombre sostenía un trago, reían mientras conversaban, generando una dinámica de coqueteo entre ambos, sin mirar ni una sola vez en su dirección, ignorándolo completamente. No soportó más, apoyó violentamente el vaso de cerveza que Willy le había dado poniéndose de pie, caminando hacia la salida.
Miki miró de manera desesperada a Willy y Pepe, que lo miraron impresionados por el exabrupto. Lo llamó un par de veces por su nombre, sin obtener respuesta. De manera casi desesperada, empujó a las personas que se encontraban entre él y su amigo, tocándole el hombro para hacerlo girar y encontrarse con la mirada sorprendida del moreno. “Boludo, Franco se va, está re caliente”
Thiago miró angustiado en todas direcciones, sintiendo como nacía una presión en su pecho. Tocó el brazo de su interlocutor, anunciando que se tenía que marchar. Abriéndose paso como pudo, cruzó el boliche hacia la puerta de salida, empujando sin miramientos a las personas a su paso. Una vez en la calle, miró en todas direcciones hasta localizar su espalda alejándose más allá de la multitud que estaba esperando para ingresar al boliche. Comenzó a correr a toda velocidad hasta alcanzarlo, “¡Franco!”, lo llamó casi sin aliento.
Giró para verlo, agitado detrás de él. “Ah, por lo menos te diste cuenta que no estaba”, comentó de manera sarcástica. Dio media vuelta para continuar caminando.
“¡Franco, pará!”, gritó tomándolo del brazo.
“¿Para qué? ¿Me vas a mentir con alguna otra cosa? ¡Volvé con tu ex primer novio que seguro te está esperando!”, vociferó zafándose del agarre.
“No es mi ex-novio”, respondió Thiago herido por sus palabras.
“Me dijiste que Miki había sido tu primer novio y eso era mentira, porque saliste con él antes que con Miki. ¡Así que fue tu primer novio!”, vociferó en el medio de la calle.
“¡No fue mi novio!”, repitió subiendo el tono de voz de manera exasperada.
“¿Entonces qué? ¿Te encamabas pero de forma permanente y exclusiva? Si saliste un montón de tiempo... así que fue tu novio, ¡no me mientas!”, su voz sonaba furiosa mientras sus brazos se sacudían de manera violenta acercándose hasta estar enfrentado al moreno.

Franco quedó paralizado un momento, observando la actitud apesadumbrada del moreno allí sentado. Pasó su mano por los cabellos, húmedos y pegoteados de champagne, suspirando para intentar calmarse. “¿Entonces?”, preguntó intentando mantener un tono paciente.
“Él... Caio... empezó a ir a almorzar al bar donde trabajaba, lo habían transferido por un tiempo en su empresa. Los mozos no le entendían nada el portuñol que hablaba, entonces lo empecé a atender yo porque hablaba portugués. Y un día me invitó a salir...”, levantó la cabeza con la tristeza reflejada en sus ojos, “Yo... era muy pendejo, hacía poco había llegado a Buenos Aires y... estaba solo... muy solo...”, se encogió de hombros, “Sabía que me atraían los hombres, pero por... todo lo que me había pasado, tenía terror de estar con alguien”. Volvió a mirarlo, sus ojos comenzaron a enrojecerse, con el llanto contenido. “Cuando me di cuenta, era tarde”
Lo observó extrañado, “¿Tarde para qué?”, pronunció las palabras al mismo tiempo que comprendió su implicancia.
“Ya me había enamorado”, tragó saliva intentando evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas, “Descubrí que tenía familia cuando le encontré una foto en la notebook. Y no lo negó, me confesó que tenía esposa e hijos... Y yo...”, se interrumpió conteniendo el llanto en la garganta.
“No te importó”, completó la frase sacudiendo la cabeza de manera desaprobatoria.
“Me enojé, pero no servía de nada. Estaba muy metido, lo cortaba y volvía a buscarlo... porque no soportaba estar solo”, dijo hundiendo la cabeza entre sus manos.
“Mierda, Thiago, ¿por qué carajo tengo que llegar al punto de recontra calentarme con vos para que me cuentes estas cosas?”, vociferó pateando una lata vacía que yacía inerte en la vereda.
“Porque... no es algo de lo que me sienta orgulloso. Una cosa es hacer de tercera rueda en una pareja y otra distinta es... estar al borde de quebrar una familia”, balbuceó comenzando a sentir la mucosidad aflojarse en su nariz por las lágrimas contenidas.
“¿La esposa se enteró?”, preguntó asustado.
“Algo así...”, contestó avergonzado.
Blanqueó los ojos, intentando enfocarse en un tema a la vez. Se acercó lentamente hasta estar parado frente a él. “¿Y ahora?”
“¿Y ahora qué?”, preguntó sin mirarlo a los ojos.
“¿Ahora estás enamorado de él?”, preguntó con el corazón apretado en su pecho, sintiendo el leve temblor en su labio inferior.
“No”, negó parpadeando sin poder contener una lágrima rodar por su mejilla, “Ahora te amo a vos... Y no se que voy a hacer si no me perdonás por no haberte contado”
No pudo contener el impulso de abrazarlo fuertemente contra su pecho, “No llores, no llores”, lo besó sintiendo la desesperación en los labios del moreno, “Perdoname, perdoname, soy un boludo, te dije que no iba a hacer más estas escenas de celos y las sigo haciendo”
“No... Esta vez es justificada...”, murmuró apoyando la cabeza en su hombro, “Perdoname, es que soy bastante débil cuando se trata de Caio... No puedo tratarlo mal o ignorarlo”. Detectó la mirada preocupada de Franco, y aclaró inmediatamente, “No, no es que siga metido o que te vaya a meter los cuernos con él, es que... con él aprendí a estar con un hombre, básicamente. Perdí el miedo, inhibiciones... aprendí a conocerme a mi mismo...”
Franco sonrió sacudiendo la cabeza, “Casi tengo que ir a agradecerle entonces”, bromeó mirando hacia el lado del boliche. La sonrisa se borró de su rostro al verlo. No sabía cuanto tiempo hacía que estaba allí, pero el brasilero se encontraba de pie a unos diez metros de ellos, observando la escena.
Una amplia sonrisa con perfectos dientes blancos se dibujo en sus labios, haciendo una seña con el pulgar hacia arriba, “¿Tudo bem?”, su tono de voz sonaba preocupado pero al mismo tiempo aliviado al verlos abrazados.
“Ótimo”, respondió Thiago imitando el gesto.
“¡Seja feliz, bebê!”, saludó pegando media vuelta, volviendo sobre sus pasos con las manos en los bolsillos.
Thiago largó una risita observándolo mientras se alejaba en dirección al boliche. “La última vez que nos vimos, antes que se volviera a Brasil, me dijo que tenía que intentar estar bien conmigo mismo antes de intentar estar con alguien.”, lo miró sonriendo tiernamente, “Seja feliz consigo mesmo, antes de ser feliz com alguém, eso me dijo. Te juro que soy mas feliz con vos que conmigo mismo.”, confesó acariciando su mejilla.
Se besaron con dulzura, separándose para mirarse a los ojos y volver a besarse. “Te prometo... contar hasta cien antes que me agarre otro estúpido ataque de celos”
El moreno sonrió, “Te prometo contarte todo lo que quieras, aunque creo que ya conocés mi vida completa”, susurró.
“Completa no, sos una cajita de sorpresas. Pero confío en que me contarás cuando llegue el momento”, dijo pegando su frente contra él.

“No, dejá no terminamos mas sino”, rió abrazando su cintura.
“Bue', que si te pido que haga' una lista vo' de toda' la' mina' que te cogiste', seguro que ni te acorda'”, respondió divertido.
Franco lo miró boquiabierto. “Tenés razón, rosarino comegatos”, contestó a modo de broma para ganarse un pellizco en su hombro.
“¡Andá', surfero careta!”. Ambos largaron una carcajada por los insultos estereotipados, hasta tropezar y casi caer desparramados en la vereda, para volver a enderezarse sin parar de reír. Pegó un respingo, recordando el motivo por el cual Franco se había alejado del grupo. “Che, ¿y qué te dijo Manu?”
Abrió los ojos gigantes, recordando la buena noticia que tenía para darle antes del incidente con el brasilero. “¡Me olvidé! ¡Me ofreció hacerme cargo del área de psicología del Centro! ¡Con este sueldo!”, sacó el papel de su bolsillo, poniéndolo frente a su rostro.
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